La toma de Caracas

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La muerte del dictador promete un nuevo panorama político en Venezuela, pero el momentáneo desconcierto de las fuerzas económicas y sociales que han surgido a la sombra de su régimen, no puede ser aprovechado a fondo por quienes aspiran cambios en los métodos del gobierno y la administración pública.

El Benemérito ha logrado sepultar los partidos, silenciar la opinión pública y evitar la conformación de asociaciones gremiales, es por ello que la esperanza de un futuro distinto se concentra alrededor de la Federación de Estudiantes de Venezuela, un organismo que se daba por extinto y cuyos valientes gestos, durante los carnavales de 1928, aún recuerda la ciudadanía.

Son Eduardo Gallegos Mancera, Humberto García Arocha, Luis Emilio Gómez Ruiz,  Santiago León Toledo, Luis Lander Márquez y Alberto López Gallegos, quienes, en los primeros días de 1936, reactivan el aparato de la F.E.V. y constituyen su primer Comité Directivo Central.

Esta institución representa la única expresión de sentimiento popular y en su foro se pueden escuchar distintas voces. Allí pronuncian discursos viejos políticos buscando apoyo a sus ambiciones; gomecistas arrepentidos velando por la integridad de sus vidas y negocios; uno que otro funcionario del nuevo gobierno que aspira fundar base para sus determinaciones e incluso el ciudadano común que, sin temor, solicita el derecho a la palabra.

La persona escogida por el Comité Directivo Central para fungir de Presidente de la Asamblea es el Sr. Jóvito Villalba, uno de los líderes, junto a Rómulo Betancourt y Pío Tamayo, del movimiento universitario de 1928 que, al igual que sus compañeros, sufrió la pena del presidio, la tortura y el destierro. Su designación es aprobada por unanimidad pues ha sido ejemplo de perseverancia en la lucha política y regresado al país con el objetivo de tallar su nombre en esta historia.

Tras enterarse del fallecimiento de Gómez, se presentó ante el Cónsul de Venezuela en Trinidad para solicitar visa de retorno a la tierra natal y esta le fue negada, pero aquello no fue impedimento a sus deseos de volver al hogar. En su cabeza no existía tiempo que perder, y menos en esa pendejada de pedir permiso a la autoridad de un régimen obsoleto. Entonces aprovechó la oportunidad de abordar como polizón un vapor alemán que cargaba carbón en Puerto España y tenía por destino La Guaira.

Entre las esquinas de Palma y Miracielos, en una antigua casa marcada con el número 37, establece su despacho el Presidente de la Asamblea de la F.E.V y allí, el apodado “líder del nuevo país”, recibe delegaciones de estudiantes; periodistas y representantes provincianos; se comunica por teléfono y sostiene reuniones de planificación con gente conectada a la  realidad social, política y económica del país para, luego de escuchar diferentes puntos de vista y esbozar en su mente un plan viable de gobernabilidad, tomar decisiones ejecutivas.

En la Nación, donde reinó el silencio durante 27 largos años, la gente empieza a hablar y todo el mundo parece tener una opinión y ser dueño de fórmula para cualquier tipo de problema. Desde todas partes del territorio arriban quejas y denuncias sobre el comportamiento de jefes civiles del interior y alcaides de las cárceles. La ciudadanía se está acostumbrando a plantear y discutir, en el podio de la F.E.V, asuntos que solían ser exclusiva incumbencia oficial y eso no gusta al gobierno del General Eleazar López Contreras.

El 12 de Febrero el Sr. Hernani Portocarrero, quien también ha llegado del exilio, publica en el periódico LA ESFERA un artículo titulado “Democracia o Dictadura” y cuyo contenido juzga inconveniente el Gobernador de Caracas, Felíx Galavís, quien procede a dictar Resolución nombrando una Junta de Censura de Prensa.

La reacción no se hace esperar y el 14, tan solo dos días después del anuncio de Galavís, se publica una carta firmada por los integrantes de la F.E.V. y dirigida al Presidente Eleazar López Contreras. En esta misiva abierta solicitan la derogación del decreto de suspensión de garantías, la destitución y enjuiciamiento de los funcionarios gomecistas que aún permanecen en el gobierno, el cese a la censura de prensa y la liberación de los presos políticos.

Aquella misma tarde más de treinta mil personas, encabezadas por Villalba y el rector de la Universidad Central, Francisco Antonio Rísquez, toman las principales plazas y calles de la capital en una manifestación de magnitud jamás vista en Venezuela. El poder de convocatoria del Presidente de Miracielos es impresionante y, así como un milagro de fe y audacia, los empleados de oficinas, comercios e industrias abandonan sus puestos de trabajo para unirse a este gran paro y toma de Caracas.

Al heredero del poder no le quedará otra que ceder ante la presión social. No habrá censura, se libera a los presos políticos y se terminan de echar por la borda los últimos funcionarios gomecistas que ostentan el titulo de Ministro o Presidente de Estado.

El que nada contra la corriente se ahoga.

 

Jimeno Hernández
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