Crisis alimentaria: estómago vacío dice más que discurso político

Crisis alimentaria

«Danos hoy nuestro pan de cada día…»

El hambre despierta nuestros más oscuros instintos, sin comida somos sólo animales.  La necesidad fisiológica supera cualquier intento de raciocinio.

Venezuela. Suenan las cacerolas: hay ollas vacías, hay hambre, hay desesperanza.

Cada día son más venezolanos los que padecen el hambre. El desespero se refleja en sus caras, en sus cuerpos, en sus actos. Las cifras de saqueos aumentan: uno al mes, dos a la semana, tres al día… es una bomba de tiempo. ¿De qué podemos culpar a la madre que roba para dar de comer a sus hijos?  ¿Cómo hablar de moral y legalidad?, un estómago vacío dice más que cualquier discurso político.

Los debates sobre una buena alimentación parecen hoy de otro mundo, ya no importa qué, sólo importa comer. La crisis nos afecta a todos, pero cada uno la experimenta de manera distinta. Niños que dejan de ir a la escuela, madres que pasan días enteros en colas, gente comiendo de la basura. Sueldos minúsculos, inflación por las nubes. El panorama es desolador.

En la calle solo queda vivo un hambre feroz que aterra…

 

 

Las historias que dan caras al hambre

¿Qué es lo que más le preocupa de la crisis alimentaria por la que estamos atravesando?

Me preocupa la salud de mis hijos. Al no estar consumiendo todo lo que sus cuerpos necesitan, podrían enfermar. A mi hijo le encanta tomar leche con cualquier cosa y yo más nunca he visto una leche, no están consumiendo jugos porque no hay azúcar y ya el papelón se puso carísimo.

Celine Rivero, 36 años de edad. Madre de dos hijos.

 

¿Cómo es estudiar con hambre?

Estudiar con hambre es totalmente difícil, el hambre hace que uno se entorpezca, se vuelva lento. A veces en clases hablan de temas complicados y uno lo que está pensando es del agujero y el dolor que tiene en el estómago. Los miércoles me toca comprar y hay días en que falto a clases para poder ir y tener algo de comer, la mayoría de las veces no consigo nada.

Luciano Carrasco, 25 años. Estudiante Universitario.

 

¿Qué es lo peor que le ha tocado vivir en esta crisis?

Hace dos fines de semana invertí una gran cantidad de dinero en sardinas y estaban podridas, eran más de ocho kilos. Mientras las fileteaba olían mal, la carne estaba gris, las escamas se caían,  tuve que botarlas. No tenía más nada que comer, las sardinas eran mi apuesta y perdí. Pasé hambre tres días, tenía sólo avena en el estómago; esos días me sentí débil, a punto de desmayarme.

Luis Pérez, 60 años. Pensionado.

 

“Hambre es hambre, lo demás es paja”

Hambre

A principios de año, uno de esos buenos profesores con los que a veces tienes la suerte de tropezar, colocó en alguna de sus redes una importante reflexión: “¿Cómo hablar de epistemología, de metodología, de investigación con unos alumnos con hambre? Y no pude dejar de pensar en lo banal que puede ser estar discutiendo sobre una ley de amnistía, sobre tiempos constitucionales, sobre referéndum o renuncia cuando nuestra gente se está muriendo de hambre.” Alexander Campos.

Confieso que fue la primera vez que caí en cuenta de la gravedad del asunto. Cinco meses después la crisis se ha agudizado y seguimos en el mismo punto. Yo pienso en mis hermanos y sé que muchos otros piensan en sus padres, en sus hijos, en sus seres queridos… uno se llena de impotencia, de tristeza ¿Cuánta miseria más tenemos que soportar? esta sensación de vulnerabilidad despierta nuestra naturaleza más primitiva.

Anyelmary Fassano
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