La muerte de la política tradicional

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Desde el 2 de febrero de 1999 hasta nuestros días cuenta la Revolución chavista con casi 18 años en el poder, durante los cuales ha enfrentado con estruendoso éxito a casi tres generaciones de políticos, denuncias ante organismos internacionales, gigantescas marchas, elecciones, paros sindicales, paros cívicos, etc., no han podido detenerla. Las técnicas que han garantizado su permanencia van desde persecución a la disidencia, uso abusivo de los recursos del Estado, celebración de elecciones amañadas, desviación de poder, incomprensión, etc.

La situación política, económica y social que vive Venezuela hoy en día no es más que la más grande expresión del éxito de la Revolución. El alto costo de la vida, la escasez de medicinas, alimentos y todo tipo de recursos, la inseguridad jurídica y la exagerada dependencia de la vida privada a las dadivas del gobierno, y la violación de los derechos humanos, no hacen más que dibujar un Mega Estado que decide que se come, cuando y donde. La mesa está servida para celebrar el triunfo de la Revolución. Para quienes aún comentan escandalizados: si seguimos así esto va a terminar como Cuba, les tengo una terrible noticia, ya estamos como en Cuba o quizás peor.

Definitivamente, si algo ha garantizado la estabilidad de la revolución durante estos casi 18 años, ha sido su incomprensión. El creer y repetirse a diario Chávez es un ignorante, Maduro es tan solo un chofer de bus. Ellos no saben lo que hacen. El país se está cayendo a pedazos y ya esto es insostenible. La gente no se va a calar esto. La verdad es que ellos si saben lo que hacen, todo esto está muy bien calculado, solo que no se parece a lo que uno desearía para su país. Con el perdón de los políticos, yo la verdad no he participado ni en una elección de condominio, pero solo se necesita sentido común para reconocer el  fracaso en el que han resultado las técnicas usadas hasta ahora.

Debemos empezar por entender a nuestro adversario y hacer una estrategia cónsona con ello. Un gobierno acusado de tener vínculos con las FARC-narcotráfico, mantener grupos irregulares dentro de las ciudades, manipular a su antojo las fuerzas armadas, el poder judicial, CNE, fiscalía, etc., no puede ser enfrentado usando las mismas técnicas que un gobierno tradicional. Mientras que la disidencia se maneja dentro de los límites de la política tradicional, el gobierno no tiene límite alguno. Si gana una elección avanza aplastando a su adversario como si se tratara de un campo de batalla, y si pierde la elección huye hacia adelante o bien repitiendo la elección hasta que la gane o nombrando autoridades paralelas.

Hay que aceptar de una vez por todas que el gobierno que pareciera ser incapaz o ignorante, no lo es sino que por el contrario conoce muy bien lo que está haciendo y cuáles son los efectos. Sabe cómo dominar a la población y aplacar a los políticos cuando estorben. Mientras que mantiene a la gente ocupada tratando de satisfacer las necesidades más básicas, como agua, gas, medicinas, alimentos, trabaja incansablemente en construir esa relación de dependencia absoluta del ciudadano con el Estado. Con una mano mete en la cárcel sin juicio alguno a más de un centenar de ciudadanos y con la otra mano le hace lobby al Papa y al gobierno de USA para suavizar la opinión pública internacional.

Sin embargo, no todo está perdido. El gobierno no es inderrotable. Dentro de todo este panorama desolador y de la difícil situación que los venezolanos estamos viviendo, por primera vez la Revolución en sus casi 18 años tiene a una abrumadora mayoría sumamente descontenta con sus políticas. El año que viene la economía promete solucionar lo que la política tradicional no ha sido capaz de hacer y esto es una oportunidad de oro, para la sociedad entera pero sobre todo para los políticos disidentes para enderezar el entuerto, entender de una vez por todas el adversario que tenemos e iniciar los cambios necesarios para emprender una nueva forma de hacer política que rinda frutos frente a un gobierno descaradamente corrupto que controla todas las instituciones y usa a su antojo los recursos públicos para garantizar su permanencia en el poder.

Víctor Bolívar
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