A veces olvidamos que Messi es humano

El domingo 26 de junio de 2016 estaba llamado a ser un día importante para el fútbol, el continente europeo con el apogeo de la Eurocopa y el americano le decía adiós a una Copa América Centenaria memorable por sus incidencias, más que por el buen juego demostrado, donde se repetiría la final del torneo en su versión regular: Chile y Argentina volverían a verse las caras, sería la revancha del partido en Santiago hace ya un año.

Una vez más se escuchaban los nombres de siempre, por el lado de Chile, Vidal, Sánchez y compañía tenían el peso sobre los hombros de revalidar un torneo ya conquistado. Por su parte Argentina más que un peso llevaba sobre sus hombros la cruz de tres finales fallidas (Copa América 2007 y 2015, Copa del Mundo 2014).

Aunado a ello la albiceleste tenía otras causas para sentir presión: 1) El cartel de estrellas con el que contaba, donde Mascherano, Higuain o Agüero son algunos ejemplos de la calidad con la que se contaba; 2) Las declaraciones de Maradona, que les invitaba a ganar o que no volvieran y 3) La presencia de Lionel Messi por muchos llamado “El mejor jugador del mundo”.

Ese merecido reconocimiento para el 10 argentino de la nueva era, resulta algunas veces un motor para jugadas maravillosas, como las que realiza en el Barcelona, otras veces se convierte en una carga, unos grilletes que le pesan demasiado. Si esto no fuese suficiente, debe ejercer de capitán y liderar a los grandes del país sudamericano.

Todo aquello convierte a la Selección Argentina en un coctel que se derrama en los peores momentos, la final de la Copa América Centenario y todo su transitar, sacó a la luz la presión que existe por ganar un torneo grande, la frustración al no conseguirlo, así como el descontento que existe por los problemas extra-deportivos del fútbol argentino.

Si todo lo anterior no bastara para golpear en lo más profundo el corazón de un país amante del balompié, anoche al finalizar el encuentro, el capitán argentino en un momento de profunda tristeza y decepción lanza una bomba al deporte que aun está contando sus heridas: “Pensándolo mucho en el vestuario, creo que ya está, para mí la selección ya se terminó”. Con menos de 20 palabras marcó un antes y después en su carrera.

Pasadas algunas horas corresponde analizar dos cosas: ¿Por qué toma esta decisión en ese momento? ¿Será definitiva o una reacción humana a la frustración?

La primera interrogante puede tener varias lecturas: 1) es una decisión que venía gestando por todo lo que sucede con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y esa fue la gota que derramó el vaso; 2) pudo con él la presión de demostrar con la camisa albiceleste que es el mejor del mundo y a la vez llevar el timón del barco como buen capitán o 3) habló con las palabras que salieron de su corazón, quizás ésta sea la más probable.

Es necesario recordar que ser considerado el mejor del mundo no dota a Messi de un escudo infranqueable de sus sentimientos y al ver sus jugadas y decir “este tipo no parece humano” no pierde la posibilidad de sucumbir de vez en cuando ante una situación.

Lo importante de estos momentos tan humanos, es el saber levantarse, rectificar y seguir, allí entra la segunda interrogante planteada, que tan irrevocable será su decisión.

Muy pocas veces se ha visto como desde el político más influyente, hasta el niño más chico coinciden en una petición, inclusive se ha convertido en un haghstag #NoTeVayasLio es el mensaje de reflexión que le envían millones de personas.

Corresponde ahora dar un momento a Messi para que encuentre calma, reflexione y analice todo lo sucedido. ¡Así es el fútbol!, pasión, un corazón que late mientras rueda la pelota y las cosas del deporte a veces no son justas o hermosas, pero siempre dan la oportunidad de pisar el balón, levantar la mirada, analizar la jugada y chutar a la mejor dirección.

Victoria Guedez
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