¿Le han dado la semana pasada Nicolás Maduro y Julio Borges un vuelco definitivo a la confrontación política en Venezuela?
¿Nace una nueva oposición?

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Hace 13 meses la realidad del país era otra. Jesús Torrealba había logrado la proeza de meter en un solo saco electoral a todas fracciones de la galaxia opositora y un mes después de aquella excepcional jornada, el entusiasmo de los electores tuvo la impactante virtud de galvanizar en torno al discurso retador de Henry Ramos Allup, presidente de la nueva y democrática Asamblea Nacional, la voluntad y la esperanza de cambio del pueblo opositor.

Al terminar el año 2016, sin embargo, el saldo de la MUD y la Asamblea Nacional es decepcionante. Los venezolanos se sienten más solos y desprotegidos que nunca, acorralados en el callejón de la peor de las desolaciones. La sistemática debilidad muscular de Torrealba, de Ramos Allup, de la MUD y de la Asamblea Nacional fue la causa de que a lo largo del  año pasado se haya despilfarrado aquel inmenso capital político conquistado en las urnas del 6 de diciembre. Hasta que al llegar el país a este indignado mes de diciembre, con la Asamblea Nacional convertida en patético jarrón chino por los continuos desmanes del régimen sin otra respuesta opositora que el más inútil tremendismo verbal, y con la rendición incondicional de la MUD, transformada quién sabe por qué  en cómplice eficiente del régimen en una Mesa llamada de Diálogo pero cuya verdadera y única finalidad, como en tantas otras ocasiones anteriores, ha sido oxigenar a un chavismo que 80 por ciento de los venezolanos rechazan sin contemplaciones.

A este rotundo fracaso de la MUD y de la Asamblea Nacional debemos sumar el fracaso irrefutable de un régimen que sólo consiguió profundizar aún más la magnitud de la crisis. La escasez de alimentos y medicinas, la inflación galopante, la devaluación sin límites y la violencia sin cuartel de un hampa que actúa con impunidad pasaron a ser los signos de identidad de una Venezuela que a fuerza de decaer ha terminado convertida en nada.

Torrealba y otros voceros de la MUD han admitido públicamente la gravedad de esta situación y la responsabilidad de sus dirigentes. Incluso han señalado la necesidad urgente de refundar una alianza que sólo parece servir a sus jerarcas. No sólo ajena por completo al compromiso adquirido con los electores de cambiar de presidente, gobierno y régimen en un plazo no mayor de 6 meses, sino que sus representantes en esa inaudita mesa llegaron a comprometerse con los representantes del régimen a respetar las sentencias del TSJ y enfrentar la “guerra económica” desatada contra Venezuela por los enemigos de la revolución. Una revolución, por cierto, que acosada por sus propios delirios, y ante lo que pueda pasar en los próximos meses, con el visto bueno de Maduro o sin él, en previsión de los posibles males por venir, designó a Tarek el Aisami, el duro e implacable gobernador de Aragua, como vicepresidente ejecutivo de la República.

El discurso de Julio Borges al asumir la Presidencia de la Asamblea parece señalarle al país un nuevo rumbo. En todo caso, el núcleo de su contenido es explosivo. Por una parte advirtió que Maduro gobierna fuera de la Constitución y eso, sostuvo, “es inaceptable.” Por otra parte anunció que este lunes la Asamblea declararía “la falta absoluta” de Maduro. Por último, y es el primer dirigente político que lo hace, exhortó a la FAN, no a sublevarse contra el gobierno, sino a crear una nueva relación con el pueblo para devolverle su vigencia a la Constitución, y a los venezolanos el derecho a votar.

Se trata, sin la menor duda, de un claro distanciamiento de la posición reiterada a todas horas por Ramos Allup contra cualquier injerencia del estamento militar en la vida política del país, a pesar de que la fuerza histórica de Acción Democrática, su partido, surgió de su alianza con el mundo militar el 18 de octubre de 1945. Y a pesar de la decisiva mediación militar en el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Una audaz postura ante la cual tanto el gobierno como los partidos de la oposición tendrán que fijar posición, ya. A favor o en contra. Sin ninguna vacilación.

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