Ser hombre: más allá de los genitales y estereotipos

Ser hombre

¿Qué es ser hombre?

Han sido muchas las luchas las que se reivindican desde el feminismo sobre el tema de la equidad de género, hoy se hace también importante abordar el tema desde la masculinidad, pues las desigualdades de género se producen en un contexto patriarcal que demanda exigencias –aunque distintas- tanto a las mujeres como a los hombres. Exigencias que ejercen una presión importante a lo largo de nuestras vidas y que marcan lo que serán nuestras formas de ser y de relacionarnos con los otros.

¿Se nace hombre o se aprende a ser hombre?

A pesar de que existen determinados patrones sociales, se puede decir que la diversidad sexual humana es inmensa. Ya sea en cuanto a la forma anatómica, preferencias o identidades. Por ello el tema de la masculinidad posee tantos matices.

Simplifiquemos el tema a lo biológico, ser hombre es haber nacido con falo. Surgen entonces muchas interrogantes: ¿Qué pasa cuando alguien nace mujer (genitales) pero se siente hombre? ¿Qué pasa con las personas que cambian de sexo? ¿Son menos hombres? ¿Se puede ser más o menos hombre? ¿Cómo jerarquizo? ¿Quién jerarquiza?

Otra forma de abordar el asunto es desde la perspectiva de género, ser hombre es ser masculino. A continuación, las interrogantes: ¿Qué pasa si no se encaja dentro del estereotipo de género? ¿Qué pasa si alguien se siente hombre pero no hace demostraciones de virilidad? ¿Se es menos hombre?

Ser hombre

Lance Ellie Noctis

Es verdad, la biología decide por nosotros, nos condiciona  ¿Pero la sociedad no hace lo mismo?, nuestro sexo está íntimamente relacionado al género que la sociedad dicta debemos tener, esto es: Hombre-Masculino, Mujer-Femenina. Y el género no es simplemente un término para diferenciar uno de otro sino que ha estado vinculado a lo largo del tiempo a modos de ser, vestir, hacer. Es decir, se relaciona con nuestro comportamiento.

El sistema sexo-género se convirtió, hace ya mucho tiempo, en un principio de organización social, funciona desde entonces como un mecanismo de control. ¿Qué trae consigo este sistema? Al ser una forma de organización, encontramos con que el propio sistema dirá cuáles son las ocupaciones/comportamientos de un hombre y cuáles son las de la mujer, lo que además provocará una relación de poder y más tarde la discriminación de género. Todo este régimen, además, gira sobre un orden patriarcal y androcéntrico, en el que la mujer asume un papel secundario y donde el hombre busca obtener el poder.

Nacer mujer o nacer hombre no sólo determina que tenemos una vagina o un falo, sino que va mucho más allá, lo que la sociedad espera es que  mujeres y hombres piensen como tal, esto es: que se desarrollen dentro del sistema sexo-género, en la cual se atribuyen sobre la base del sexo, ciertos comportamientos que estarán socioculturalmente definidos y valorados.  Es decir, nos encontramos en nuestras sociedades con ciertas pautas que nos dirán lo que es femenino y lo que es masculino, entre ellas aquellas referentes a las conductas y los roles de cada uno. El género es convertido así en un comportamiento del ‘deber ser’.

Así pues nos encontramos con ciertas demandas que se hacen desde la masculinidad hegemónica. Un hombre debe: ser trabajador, caballeroso, proveedor, autosuficiente, llevar las riendas de la casa, dejar satisfechas a las mujeres en el sexo, proteger, mostrar fuerza. Y no debe: ser afeminado, llorar, ayudar en casa, mostrar debilidad. Es entonces como se fabrica un modelo de hombre, que es además avalado por nuestras instituciones sociales: familia, escuela, trabajo, iglesia. Lo que hace que en el proceso de socialización se aprenda a ser hombre a través de la construcción de una masculinidad en común basada muchas veces en formas de ejercer fuerza y poder, por lo tanto con un trasfondo de violencia.

El problema de que se aprenda a ser hombre de esta manera es que, por un lado, ello genera fuertes desigualdades hombre/mujer; y por otro, va a generar cierta presión psicológica en cuanto a cómo debemos ser, lo que coarta el desarrollo pleno de nuestra personalidad. Mucho se habla de lo que las mujeres padecemos a causa de las demandas patriarcales, poco se habla de las duras imposiciones desde la masculinidad.

Creo fielmente que ser hombre va mucho más allá de una etiqueta con una fórmula (hombre=falo, hombre=masculino). Hoy es fundamental hablar de masculinidades, así en plural, porque existe un sinfín de posibilidades, de alternativas. No reduzcamos al hombre a ciertos estereotipos. En vez de aprender a ser hombres, construyamos al hombre. Desde una perspectiva más igualitaria, menos violenta.

La reflexión gira en torno a construir la igualdad. La reproducción del sistema patriarcal se naturaliza desde que nacemos, es por ello que el llamado es a educar/sensibilizar para la paz y para la igualdad, enseñar el respeto a la diversidad. La legitimación de otras masculinidades empieza en casa. No eduquemos a hombres o mujeres, eduquemos a seres humanos que construyan una sociedad distinta.

Anyelmary Fassano
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