Fugacidad

Ni un mes.

Increíble.

No ha pasado ni un mes desde que volvimos a cruzar palabras.

Menos aún desde que volvimos a mirarnos.

A eso réstale dos días y tendrás el aún más corto tiempo que ha pasado desde que mis ojos se cristalizaron.

“Se extrañaban, ¿no?”, me preguntaron con tono algo jocoso. “Sí”. Ni se imaginan cuánto.

Cuando desprenden una parte de ti, te sientes vacío. Duele el pecho, el estómago, los ojos, la sonrisa, las ideas, el alma. Sales todos los días e intentas apreciar la belleza que te rodea para omitir tu dolor, pero el ahogo lucha con brío.

Entonces, llega la oportunidad de barrer meses de penumbra. El alma regresa. Tu ración arrancada se vuelve a incrustar. La calma traspasa los poros y llega al corazón.

La desesperanza que cubrió tus sueños se ha ido y tomas conciencia del libre albedrío.

Fugacidad. Es la palabra perfecta para lo que estamos haciendo y lo sabemos desde ese día en el que dijimos cientos de veces la falta que nos hicimos. Lo sabemos desde que cuatro paredes escucharon: “Se está cumpliendo el sueño”. Lo dijo uno, pero los dos lo soñamos.

Tú sabes lo que siento; me he dejado descubrir en flagrancia, me he encargado de que lo sientas. Podría ser mucho más directa, pero me lo reservaré, como tantas veces me has dicho tú. Sé lo que sientes, pero te resistes. Tal vez sea tiempo de dejar de reservarnos frases.

A mí me gusta mucho más la alta velocidad, pero es algo que ya sabes. Si Meteoro existiera seguro estaría impresionado porque le ganamos la carrera. Lo dejamos atrás, pero no por haber llegado al final de la pista. A ella la seguiremos alargando hasta que no dé más. Y podría pensar que siempre dará más.

Ariana Contreras
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