La heroína anónima

La heroína anónima

“Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay quienes luchan muchos años y son mejores, pero hay los que luchan toda la vida, esos, son los imprescindibles”

 Bertol Bretch

Contaba cuarenta y cinco años de lucha, había criado para entonces tres hijos. Jornada tras jornada en el centro del fétido vapor, a temperaturas que superan los 40 grados centígrados, no desanimaron a esta anónima heroína.

Su infancia aunque llena de momentos alegres, estuvo signada por las carencias propias de una tierra marcada por la sequía, el sol inclemente, la falta de oportunidades y el auge de la explotación petrolera en Venezuela, pese a cualquier dificultad, nada pudo impedir que esta noble mujer se mantuviera en pie de lucha.

Una buena mañana, luego de 20 años al servicio de la industria petrolera, le tocó escoger entre su sustento y sus principios, escogiendo y contrariando la voluntad de las mayorías, sus principios por encima de todo. Desagravios provenientes de muchos seres queridos, dentro de los cuales pude haber estado yo, sino es porque era muy joven para opinar en un asunto como ese, vecinos, e incluso hasta el propio líder del proyecto de destrucción “revolucionario” la despidió, sin ton ni son, de su puesto de trabajo, echando por tierra su experiencia y por encima de todo su valor. Pero nada de esto fue suficiente para arrodillar a esta luchadora sin rostro.

Apoyada en sus innegociables principios decidió mantenerse en pie, desató su talento e imaginación y comenzó a diseñar tarjetas en un diminuto local debajo de las escaleras de un centro comercial. Todo iba muy bien con su talento pero la destrucción revolucionaria iba avanzando a paso de vencedores, logrando unos niveles galopantes de inflación y una disminución inimaginable en el poder adquisitivo de sus potenciales compradores, que la obligó a cambiar su plan y despachar su trabajo desde casa, pero jamás renunciar.

Una fatídica mañana, el médico le diagnosticó un cáncer de mama. Para colmo, esto ocurre en un momento en el que la “revolución” ha logrado desaparecer de los anaqueles los tratamientos esenciales para combatir la enfermedad. Mientras que la sensibilidad de algunos está clamando internacionalmente ayuda humanitaria, el burócrata, representante del proyecto de destrucción, afirma ante la OEA que no hay desabastecimiento “lo que hay es un problema de disponibilidad”. En el estado donde vive, hay una sola máquina de radioterapia, pero está dañada desde hace más de 5 meses, por lo que tiene que viajar más de 400 km para aplicarse radiaciones.

Sin embargo, ella le muestra al cáncer la sonrisa de alguien que ha vivido grandes luchas. Con sus altos y sus bajos, la heroína anónima sabe que el cáncer es sólo una batalla más que pelear. Dentro de sí está segura que ni el inclemente clima, el oprobioso gobierno ni el cáncer han podido desmoronar sus principios, en palabras del poeta Eugenio Montejo, ellos están ahí, “intactos, ningún soplo del tiempo los apaga”.

Historias como estas aunque no sean parte de las noticias, abundan en el país y dan fe de que por encima de todos los problemas, vamos a superar este episodio oscuro y nos levantaremos con más fuerza que nunca, porque burócrata alguno jamás ha podido gobernar los sueños de los pueblos.

Víctor Bolívar
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