Nada ha cambiado

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Tomó el tren de mediodía para ir a su oficina, y aún sabiéndose distinto, sin horarios, decidió fundirse en la masa, inerte. Quiso observar y sentirse parte pasiva del tumulto.

Observó los teléfonos poseyendo a las personas, observó al hombre con el dedo en la nariz, el anciano de pie deseando un asiento que saciara sus piernas longevas y cansadas. Observó al niño inquieto y lleno de vida, deseoso de bajar de esos brazos paternos que le sostienen como el último eslabón útil de una cadena que le mantiene anclado al puesto más deseado del tren.

Pasaban las estaciones, cambiaban las caras… los ánimos eran los mismos. Todo seguía igual,

[esperando un milagro.

Era difícil para él fundirse en la multitud, porque se creía distinto, distinto como el tipo de persona que abstrae, no para ser más, si no para ver desde otro lado, simplemente.

¿Será este el ocaso, el eterno letargo de la humanidad? Se preguntó, pero a la vez recordó que jugaba ser uno más del montón, una oveja que sigue al rebaño… y las ovejas que siguen al rebaño no se preguntan esas cosas, no se cuestionan la vida.

Quería seguir un rato más jugando ese rol.

El tren arrancó, y por una desconocida razón hubo un repentino frenazo que abalanzó a la multitud amontonada hacia adelante… y se dejó llevar, ese jalón gravitatorio lo arrojó fuertemente contra la persona de al lado, y todo el tren era una caja contenida de dominoes sin voluntad, moviéndose a merced del dedo que les empuja, sometidos a una voluntad desconocida para ellos, con un conocimiento de causa nulo.

Cuestionarse es inevitable… le sedujo la idea de saber qué pasaba por la cabeza de la chica que estaba a su espalda… 1.50m de estatura, tal vez, tatuajes, piercings, un vestido negro y corto que dejaba ver sus blancas y delgadas piernas, botas negras de corte alto… recordó sus días de universitario, estudiando artes, así era su universo, así eran las personas que le rodeaban,

[y era feliz… lo sabía.

El tren avanzó, con un poco más cautela, al parecer.

La gente estaba ahí, personas de miradas perdidas, horizontes vacíos y sin luces. Una veloz revisada al celular, 1:35pm, se anuncia la próxima estación… dónde está la vida, quizás contenida en algún lugar, junto con la pasión por vivirla.

Al fin, llegó a su estación; bajó, y con él todo un tumulto de personas, la mitad de los pasajeros tal vez, estúpida concurrencia… amaba la soledad, en secreto también amaba las rutinas de su solitaria vida y sus extraños gustos.

Escaleras eléctricas, todos como estatuas…

Salió del subterráneo, el sol era candente, tenía suéter… pensaba en su habitual jugo de naranja, ¿Costaría igual? Apretó la mano en su bolsillo, se dirigió al puesto, respiro profundo… exhaló, que suerte, el precio seguía siendo el mismo… nada ha cambiado.

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