Caracas seduce, pero también muerde

Por Orianna Robles

@Sra_Chiguira 

 

 

 

Todo aquel que vive Caracas, sabe que ésta ciudad tiene un encanto misterioso, una fuerza mística que la hace atractiva y atrayente. Pero así como nuestra ciudad tiene esa capacidad de hechizar a todo aquel que se atreve a vivirla, también es cierto que si te descuidas, muerde. Es justamente esa dualidad, la que Héctor Torres plasma en su libro, Caracas Muerde.

 

Publicado en el año 2012, éste se conforma por un conjunto de treinta crónicas, que capturan no sólo la imagen de la Caracas salvaje de los últimos años, sino que además retrata de manera precisa, los diferentes tipos de reacciones que un mismo entorno es capaz de ejercer en individuos totalmente diferentes; así como también las diversas formas que tenemos los caraqueños de vivir nuestra ciudad capital.

 

Para nadie es un secreto que en los últimos años, Caracas se ha convertido en una de las ciudades más violentas del mundo, y su dinámica está enmarcada por muertes violentas, pistolas y atracos. Es justamente esta dinámica característica de nuestra realidad, la que se ve reflejada en este libro.

 

Pero más allá de plasmar nuestra contemporaneidad, Héctor Torres hace un ejercicio sociológico en el cual, a través de la observación y la descripción, retrata las consecuencias de vivir en una sociedad que cada vez es más impune, en la cual sus habitantes deben adaptarse a una especie de “Ley del más fuerte”, para sobrevivir.

Una de las mayores riquezas de este libro es, que a través de crónicas centradas en la individualidad de sus protagonistas, se ven reflejados sentimientos y racionalizaciones que son comunes, y hasta esperadas en cualquier habitante de la ciudad de Caracas. Crónicas que llevan a los personajes a situaciones que, para cualquier otra persona en el resto del mundo, podrían ser consideradas como imposibles, pero en las que cualquier venezolano -especialmente el ciudadano caraqueño- puede encontrar un lugar común.

 

En lo personal, este libro es excelente, no solo por plasmar nuestra contemporaneidad, sino que logra captar el día a día de Caracas, dándole personalidad a través de las historias que viven sus habitantes. Llevándola desde esa ciudad soleada, brillante y colorida que todos queremos disfrutar, a la violenta y peligrosa de la que todos nos cuidamos. Esa Caracas hostil que obliga a sus ciudadanos a usar el cascarón de sobrevivencia.

 

Así mismo, el hecho de leer sobre lo que somos y lo que nos vemos obligados a vivir, permite una especie de catarsis, un consuelo de saber que no estamos solos, y mucho menos paranoicos; sino que hoy en día, tenemos que vivir esas situaciones en su mayoría desagradables. Situaciones en las que nos vemos desamparados por las instituciones (que más que ayudar, son parte del problema), episodios en los que muchas veces no podemos darnos el lujo de contar con la solidaridad de los que nos rodean y en los que la mayoría del tiempo, desconfiamos del otro.

 

Pero dada la naturaleza del libro, Caracas Muerde no solo habla de violencia y muerte, pues en sus páginas también resalta la importancia de esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida, como por ejemplo: un encuentro fortuito en el metro, un vistazo desde la Cota Mil a esa ciudad que amanece, una conversación con los panas del trabajo, una nena que ha perdido lo que más atesoraba en el mundo, un perrito que lucha por sobrevivir en una noche lluviosa.

 

Momentos cotidianos que, a pesar de estar envueltos en un contexto que pareciera no dar tregua, son motivo suficiente para encontrar fuerzas y seguir, pues se convierten en pequeños instantes de encuentro con los demás, quienes viven la misma ciudad que nosotros: sufren, aman, ríen en el día a día.

 

Para mí, este libro representa un gran esfuerzo por plasmar un espacio y tiempo dentro de nuestra historia, sin olvidar que a pesar de la adversidad, debemos volver a nuestra condición de ciudadanos en la cual, es necesario un encuentro con el otro y por ende, con nosotros mismos. Tratar de salir por un momento, de ese ensimismamiento que nos produce la rapidez de la vida cotidiana, los titulares en la prensa, la inflación, la hora pico en el metro. Detenernos un momento, ver a nuestro alrededor y respirar, recordando que “Sabiduría, llaman a esa capacidad de recordar lo bueno y lo malo, y de encontrar siempre la manera de quedar con saldo a favor”.

 

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Guayoyo en Letras