Cultura institucional venezolana

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Cuando hablamos de instituciones una de las cosas que esta mayormente en el imaginario, sería una edificación de un poder público como el  BCV, algún ministerio  o incluso la recepción de un hospital pero cuando se habla de estas no solamente se deben tomar las instituciones formales – las que ya conocemos y asociamos- sino que también existen otras que son las instituciones informales que a pesar no se asumen como importantes  si son ampliamente conocidas. Entre estas instituciones informales pueden pervertirse y pueden ir desde “la cultura metro” hasta la “viveza criolla”. Una manera de entender que son las instituciones podríamos utilizar la visión de Berger y Luckman que habla de ellas de manera que son creadas por y para los hombres por medio de una repetición constante, lo que implica una aceptación social por parte de los individuos que participan dentro de la sociedad, además de entender que las instituciones no se corrompen a menos que sea por medio del consenso –directo o indirecto- de los actores sociales.

Entre las grandes ventajas de tener unas instituciones fuertes, independientes y funcionales estaría  en que no es necesario conocer personalmente al otro para saber cuál es la acción adecuada, un ejemplo muy conocido es un semáforo el cual tiene un lenguaje relativamente universal de reglas de tránsito, que de ser respetado y utilizado como se debe, evitaría accidentes en las calles de manera eficiente. Pero el verdadero problema de estas reglas de convivencia son más beneficiosas cumplirlas o violarlas, y eso pasa por muchas razones. En Venezuela el fracaso institucional es un lastre que venimos cargando de hace mucho tiempo y que con cada generación se va profundizando precisamente por la falta de incentivos para que estas reglas sean cumplidas a cabalidad, por el contrario el seguirlas te hace ver como un “gallo”  o algún otro descalificativo incluso entre el grupo de amistades personales.

Irónicamente existe un doble discurso con respecto a las  maneras de actuar en la cotidianidad la conocida como la “viveza criolla” tiene unas connotaciones ambiguas ya que dependiendo a qué momento específico te refieras es tomado positiva o negativamente, el problema está en no entender que esta “viveza criolla” termina siendo ni más ni menos que la institucionalización de la corrupción. Esta perversión de las posturas morales –que a pesar de ser un tema filosófico bien extenso, prefiero reducirlo a posturas socialmente aceptadas en pro del colectivo- desvirtúa la manera en que nos interrelacionamos con otras esferas sociales – entre ellas las instituciones formales- asumiendo una especie de darwinismo social  en donde el “familiarismo” o “amiguismo” toma protagonismo a la hora de tomar partida –a pesar de saber que se esté cometiendo un delito-  lo cual vence el rol del Estado como aparato modernizador.

Ciertamente en Venezuela se habla mucho de la crisis institucional debido a la coyuntura política que estamos viviendo, pero el enfoque de reinstitucionalización, y no es para menos de hecho los países prósperos a nivel mundial tienen en común una institucionalidad fortalecida en donde los contrapesos funcionen en caso que un presidente megalómano quiera disponer del país a su antojo, no pudiese hacerlo. Entre los graves problemas que implica no tener internalizado el papel de contrapesos es que  llegamos a tener la inflación más alta del mundo que cerró en 180.9% en 2016 y ahorita se estima que ronda el 500%, primera vez en toda la historia del mundo en la que una economía de mercado y  consumo tiene esas cifras, ya que Venezuela no tiene un nivel elevado de estatizaciones – ciertamente el gobierno expropió una parte importante de empresas privadas pero esa es una de las causas solamente- sino que además le quitó la independencia al BCV de aplicar políticas económicas sensatas como por ejemplo no monetizar la deuda- imprimir dinero a lo loco, sin que esté sustentado por las reservas-, poder dar cifras de desempeño a través del año con lo que se podría hacer investigaciones y proponer soluciones y la más importante no servir al ejecutivo como una de sus cajas chicas.

Otra institución que fue manoseada como golfeado recién hecho es la de PDVSA, que del año 98 estaba entre la primera empresa de petróleo a nivel regional, produciendo un promedio de 3.2 millones de barriles al día y en este momento se ubica entre 2.1 y 2.3 una merma significativa en cuando a la capacidad instalada. No obstante este no es el único problema con PDVSA debido a que entre 2004 y 2014 tuvo un promedio de 79 $ por barril y un aproximado de 300 MM $ -lo que equivale a más o menos 23 plan Marshall- de los cuales en este momento sólo disponemos en reservas internacionales 12.000 M y solo 2.000 en liquidez , debido a no ahorrar con el Fondo de Estabilización Macroeconómica el cual exige que cuando el precio supere lo estimado en un promedio de los anteriores 5 años ese dinero se ahorra para evitar las fluctuaciones negativas del mercado- cosa que obviamente no se hizo- sino que PDVSA terminó siendo una empresa que vendía pollo y regalaba camisas deportivas.

Ni hablar de las instituciones “democráticas” que se supone por constitución – la más presidencialista de AL- iban a velar por el bienestar de la república, y lo en lo que terminó fue en la extrapolación de la institucionalidad informal a la formal, en donde se toman decisiones desde lo individual – incluye el partido hegemónico o la afiliación política.

En fin, lo que si hay que estar conscientes es la importancia de ese contrapeso institucional, pero no podemos dejar de lado la cultura pública en Venezuela cayendo en el pesimismo de pensar que no somos como Suiza o Alemania. Es indispensable fomentar la educación es cierto pero eso no es una solución inmediata tenemos que entender que educar a una nueva generación lleva por lo menos 15 años, aunque para que eso pueda funcionar debemos hacerlos desde los puntos medios, de nada sirve hablar de cambios en las altas esferas sin que eso se vea presionado por el resto de la ciudadanía. Y que  a pesar de pensar que es un poco “pavosa” el slogan de “nada cambia si tu no cambia” en un momento tan crítico como el actual, en donde las necesidades básicas privan por sobre el colectivo, es absolutamente indispensable fomentar cultura ciudadana, en donde la presión social pueda ser factor de cambio un ejemplo que aún perdura es la “cultura metro” en donde la persona busca cuidar los espacios sin necesidad de un acto punitivo directo y en donde sea necesario ese castigo se aplique sin intermediaciones de amiguismo… Tenemos que dejar de ser un país hidráulico en donde las palancas son las que mueven a la sociedad.

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