Montañas de Ceniza

«Que triste es ver a nuestro colorido parque vestido de carbón. La Creación entera, se enluta ante tanta fauna y flora muerta».
motaña de cenizas

Días grises y llenos de cenizas daban a nuestro municipio Mario Briceño Iragorry una visión que no reconocíamos, una imagen de miseria y aire con sabor a tristeza. Amargo, ácido y picante…. Para nadie estaba oculto que, nuestro pulmón vegetal, sufría una metástasis por la fusión de las llamas hasta que hicieron un solo fuego de Este a Oeste, en todo nuestro lado Norte. ¡Vil candela que no tenía vuelta atrás!

 

¿Cómo fue que nuestro albergue de magia vegetal. Aquel hermoso y verde parque cuya frente besa al dilatado mar; ese punto de encuentro, no sólo de millones de especies de aves y plantas, sino de nosotros mismos, se encontraba en llamas? ¿Puede la noble naturaleza, cuya voz,  inaudible para nuestro egoísta afán, quejarse y expresar su dolor ante las  estocadas crueles e inclementes de nuestro malagradecido trato? Puede reclamarnos la ausencia de sentido de pertenencia, que nos aparta desde nuestra  inconsciencia, nacida de la ignorancia y el abandono? Si ella pudiera responderme y decirme que sí, estaría más tranquilo reconociendo que está en todo su derecho.

 

Las mañanas y tardes en el municipio, han dejado de ser aquello que conocíamos. Tardes que iban acompañadas del alborozo de loros y guacharacas en las copas de sus árboles. La leve brisa del Caribe, alivio para el alma y el calor. La bella policromía, característica inherente de su belleza, ha cambiado por un monocromática escala de grises. Que triste es ver a nuestro colorido parque vestido de carbón. La Creación entera, se enluta ante tanta fauna y flora muerta.

 

Que fuera de ti, sin los jóvenes y valientes corazones de heroicos vecinos y tragahumos que lucharon contra las llamas, durante 27 largos días con sus noches, en la que el fuego, mancillaba, vorazmente, tu dignidad. Si bien no has muerto,  has tenido que aceptar el único camino que te hemos dejado, el de mostrarnos apenada, tu obligada desnudez y el rostro endurecido de tu erosionada tierra.

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Guayoyo en Letras