La memoria poética del Cacao

Por Mariana Marchena

@pachena32

 

 

 

Desde que leí a Kundera en “La insoportable levedad del ser” planteando lo de la memoria poética que poseemos, me fascinó el término; esta memoria nos hace soñar, salivar, sentir, tener escalofríos, reír, llorar, revivir emociones. “Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida[…] Siempre habrá una melodía, un sabor, un olor, una imagen, una experiencia, que nos devuelva, de golpe, un recuerdo, una emoción, una sensación que creíamos olvidada”

 

Esto fue precisamente lo que sucedió en mi memoria y emociones al estar en el pueblo de Chuao en Choroní Edo Aragua. El Gabo decía que “al lugar donde has sido feliz nunca debes tratar de volver”, esa frase acaparó mi reflexión al mismo instante que la escuché; me preguntaba ¿Por qué dice esto? ¿Por qué no regresar?  ¿Será por algo “malo” o algo bueno”? , total que la mayoría de las personas le dan una connotación negativa, no regresar, pues nunca más vendrán tiempos tan felices como esos y mejor dejarlo como un lindo recuerdo. Pero lo que sí es cierto es que lo único constante es el cambio, como diría Heráclito “nunca nos bañamos dos veces en el mismo río”, sin embargo lo que sí podemos es recordar o sentir cómo fue ese encuentro.

 

Tenía 5 años que no regresaba a mi querido y suculento pueblo de Chuao.  Y la verdad tenía muchas expectativas de cómo estaría, si tendría los mismos colores, olores, personas, si estaría tan deteriorada como la Caracas actual que en nada se parece a la Caracas de hace 5 años, su deterioro avanza a paso de vencedores como la Revolución, la Corrupción, la injusticia, la escasez etc; pero esto es harina de otro costal.

 

Escribía sobre mis expectativas puestas en este reencuentro, tenía esa extraña sensación de melancolía, emoción y nostalgia y al llegar me recibió como siempre! Con su alegría, solidaridad, colores, olores a pescado fresco y sobre todo a Cacao!. Intentando obviar el Reggaeton y Bachata traída por algunos temporadistas, aunque al final terminabas seducido y sin darte cuenta «bailas» en una especie de vaivén muy leve con el cuerpo al ritmo de dicha música.  Quería adaptar en mis ojos un lente fotográfico como «ojo de pez» para poder de un solo movimiento captar todo aquello.

 

Uno de mis mayores placeres siempre ha sido el chocolate. Mi padre trabajaba en la torre la Previsora  y cuando a veces le acompañaba a su oficina lo que más me gustaba era ir a la Savoy que quedaba a unas cuadras. A pocos metros ya sentía el olor del chocolate y ya imaginaba ese trozo de chocolate paseando por mi boca derritiéndose lentamente esperando con prisa pero con pausa el próximo bocado . Con el tiempo me preguntaba cómo se hacía el chocolate, luego me enteré que era con Cacao y mejor aún que aquí en Venezuela está el mejor Cacao del mundo; se considera a nivel mundial que para que un chocolate sea considerado Premium deber tener una cantidad sustanciosa de Cacao Venezolano.  Un idea recorría en mi cabeza y era conocer ese lugar que para mí sería como el paraíso, una especie de fábrica de chocolate al más puro estilo de Willy Wonka pero en la Naturaleza! Ese lugar es Chuao.

 

Chuao, tierra de un clima estupendo, con olor a gasolina por las lanchas que llevan y traen ciudadanos del mundo, colores y nombres variopintos de las mismas embarcaciones, tripulantes y capitanes que “machucan” el francés, el inglés y el italiano aunque sea para el saludo y así hacer sentir como en casa a los extranjeros.  Tierra con transporte particular, lanchas, motos, autobuses y camiones.  Con árboles milenarios gigantescos, que dejan colar los rayos del sol como se cuela su fina arena entre los dedos de los pies al caminar por esas tierras maravillosas, lugar en donde los cangrejos son azules, el pabellón no tiene carne mechada ni arepa, si no atún y tostones, donde el Makabí su pez emblemático se deja comer a pesar de sus innumerables espinas, la guarapita, no es de parchita, ni coco (que las hay también) si no de Cacao!,  pueblo que en las noches en la misma Plaza Bolívar dónde horas antes en las mañanas se reza el rosario en la iglesia y se seca el Cacao al sol, en las noches las casas abren sus puertas  y los más adultos sacan las sillas para conversar entre ellos, los más niños juegan en la Plaza y los adolescentes y adultos contemporáneos también conversan o bailan salsa!

 

Todo esto aderezado con un olor intenso a Cacao que se encuentra encajonado en la casa conocida como La casa de la señora Catalina (que nadie sabe quién es) pero se rumorea que era una señora adinerada que conoció las bondades del chocolate en Francia, que llegó a Chuao y enamorada del Cacao se quedó, y no solo se quedó si no que mandó a traer por Barco desde Francia una máquina seleccionadora de granos de Cacao. Historia no tan descabellada pues de manera reiterativa en la historia del chocolate se menciona a la hija del rey Felipe III de España, Ana de Austria como introductora del chocolate en la Corte Francesa al casarse con Luis XIII en 1615. Su propagación fue rápida a lo largo de la aristocracia francesa. Aparece la primera referencia al chocolate en un diccionario francés de Pierre Richelet en el año 1680. En la publicación de L’Encyclopédie de Denis Diderot, realizada en el periodo 1751-1772, y aquí ya se mencionaba el proceso de elaboración y degustación del chocolate. La afirmación de la entrada del chocolate en Francia por la hija del rey español se menciona posteriormente en la Fisiología del Gusto de 1825 Jean Anthelme Brillat-Savarin. Así que tal vez esa fulana señora Catalina es nuestra Ana de Austria de Chuao. Dicha máquina ha estado por años ubicada en su hacienda y es la que SIEMPRE se ha utilizado, antes era manual, hoy día le han adaptado un pequeño motor; en las instalaciones de la Hacienda es dónde se pesa, selecciona y embolsa en sacos de yute la apreciada semilla,  que más tarde se llevará una empresa Japonesa (que tampoco nadie sabe quién es) pero que aparentemente pagan bien… en bolívares claro.

 

Las familias Chuaenses son matriarcales, son las mujeres las jefas de las cofradías, las recolectoras de Cacao y de plátano, las que cocinan, en fin las jefas del pueblo. Los hombres son los que riegan el cultivo y se encargan de pescar etc. Caminando por sus calles viendo tanta alegría, color y sintiendo en cada esquina el olor; viajé a ese momento que de la mano de mi Padre me dirigía hasta la Savoy, hurgué en esa memoria poética Kundeana y ahí estaba ese olor, amor y pasión por el Cacao.  Es increíble como en la modernidad olvidamos por ejemplo recordar esas cosas que nos llenan que nos recuerda de dónde venimos y, ¿Por qué no?, para dónde vamos. Había olvidado el gusto por el Cacao, por Chuao, por el mar… “Si la historia de las civilizaciones algo recoge y enseña, es el valor intemporal del olfato, las indestructibles cadenas genéticas de lo probado y almacenado como mío o bueno, y la fortaleza de la memoria en cocina, mesa y sobremesa. Por lo tanto, lo primero por hacer – piensa uno- es no renunciar a cultivar y preservar el gusto”. Alberto Soria.- Los sabores del gusto

 

No nos olvidemos de disfrutar, oler, comer… hurgar en nuestra memoria poética.

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