Presión y negociación

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Hay presión. Mucha presión. Los referentes políticos están a tope y por estos días cada movimiento vale, y pesa.

Estamos en lo que se llama “la chiquitica”, la auténtica hora de la verdad, el momento en que la pasión y la razón deben estar de la mano, jugando en mancuerna para lograr la sinergia necesaria que permita el triunfo. Es el todo o nada.

La política es el arte de la negociación.  Para negociar hay que tener elementos de convicción, y los referentes políticos deben saber quienes son -y en qué momento- sus contrapartes.

En Venezuela está activada una negociación de grandes proporciones, con un alcance potencial incalculable. Algunos creen que la negociación está tranzada entre factores del gobierno y algunos dizque representantes de la oposición, con la intermediación parcializada de Unasur y sus asalariados expresidentes.

La verdad legítima es que el proceso de negociación está activado entre esos referentes, gubernamentales o de oposición, y los venezolanos. Si no lo entienden, si no se dan cuenta, ni no lo asumen, entonces, tan sencillo como que los venezolanos se van a cansar del juego incestuoso y buscarán otras formas de hacer política.

Los venezolanos, de la mejor manera. Civilizada, estoica, profunda, sacrificada, a veces ingenua, participan de manera directa en esta negociación política. Los venezolanos hablaron claramente el 6 de diciembre pasado, mediante el ejercicio del voto; pero también hablaron sin resquicio de duda hace apenas unos días en las calles de Caracas primero, y más tarde en las capitales de estado. Voto y calle, calle y voto, han sido sus inequívocas propuestas de negociación.

Los venezolanos insisten en ese método, mientras que los referentes políticos juegan a creer que son ellos los que dominan la escena y los que deciden qué hacer. El tiempo se agota, y en toda negociación hay límites.

Los venezolanos tienen una historia de negociaciones. Algunos creen que hay apatía o indiferencia. Que hay dejar hacer.  Ojalá que los referentes políticos no se equivoquen cuando escojan a su contraparte en la negociación.

Las cartas, según muestran las encuestas, los últimos resultados electorales y las más recientes manifestaciones de calle, ya están echadas. Ponerse a inventar a estas alturas significaría levantarse de la mesa de negociación con los venezolanos y eso, posiblemente, sea un costoso error de cálculo, imperdonable para cualquiera que pretenda ser un referente político, por mayor que sea la presión a la que esté sometido.

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