Civilización y barbarie

Por Ricardo del Búfalo

@RDelBufalo

 

 

 

«Los enemigos externos –los bárbaros– ofrecen una solución fácil al estancamiento, a la ausencia de creatividad, a la intuición de que es más fácil excluir y defenderse que innovar y crear nuevas formas de pensar»

Edward W. Said

 

Mucho se ha analizado la situación del país en las últimas semanas. Se ha dicho de todo: que tenemos que dialogar con el poder, que tenemos que quedarnos en la calle hasta que caiga el régimen, que no hay diálogo posible con un gobierno hegemónico, que esto es en el fondo una lucha entre civilización y barbarie, etc.

 

Esta última aseveración es la que más me interesa, porque tanto la oposición como el oficialismo la comparten. Por un lado, se dice “estamos del lado correcto de la historia” y por el otro, “no podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer”. En la nota anterior dije que ambos bloques políticos coincidían en su espíritu revanchista; ahora agrego otra coincidencia: ambos piensan al otro como un ser inferior.

 

¡Quién dialoga con el bárbaro, si al bárbaro hay que aniquilarlo! Si los otros amenazan la preservación de nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestro patrimonio, es necesario destruirlo. Nosotros sabemos dirigir la nación hacia el bien común. Si los otros no quieren ir hacia allá, pues los obligamos. Este es el camino, el buen camino. Los que se interpongan, se encontrarán con nuestros hombres. Que quede claro que lo hacemos por el bien común.

 

Creemos que nuestro nosotros representa la civilización, la supremacía moral, los valores más puros y eso indica que estamos demasiado cómodos. Si yo estoy del lado correcto, no tengo razón para repensar. Si estoy convencido de que necesario es vencer, no tengo por qué conversar. Estamos estancados.

 

Si el país permanece en esta dicotomía, entonces, le conviene la guerra. ¿Por qué no? Ambas mitades tienen buenas razones para iniciar una. Ya hemos escuchado que la guerra es la madre de todas las cosas, la partera de la historia y demás. Pues, la guerra trae sus beneficios. Una buena parte de los avances tecnológicos tiene su inicio en la guerra: el GPS, el celular y el Internet no existirían sin esa hermosa matazón.

 

Tenemos que ser optimistas: la guerra destruiría todo lo que ya no sirve, derrumbaría los horripilantes barrios, haría polvo las desgraciadas mansiones, taparía esa asquerosa cañería que algunos llaman río. La sangre y los escombros sepultarían esta ciudad, este tiempo tan oprobioso, y el futuro construiría sobre ella. Tres metros bajo tierra quedarían las ruinas de la Caracas del siglo XXI. Caracas sería como Roma. No tendríamos un coliseo, pero tendríamos un cuartel de la montaña.

 

Podríamos hacer de Venezuela un gran cementerio. ¿Se imaginan, en el futuro, un gran mausoleo en el escudo nacional? ¿Se imaginan una urna en la bandera, sustituyendo las estrellas? Está en nuestras manos el poder de transformar la sociedad, podríamos hacer borrón y cuenta nueva. Vámonos entonces a la guerra. Pero que quede claro, que si lo hacemos, es por el bien común.

 

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