Los que más sufren la protesta

Por Ricardo Del Bufalo

@RDelBufalo

 

 

 

Durante este mes hemos estado abrumados de protestas. La sociedad civil y los estudiantes han hecho barricadas para trancar las calles de las principales ciudades. Talanqueras, bolsas de basura, rines, cuchitriles, guayas, mecates, láminas de zinc, vallas publicitarias… Todo puede ser parte de una barricada, cuyo objetivo es defenderse de los organismos de seguridad (e inseguridad) del Estado.

 

Estas guarimbas, como también se les llama, han hecho que mucha gente salga perjudicada. Nadie ha podido ir al trabajo. Se ha sabido de manifestantes que le prohíben a sus propios vecinos salir de su calle, incluso cuando tienen una emergencia médica, porque “si pasa uno, van a querer pasar todos”. No obstante, no son los vecinos los que han salido más afectados por las barricadas. Ni siquiera las personas que han sido reprimidas. Los que más han sufrido por las protestas son los oficiales de la Guardia Nacional. Sí. Nadie sabe lo difícil que es tener que trabajar todos los días durante un mes, cuando no se está acostumbrado a ello.

 

Estas últimas semanas han sido duras para los militares. La plata no les ha rendido. Imaginen que mientras están en la oficina, disparándole a los fascistas, sus esposas se gastan todo su salario en el mercado. Lo peor es que no han podido ganar el dinero extra de todos los meses. No han tenido tiempo de montar sus alcabalas para cobrar comisión por ausencia de papeles legales a los conductores de automóviles. Y sin esos tigres, no tienen calidad de vida.

 

La vaina está tan jodida económicamente que los militares también han pensado en salir a protestar. Hacer una concentración en los lugares donde siempre protestan los violentos para pedirles que dejen de destruir la calle. Ya tienen algunas consignas pensadas, como ¿Quiénes somos? Militares. ¿Qué queremos? ¡Matraquear!. También han visto los mensajes de las pancartas estudiantiles y han querido darles la vuelta para usarlos en sus manifestaciones. Tú con bolas y yo con balas, seguramente es una que van a utilizar.

 

Pero como los estudiantes se la pasan prendiendo candelitas, los militares tienen que ir a apagárselas. Eso sí, pacíficamente, con gas lacrimógeno y perdigones solamente. El Estado no permite el uso de la fuerza. A veces hay que usarla, sin embargo, porque no se quieren ir. ¿Por qué no se meten pa su casa?—piensa un soldado. ¿Será que ellos no sufren de desabastecimiento? Si tuvieran que hacer cola, ¿por qué están en la calle y no en el supermercado?

 

Es obvio que tienen un plan desestabilizador para la economía—piensa un sargento. Si desde que los violentos tomaron la calle, todo se ha puesto peor. Ahora hasta programaron las compras en Pdval. Eso no había pasado nunca. ¿Cuándo se había visto que pusieran límites de consumo? Por lo menos, en medio del caos, hay una buena noticia: prohibieron revender productos de Mercal en bodegas y abastos, lo que quiere decir que se va a poder cobrar alguna comisión por ahí.

 

Febrero estuvo sobrecargado de labores para la GNB. Los oficiales tuvieron que asistir a demasiados desfiles por la paz, al mismo tiempo que metían preso al líder de los fascistas, mientras combatían un lento golpe de Estado a contrarreloj, para poder asistir obligatoriamente a la playa en carnaval y regresar a tiempo para los honores al comandante supremo. Y aún así, con semejante actuación en defensa de la patria, los golpistas no han parado de lanzarles piedras y bombas molotov.

 

¿Qué andarán buscando estos violentos?—se pregunta el presidente de la República. ¿Por qué no se quedan tranquilos, haciendo su cola, comprando lo que consigan en el mercado? ¿Qué los tiene tan arrechos que me quieren tumbar? ¡Porque ellos no quieren cambiar de gobierno con mecanismos constitucionales, ellos me quieren tumbar! Yo los he invitado a dialogar, por la paz, pero esos mariquitos no quieren venir. Me ponen unas condiciones, como si ellos fueran qué. Aquí el que pone condiciones soy yo, el que se encadena soy yo, el que manda soy yo. Y aún así, no les pongo condiciones: ¡el demócrata soy yo!

 

Yo no sé lo que quieren los fascistas—se dice a sí mismo el presidente. Lo que sé es que hay que pacificarlos. A toda costa. El país necesita paz. La gente quiere hacer cola con tranquilidad. Hay que volver a la normalidad, por el bien de la patria.

 

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