Imperativos Constitucionales

Ilustración: Lúdico

Si una cosa es cierta es que la reconstrucción de Venezuela pasa, a juro y porque sí, por una Asamblea Nacional Constituyente. No estoy seguro si el momento sea ahora o después, pero el país necesita un ordenamiento jurídico nuevo que blinde la institucionalidad y, Dios mediante, evite que una minoría, por mayoritaria que sea, cambie todo a su antojo.

 

 Independientemente de los detalles, la institucionalidad democrática del país, si queremos finalmente tocar las puertas de la modernidad, el progreso y la paz, necesita cinco condiciones. Cosas que deben ser cambiadas del marco actual, garantías para un verdadero desarrollo democrático o, como podemos llamarlos, imperativos constitucionales.

Primer Imperativo: El punto militar

 Para retomar el hilo institucional hace falta lograr dos cosas con los organismos encargados del poder de fuego de la nación. La primera es separar y diluir el poder de fuego, poner las “s” donde deben ir y volver a las Fuerzas Armadas Nacionales. Cuerpos separados garantizan que el poder de fuego no se concentre en pocos mandos. Un poder diluido requiere más consenso para movilizarse.

 El segundo punto, y el más importante, dentro del asunto militar es regresar al parlamento la función de definir y determinar los ascensos militares.  La peor trampa, la mayor concentración de poderes de la Constitución de 1999 fue, precisamente, concentrar en una sola persona, no sólo el mando civil de la fuerza militar, sino la facultad de determinar quién asciende. Al final, todo terminó por darle fuerza al caudillismo y las lealtades personales sobre la meritocracia y la defensa de la República.

 Al darle al Parlamento la facultad de definir los ascensos militares se logra la necesidad de criterios y consensos para definir quién asciende y quién no. La ulterior imposición de una verdadera meritocracia dependerá de qué tan vigilante sea la sociedad con sus representantes en el Parlamento.

Segundo Imperativo: Eliminar la reelección

 El problema no es, ni ha sido, la reelección indefinida. Es la reelección en sí la causa de muchos abusos de poder en América Latina, no sólo en Venezuela. Resultados electorales cerrados en todas las elecciones recientes de Colombia, Brasil y Venezuela lo demuestran: Quien está en el poder termina favorecido… precisamente por estar en el poder.

 Además, hasta en lo que llaman “mundo desarrollado” vemos una conducta distintiva cuando hay reelección inmediata: Un primer período donde se gobierna con cautela y buscando consenso (podemos decir que buscando no perder popularidad con miras a la inmediata elección) y un segundo período en el que el gobernante busca culminar su plan original como sea posible.

 La reelección no inmediata no es menos dañina ni se presta menos al abuso, al contrario. Con miras a una reelección, el Presidente saliente busca mantenerse aún de forma clientelar, como líder de su partido. De esta forma se socavan las bases de la institucionalidad partidista y se sabotea todo liderazgo emergente.

 Un caso en particular, precisamente en Venezuela, en el que un ex presidente, fundador de un Partido, terminó por destruir al partido que fundó buscando la tan ansiada reelección.

 Un solo período de longitud razonable (me atrevería a decir que 6 años) debería ser más que suficiente para un Gobierno. Quedaría en manos de la institucionalidad de los partidos que las políticas de un Gobierno trasciendan la duración del período.

Tercer Imperativo: Homologación de los períodos

 Venezuela ahora tiene una mezcla extraña de períodos de todo tipo. El Presidente tiene un período de 6 años, los Gobernadores, Alcaldes, Diputados a las Asambleas Legislativas regionales y Concejales tienen períodos de 4 y los Diputados a la Asamblea Nacional tienen períodos de 5.

 El desarrollo de las regiones y las ciudades es, o debería ser, tan importante como las políticas públicas nacionales. Además, esta disparidad hace que eventualmente algunas elecciones coincidan en un año… lo que inevitablemente resulta en abusos de poder o el apalancamiento de unos candidatos con otros.

 La institucionalidad democrática del país requiere que todos los períodos duren lo mismo. Si son 6 años para el Presidente, son 6 años para los Alcaldes.

Cuarto Imperativo: Bicameralidad

 Si bien Venezuela no es un Estado Federal, la bicameralidad del parlamento tiene un papel y una importancia clave en el desarrollo democrático del país.

 Primero, porque introduce un actor con poder de veto que dificulta el que una minoría circunstancialmente mayoritaria cambie sensiblemente el ordenamiento jurídico. Un nuevo actor que obliga a un mayor nivel de consenso a la hora de aprobar una ley.

 Segundo, una cámara alta pondría a los Estados de vuelta en el mapa político y restauraría el equilibrio en la representación de la cámara baja. Me explico: Al eliminarse el Senado en la Constitución de 1999, para “compensar” la representación de Estados menos poblados, se generaron unos desequilibrios que hasta el día de hoy se han estado pagando. La Asamblea Nacional tiene muchos diputados para Delta Amacuro y Amazonas (Estados con menos habitantes), por ejemplo, y pocos para el Zulia y Miranda (Estados con más habitantes).

 Un parlamento bicameral tendría una cámara baja con una verdadera representación proporcional de las minorías de la población y una cámara alta cuya función sea la representación equitativa de los Estados. Con Senadores que representen a los Estados y Diputados que representen a la población en general del país.

Quinto Imperativo: Leyes escritas en piedra

 Este es, quizás, el menos imperativo de los imperativos… el que más se puede prestar a debate. La inclusión de ciertas leyes dentro del marco constitucional para evitar que una minoría las ajuste a su conveniencia y las modifique de acuerdo a la conveniencia del momento.

Referenda en Appenzell

 Una de estas leyes es la Ley Electoral. Tan importante como la estructura del Estado es la forma en la que se elijen quienes ocupan los puestos en la estructura. Esto no debería estar sometido a los caprichos de determinado momento político y debería ser parte de una nueva Constitución.

 Los momentos electorales deben ser siempre iguales en términos de sus tiempos y procedimientos. La regularidad es fundamental en la construcción de la institucionalidad democrática que necesita Venezuela.

 Tomo como ejemplo el proceso norteamericano: Las elecciones nacionales son siempre el 4 de noviembre… independientemente del día en el que caigan. Las tomas de posesión son siempre el 20 de enero… independientemente del día en el que caigan. Así ha sido desde que muchos de nosotros podemos recordar y así será seguramente en el 2016 cuando se vaya a elegir al próximo Presidente.

 ¿Una fecha fija es algo muy rígido? Se puede trabajar con semanas como lo ha hecho desde siempre el cantón de Appenzell en Suiza. En el último domingo de Abril se reúnen todos los ciudadanos en la Plaza Mayor del pueblo de Appenzell, capital del cantón, a votar a mano alzada todas las decisiones importantes. De hecho, la estatua de la Plaza Mayor es, precisamente un monumento al “votante desconocido”. Se puede establecer que las elecciones sean el primer domingo de Noviembre, independiente de la fecha.

 Otra Ley que debería estar escrita en piedra es la principal Ley de la economía de un país: La Ley del Banco Central. Un Banco Central verdaderamente independiente es fundamental para el sano desarrollo de una economía. Esto implica, también, la necesidad de blindar su estructura frente a cualquier minoría circunstancialmente mayoritaria que pretenda trastocar los fundamentos del funcionamiento de la economía del país… en especial para cubrir un déficit fiscal.

 A fin de cuentas lo importante es no dejar la estructura en manos de los actores de turno y los intereses del momento. Generar los mecanismos para que, independientemente de quién esté en el poder bajo qué circunstancias, la estructura institucional de la Nación se mantenga firme y consistente a lo largo del tiempo. Esa es, precisamente, la base de la modernidad y el secreto del mantenimiento de la democracia en el mundo.

 Estas son las cosas que debemos corregir si queremos, finalmente, tener un país libre y próspero… independientemente de quién esté al timón.

@JC_Araujo_S

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