La necesidad de redescubrir quiénes somos

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Comencé estas líneas como una respuesta pública (en mi Facebook personal) al editorial #317 “Escapar de Nosotros Mismos” publicada el pasado 24 de julio. En ella se hablaba de cómo los argentinos que han emigrado ven a su propio gentilicio de formo negativa y cómo esto ha sido una de las causas de aquél exilio. Por supuesto, la editorial pasea por el posible paralelismo con la diáspora venezolana si un estudio semejante se hiciera aquí y, por supuesto, la causa de la conducta venezolana detrás de esa imagen negativa que el venezolano en el exilio tendría de su gentilicio.

Si bien da en el punto, de alguna forma queda corto. No sólo por las múltiples dimensiones que puede tener el diagnóstico (en la editorial se exploran unas pocas) sino por las múltiples aristas que se pueden abordar para tratar el problema. Estas líneas son mi humilde contribución a una discusión que, quienes hemos asumido la disciplina de ver más allá de la coyuntura, debemos tener.

Una célebre frase del filósofo español José Ortega y Gasset sale a relucir cuando tocamos este tema: «Yo soy yo y mis circunstancias«. Casualmente el pasado jueves, cuando se cumplieron 7 años de mi viaje a St. Gallen (Suiza), había comentado a modo de reflexión: «Nada como sacarte de tu contexto, separarte de tus circunstancias, para que descubras quién eres«.

Y así como muchos venezolanos que salieron del país se fueron con una imagen muy negativa de su gentilicio: flojos, abusadores, escandalosos y arrogantes (por decir algunas). Aunque algunos hayan mantenido esas características en nuevas circunstancias (casualmente los venezolanos que «no emigran, se mudan«, es decir, no asumen el cambio de circunstancias), la gran mayoría de los venezolanos exiliados (y muchos de los que se quedan a dar la lucha) están descubriendo una identidad distinta en nuestro gentilicio.

Lejos de nuestras circunstancias sabemos que no somos flojos, al contrario, siempre estamos dispuestos a correr la milla extra y hacer más de lo que se espera de nosotros. Sabemos que nos somos abusadores, sino respetuosos del orden cuando el orden de hace respetar, cuando el sistema no crea sus propias trampas. Nos adaptamos y nos mezclamos con todo el mundo sin perder nuestra identidad, aunque hayamos agarrado el acento o el cantado del lugar que nos adopta.

Pero eso no sólo ocurre fuera de nuestras fronteras. Las nuevas circunstancias de nuestro país están forjando a un venezolano distinto. Estas últimas semanas he estado muy en contacto con una maravillosa movida emprendedora y creadora que no está esperando nada más allá del producto de su ingenio y su trabajo: Desde el inicio de la movida Makers Venezuela que empieza a desarrollar ideas sobre aplicación de tecnologías del Internet de las Cosas (IoTpor sus iniciales en inglés) a una diversidad de problemas e intereses, sin mencionar emprendimientos ya más establecidos enfocados en las Ciudades Inteligentes, consultoría empresarial de diversos ramos, el mundo del diseño de modas y un muy extenso etcétera. En fin, una cultura que no espera un contrato, no espera un favor, sino que crea valor… demostrando que el venezolano es, orgullosamente, emprendedor.

Viendo esto, y es aquí donde retomo el punto de la editorial, nuestro objetivo como gentilicio es, sin importar el lugar del planeta en el que nos encontremos, encontrar, estudiar y abrazar esas nuevas circunstancias que han aflorado lo mejor de nosotros y transformarlas en el insumo para crear unas nuevas circunstancias en Venezuela para que nos podamos sentir orgullosos de nosotros mismos en casa. Unas nuevas circunstancias que hagan que Venezuela saque lo mejor que hay en cada venezolano.

 

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