La vía delictiva al socialismo

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¿Cuál es el aporte del chavismo al marxismo contemporáneo? Menuda pregunta para una escuela política e ideológica que lleva a otras sobre la existencia de un movimiento político y social que, así denominado por comodidad, expresa una profunda descomposición propia de la sociedad rentista que somos, por no indagar en torno a una interpretación que ha perdido el viejo rigor, sobre todo en torno al teoría del plusvalor y del reduccionismo de clase, según  la calificación alcanzada por sus más críticos militantes europeos.

Por lo demás, en Venezuela luce exagerado indagar alrededor de un inspirado  leninismo, trotskismo e, incluso, gramscianismo, por cierto, a pesar del esfuerzo ensayístico de Jorge Giordani en los últimos años. Optamos por validar las alternativas de ascenso y entronización en el poder del estalinismo, maoísmo, titoísmo o, decisiva y definitivamente, el castrismo del cual padecemos una forzada sublimación.

Hay un relato guevarista para la realización de un socialismo que llaman de este siglo, pero que, meramente  voluntarista, agudizando nuestros fracasos históricos, se levanta impúdicamente, dejando de lado las llamadas condiciones objetivas, improvisando constantemente a la sombra de una industria petrolera que ya quebró, indiferente ante los supuestos más elementales de la escuela y paridor de sendas clases sociales, obviamente privilegiadas, resumidas en la boliburguesía y los pranes. Ambos, extremos de una misma y radical descomposición, en el contexto de un Narco-Estado, imperan afincándose en una población crecientemente  lumpemproletarizada, sojuzgada por el Estado Cuartel.

La venezolana, ha sido una vía delictiva al socialismo en más de un sentido. No sólo por la generalizada corrupción que explica un insondable quebrantamiento ético,  sino por las prácticas delictivas que, variadas, informan los propios afanes de supervivencia de los elencos del poder con una poderosa didáctica de dislocación de toda mínima noción de supervivencia. Detalle que faltaba, la decisión de sacar  de circulación los billetes de cien bolívares, en un plazo que ha actualizado las angustias y carencias de la población ya tiroteada por la inflación, genera una fortísima sospecha alrededor de una despiadada pugna de mafias, con tendencias que se impondrán a otras, desde el poder subastador de las oportunidades.

La delincuencia común, cuyos estamentos decisivos enlazaron y condicionan al Estado, no es – precisamente – la que cae en los macabros operativos de la OLP, dejando intacta las tasas históricas anuales de homicidios que les sirve de credencial. Por muy críticos que seamos respecto a sendos hechos históricos, nunca antes se había visto un ascenso del comunismo de perfiles tan pavorosos, sobre los hombros de una dirigencia moralmente putrefacta y comprobadamente indolente.

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