Agradecida sinceridad

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Siendo inevitable, aún en medio de las más blandas o férreas dictaduras, por cualesquiera canales que lo encausen, el debate tiende a la sinceridad de los regímenes que lo soportan. Y no cabe otro gesto que el del agradecimiento, sobre todo cuando – deliberadamente o no – implica la confesión de sus actores.

El día 03/11/2016, Nicolás Maduro advirtió que, por los votos ni por las balas, no habrá alternabilidad en Miraflores, aunque apeló al comodín de la burguesía el magnífico pretexto de todos estos años.  Ergo, la única fórmula admitida es la de una autorizada, inequívoca y – acaso – plebiscitaria sucesión que tiene y tendrá de todo, menos de la existencia de una República y, mucho menos, de una que sea democrática.

Días atrás, a propósito de la decisión parlamentaria sobre el diferimiento de la discusión en torno a la responsabilidad política presidencial en la ruptura del orden constitucional, el jefe de la bancada oficialista negó la propia condición de funcionario público del mandatario, exceptuándolo de toda comparecencia o interpelación en la Asamblea Nacional. Condición ésta que tenemos los diputados, aún fruto de una libre elección, en contraste con los funcionarios de carrera, olvidó Héctor Rodríguez artículos muy precisos como el 222 y 232 de la Constitución de la República e, incluso, sentencias de la Sala Constitucional como la Nr. 1338/2002 del 25/06/2002, según lo recordara el columnista José Ignacio Hernández en una de sus interesantes y didácticas entregas.

Por cierto, decisión parlamentaria que no compartimos y, a tal efecto, consignamos nuestro voto negativo por secretaría. Mantenemos nuestra adscripción a la Unidad Democrática, un mandato superior, mas dejamos constancia de nuestras discrepancias.

Objeto de una “protección especialísima”, al que no se le puede cuestionar siquiera por su nacionalidad ni pedir que exhiba la partida de nacimiento, según el criterio de la más alta magistratura,  padecemos a un monarca absoluto que, a la hora de establecer responsabilidades sobre la pavorosa crisis que soportamos, también cuenta con la potestad de transferir las culpas a propios y a extraños. El Estado es un botín capturado y, defenderlo, implica la inaudita violencia que hemos conocido: para la más modesta movilización ciudadana hacia Miraflores, además de las balas, ya sin votos, emplea descaradamente un escudo humano, regada la avenida de carpas relucientes y de alimentos para los más ingenuos, en una escenografía que sus ocupantes igualmente agradecen.

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