Recopilación de mini crónicas de un oeste sangriento
Catia se pinta con rojo sangre: Asesinatos, asesinatos y asesinatos

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El fin de semana pasado, entre el viernes y el lunes en la mañana, extraoficialmente se conoció que fueron asesinadas, no menos de cinco personas, en la Av. Sucre, exactamente en macro sector conocido como Catia y sus adyacencias.

Debido a la no existencia de estadísticas oficiales, o números precisos de muertes violentas, el trabajo de investigaciones periodístico, se basa meramente en lo que está hasta ahora publicado en los principales portales de información nacional.

Tres de los asesinados eran ciudadanos no vinculados con el crimen, personas trabajadoras, mientras que dos de los caídos fueron clasificados como potentes antisociales. Estos últimos se enfrentaron a funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas El (CICPC).

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Las siguientes mini-crónicas están basadas en sucesos reales. Algunos de los detalles encontrados en ellas están recreados de manera ficticia.

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-“¡Qué ironía! Hermano, en esta panadería, no hay pan, no hay harina. No hay nada.”- Comentó Sigilfredo, un joven bonachón de piel morena y futuro trazado, a su hermano Alejandro, mientras esperaban a las afueras de una panadería en los Magallanes de Catia, al oeste del municipio Libertador. Muy cerca del Hospital José Gregorio Hernández.

-“Hermano, tranquilo. Pronto comeremos.”-Respondió Alejandro, su hermano mayor,al mismo tiempo que revisaba su teléfono celular por tercera vez en menos de 10 minutos. Se desesperaba.

En ese preciso instante. En aquella tarde del domingo 16 de octubre, la muerte pasó en dos ruedas.

Dos sujetos a bordo una motocicleta de alta cilindrada que se desplazaba por las cercanías del lugar, accionaron sus armas de fuego contra la panadería.

Por decisiones del destino o por la puntería de aquellos gatilleros, Alejandro y Sigilfredo fueron alcanzados por los proyectiles, los cuales, hirieron profundamente sus cuerpos. Pequeños orificios de entradas se dibujaron en sus ropajes y por ahí mismo comenzó a escapar la sangre roja.

Al cabo de un rato, no pasó mucho tiempo, los dos murieron antes de ingresar a la emergencia del hospital. Fueron los primeros del día, según informa la prensa, en morir.

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Un metro en largo de piel y huesos se extendía a la salida de la estación del metro Teatros, Eran las siete de la noche del domingo 16 de octubre, las calles estaban desoladas; como en casi todos los puntos de Caracas. Lenín Monasterios manejaba su motocicleta, una Empire Owen del 2015; adquirida con el sudor de su frente y el dolor de sus manos, vislumbra el largo del brazo y vio quien era  la dueña de aquella extremidad  humana. –“Otra carrerita”- Pensó. Aquella joven era señorita que necesitaba ir a  “El Nacimiento” en los Frailes de Catia.

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Leínn, según fuentes oficiales, tenía 38 años al momento de morir. Vivía en Plaza Sucre y laboraba, de lunes a lunes, como mototaxista en una línea cerca del lugar en donde aceptó su última encomienda. Tenía cuatro hijos menores de edad y una esposa que lo esperaban en casa.

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El hombre de casi 40 años aceptó la carrera, en la vía a su destino conversó con la señorita, intercambiaron palabras, se comunicaron, hablar de la situación país y de la violencia todo muy normal, nada fuera común; paradojas de la vida. La última carrera de la noche, la última carrera de su vida.

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Al llegar a su destino, la joven consulta su cartera en donde busca un modesto monedero de cuero sintético color blanco con encajes de flores color pastel; algo muy femenino. –“Un momento señor, no encuentro el dinero.”- En ese mismo instante dos sujetos salen de las sobras cuales almas en penas, se mueven velozmente en la oscuridad. Lenín no observaba sus retrovisores, porque no los  tiene.

Se impacientó. En el momento en que le iba a decir a la joven de que se diera “una apuradita” sonaron los cañones de la muerte.

¡BUM! ¡BUM!

-Pendiente, el mio-

¡BUM! ¡BUM!

Sendos proyectiles atravesaron la humanidad de Monasterios quien de ipso facto se deslizó hasta dar en el frio piso de pavimento mezclado con petróleo.

Los sujetos se acercaron al cuerpo sin vida del piloto y lo remataron:¡BUM! ¡BUM! – ¡BUM! ¡BUM! –“Las trompetas de la muerte suenan otra vez.”- Le propinaron más disparos.

La joven cual súcubo nocturno y de espectral forma se perdió en las abstractas oscuridades generadas por la noche del domingo. Entre las sombras que desprenden los ranchos coloniales de zinc y ladrillos color marrón rojizo se desvaneció.–“Nadie sabe quién es, nadie supo cómo era.”

Al mismo ritmo de la huida de la joven, el dúo de asesinos, abordaron la moto de Monasterios, no sin antes despojarlo de su billetera de cuero y de su celular Android 4.2 y se marcharon a todo gas.  El cuerpo sin vida de Lenín permaneció unas horas en el lugar.

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En horas de la noche del domingo dos sujetos asesinaron, en los Frailes de Catia, al mototaxista Lenín Monasterios de 38 años de edad para robarle su motocicleta y sus pertenencias. Se mantiene la hipótesis de que los criminales trabajaron en sintonía con una joven que por última vez había requerido de los servicios de Monasterios. Informó el diario El Nacional en su página web.

Desde la medicaturia forense, mejor conocida como la morgue de Bello Monte,  sus familiares aseguraron que “En varias oportunidades le recomendamos que hacer carreras después de las 7:00 pm era un suicidio…”

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Un poco más allá de Los Frailes

El sol tenuemente iluminaba la calle. Una mezcla de amarillos y rojos se daban la mano a las seis de la tarde. El calor hacía transpirar a los ciudadanos que caminaban por la calle principal del barrio San Pedro del sector Alta Vista en la Av. Sucre, en la gran parroquia de Catia. Las doñas que andaban por la zona limpiaban el sudor de sus caras con las palmas de sus manos desnudas.

En otro punto, dos jóvenes conversaban en una licorería que mantenía su santa maria abajo, pero despachaba cervezas en vasos de plásticos blancos por una diminuta abertura. –“La cosa esta ruda, mano.”- Decía uno, el otro lo escuchaba al tiempo que tomaba un gran sorbo del líquido dorado y espumante.

Un joven, de nombre Alexis José García Contreras, caminaba por las veredas, muy cerca de ellos, a lo sumo 500 metros. Recién había alcanzado la mayoría de edad: Se sentía todo un hombrón. Aunque él mismo desconocía sus planes a futuro no sabía que estudiar o si en vez de estudiar se dedicaba a nadar en las profundas y tenebrosas aguas de los campos laborales. Por cierto, un amigo le había recomendado meter curriculums en un Call Center –“Hay siempre llaman, mano.”- recordó, al mismo tiempo, en su teléfono celular, escribía un mensaje para su novia del liceo.

-“Amor, Te am….”- Antes de terminar de escribir el texto, sus dedos temblaron por magia y sintió un gran y profundo dolor en un costado de su cuerpo, sintió varios dolores de por sí. Suspiro y al momento en que intentó ver de dónde provenía el dolor todo se hizo negro en su visión y  no vio más.

Minutos antes, un sujeto desconocido hasta los momentos, se le acercó por la espalda, empuñando un arma de fuego corta. Una Glock 9mm. Con la cual apuntó a su espalda y le disparó. El hombre, sin titubear un segundo, jaló el gatillo en varias oportunidades.

¡PUM!Las palomas volaron,

¡PUM! Las aves se asustaron.

¡PUM!Los vecinos corrieron.

Las detonaciones se escucharon por toda la manzana. Ni un alma quedó cerca. En las adyacencias del barrio todos se desvanecieron, algunos pudieron entrar a sus casas, otros corrieron y se detuvieron solo cuando las plantas de sus pies sangraron y hasta los cómodos bebedores de cervezas se desaparecieron.

Los proyectiles, que salieron volando del arma, trazaron un recorrido de ejes en X y Y hasta que alcanzaron  la arteria femoral  del joven. Uno de los proyectiles se alojó ahí mientras que los otros se perdieron en el horizonte de la tarde. Manchas rojas ensuciaron el sol.

El gatillero corrió, tan rápido como pudo y le arrebató el celular de las manos del joven herido que lo miraba con ojos blancos como la leche. Trágicamente, a un paso del más allá el joven resistió por un segundo el robo, pero las fuerzas le escaseaban y el criminal le arrebató con malicia el aparto y como llegó se fue, se perdió entre el camino de la tarde; nadie lo detuvo, nadie lo recuerda, nadie lo conoce, pero todos saben quién es y a quien asesinó.

En el suelo el joven escupía sangre e intentaba pedir ayuda. Se estaba ahogando. No podía moverse -¿Qué sucede?- Se preguntó. Los segundos le parecieron horas y los minutos años. Vio su vida pasar, como una película blanco y negro; tantos recuerdos, su primer beso, su primera vez, su primera borrachera, su primer día en el colegio, el rostro de su madre… Su madre, vaya que se pondría triste. Y luego no vio más. Negro.

Minutos, tal vez sólo cinco segundos más tardes,  los vecinos intentaron socorrer al joven que iba desangrándose en el pavimento. La madre de este llegó a la escena del crimen con los ojos empapados en trozos de lágrimas saladas gritó “-Hijooooooooooo.-” Aquellos gritos de la señora atormentaron a todos a su alrededor –“Hijo, hijo mío.”- Con ayuda de los vecinos, la mamá de Alexis trasladó hasta el Hospital Periférico de Catia al joven, donde pese a los intentos de los galenos, falleció.

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Más de 200 cuerpos se aglomeraban a lo largo de la plataforma de la estación de la estación del Metro de Plaza Sucre. En Catia. Unas 150 personas estaban sentido Propatria – Palo Verde, otras 50 eran mayormente estudiantes vestidos de camisas azul, blanca contrario a las ajugas del reloj con sentido Palo Verde a Propatria. Los olores, malos y buenos se mezclaban entre sí. Una mañana típica del lunes. A cincuenta metros por encima de la estación del Metro, en la Av principal de Catia, lejos de los metro usuarios, dos agentes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) se desplazaban una motocicleta KLR de alta cilindrada color negra a rayas verdes.

Manejaban velozmente, el piloto era un experto, esquivaba a los bachaqueros y los carritos improvisados de pastelitos donde comían algunos ciudadanos, hizo malabares con la motocicleta para no embestir a nadie ni perder su objetivo de vista.

Más adelante, a un cuarto de kilómetro o un cuarto de segundo, como mucho, en la Calle Cristo con Maury, fueron interceptados por una lluvia de pólvora gris y negro, púes a plomo parejo lo recibieron. Descendieron, rápidamente y sin esperar un segundo,se protegieron en una pared de cemento pintada de verde. .

Dos sujetos, presuntos hombres vinculados con el crimen enfrentaban a los funcionarios. Disparaban sus armas con furia, con rabia ¡CON ARRECHERA! Los proyectiles se detenían al chocar con el escudo de concreto. Ninguno hirió a los agentes. Pero uno de los agentes sí hirió a los antisociales.

Uno de ellos con dos certeros proyectiles liquidó a los antisociales. El click de los casquillos al caer al suelo dejó de oírse. Los antisociales murieron.

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Dos sujetos fueron liquidados al enfrentarse a una comisión del CICPC en la calle Cristo del sector Catia. El hecho se reportó en horas de la mañana del lunes 18 de octubre. Informaron diversos usuarios a través de la red social Twitter. La información fue corroborada al comprobar las cuentas de Twitter de diversos periodistas de sucesos; quienes, entre otras cosas, adelantaron que los sujetos atacaron a los funcionaros y que estos últimos salieron airosos del duelo de disparos.

Ramsés Rosero B.
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