Venezuela después de Maduro ( II )

Vnzla-Maduro

La designación de Vladimir Padrino López como respuesta desesperada de Nicolás Maduro para remendar la ostensible incompetencia de su gobierno y eludir los peores efectos de la catástrofe por venir, ha sido el punto de partida de lo que bien podría ser calificado de transición en marcha, aunque no hacia la restauración de la democracia como principal seña de identidad del futuro nacional, sino como el inicio de un tercer gobierno del régimen chavista, ahora, por primera vez en estos 17 años, abiertamente militar.

Si no se produce una conmoción fuera de control que desordene los planes elaborados en La Habana, esta sería la finalidad de los superpoderes concedidos al ministro de la Defensa y la razón del falso diálogo que promueven el propio Maduro, Ernesto Samper y José Luis Rodríguez Zapatero. Perversa intención oficialista de correr la arruga de la crisis con el visto bueno de la comunidad internacional, deseosa como siempre de prevenir brotes imprevistos de caos social, poner orden en la casa mediante la mano dura de un general “arrecho” y facilitar la triste parodia de un diálogo, aunque  todas luces sea en realidad inviable, antes de que sea demasiado tarde.

Este proyecto cuenta con la aquiescencia a regañadientes de Acción Democrática (Henry Ramos Allup y Edgar Zambrano) y plena de Un Tiempo Nuevo (Enrique Márquez y Timoteo Zambrano). No para propiciar la libertad inmediata de todos los presos políticos y cambiar de gobierno en un plazo, ya vencido por cierto, de 6 meses, sino para asumir el penoso papel de vaselina analgésica a la que Marianella Salazar aludía en su columna semanal hace pocos días, con el propósito de suavizar el impacto que sin duda tendría en la conciencia de los ciudadanos el incumplimiento del compromiso adquirido por la MUD con millones de electores el pasado 6 de diciembre.

Estas son, por ahora, las coordenadas de la Venezuela que vendrá. Lo cual no garantiza que así será el día de mañana. La experiencia de estos años nos indica que lo que hoy parece categórico, mañana probablemente no lo sea. Palabras y promesas que suele llevarse el viento, sin necesidad de que nadie se sienta obligado a explicar las contradicciones ni las paradojas de sus discursos, iniciativas o inacciones. Todo ello con la excusa de que esa es la esencia más depurada del arte de la política.

Desde esta perspectiva se desprende la impresión de que no mantenerse fiel a la palabra empeñada en una campaña electoral para conquistar el favor de los votantes es el camino más normal a seguir. De ahí que ni siquiera después de la aplastante derrota del chavismo en la irrefutable jornada ciudadana del 6-D, ha impedido que la oposición emprendiera, por acción u omisión, la poco estimable tarea de transformar la nueva Asamblea Nacional y la reformada MUD, de herramientas eficientes para servir de contrapeso real a un poder Ejecutivo con desmesuradas fantasías totalitarias y promover la legítima y mayoritaria aspiración de restaurar la democracia como sistema político y forma de vida, en un lastre excesivamente pesado e insoportable. De ahí también que ahora, aunque por fortuna sólo por ahora, estos dirigentes que prefieren no ver nada más allá de sus narices, apoyados por supuesto en el razonamiento de sus escribidores de oficio, hayan resucitado la tesis planteada por José Vicente Rangel hace 14 años, de que el dilema del  gobierno y la oposición sigue siendo entenderse o matarse.

Mucho me temo que estos datos configurarán la inestable naturaleza de lo que puede llegar a ser Venezuela después de Maduro. Por eso la insostenible pretensión de cancelar el mandato popular del 6-D, la condena colectiva de la OEA y el referéndum revocatorio con el artificio de un falso diálogo, y la grosería que significa tratar de justificar esta patraña, como hicieron Zambrano y Jesús Torrealba la semana pasada, con el retorcido argumento de que la MUD se sentaría a la mesa servida por Miraflores y Unasur, ya sin condiciones, obligada por razones exclusivamente humanitarias. Sofismas y complicidad encubierta que han marcado, indeleblemente, el rumbo complaciente de la oposición desde el año 2006. Y la permanencia del chavismo en el poder.

Primera parte: Venezuela después de Maduro (I)

 

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