Venezuela y su civilización caótica

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Jueves 9 de febrero, 5 de la tarde, pleno apogeo de la hora temida “hora pico” en la estación Plaza Venezuela, transferencia hacía la línea 3 esa que está cerca de la transferencia a Zona Rental. Las escaleras se encuentran colapsadas, las personas se acumulan en la planta superior esperando que pronto llegue un tren para poder estar más cerca de salir de ese infierno. Las quejas, los empujones, las peleas, los insultos y el calor eran aderezados con la melodiosa voz de Nicolás Maduro que salía por los altavoces de  la estación, efectivamente debíamos escuchar la cadena de radio y televisión, un remedio perfecto para calmar los ánimos tan caldeados de aquel lugar.

Bajar las escaleras se convertía en toda una proeza, los empujones de la gente que iba detrás de ti no te dejaban bajar con cuidado, en un instante podías terminar con los dientes en el borde de un escalón, sabemos que estamos cansados después de un largo día de trabajo, sabemos que estamos hartos del calor y la multitud, pero aun así nada justifica ese comportamiento que los impulsaba a gritar con odio visceral “¡¡¡mueveeetee!!!”, “¡¡permiso allá hay espacioooo!!”, no se daban cuenta que allí adelante no cabía ni la   más pequeña de las partículas.

Por fin llegas al andén, el calor se hace mucho más insoportable, puedes ver con gran odio como aquellos dignos representantes de nuestra desdichada reputación de “vivos criollos” se acumulan en el andén de desembarque, esperando abordar el tren sin empujones y obviamente tomando un asiento con completa facilidad, sin una pizca de remordimiento, sin una pizca de vergüenza abordan el vagón casi escupiéndole el rostro a los del andén   vecino ¿cómo no puedes odiar tanto descaro mientras vives el infierno intentando hacer lo correcto?.

Por fin llega el tercer tren desde que llegaste a la transferencia, ya era momento de abordar, sólo dos filas de personas están delante de ti, sabes que podrás abordar ese tren. Lamentablemente la gente empieza a entrar por todas las direcciones entre insultos y fuerza bruta, tus esperanzas de entrar al vagón aún son altas pero para tu mala suerte las personas que están delante de ti se quedan inmóviles, no piensan abordar este tren, la gente te empuja y no sabes que hacer, solo te queda usar la fuerza bruta también para abrirte paso y embarcar con la esperanza de terminar esa pesadilla.

¡Aleluya! lo logras, estás dentro de un vagón rodeada de personas, sin aire acondicionado, tan apretada que eres incapaz de tomar una bocanada de aire, a un paso de que sufrir un desmayo. Luego de un lento recorrido llegas a tu destino, debes usar fuerza bruta para salir porque a los demás no les da la gana de cederte el paso, sales con el cuerpo lleno de golpes, acalorada y cansada de ese pedacito de infierno pensando “maldito Metro”, no te queda otra opción, el día de mañana debes abordarlo de nuevo, es parte de nuestro mundo cotidiano aquel caos.

Es entonces cuando te preguntas… ¿qué pasaría si en el Metro se cumplieran las reglas?, si la gente no abordara el tren desde el andén exclusivo de desembarque, ni nadie se empujara, si se respetaran los unos a los otros, ¿no sería mucho más llevadero nuestro caótico día a día?.

Efectivamente lo sabemos, sabemos que nuestra sistema político y nuestra economía son un desastre total pero… ¿no han pensado en la posibilidad que las cosas mejoren?, en el fondo sabemos que muchos de nuestros problemas seguirían pasando porque los empeoran los mismos ciudadanos, independiente con un mejor gobierno seguiremos siendo los mismos venezolanos “vivos” que estamos acostumbrados a ser.

El cambio debe venir de cada uno de nosotros, ¿queremos que se acabe la corrupción?, pues dejemos ser corruptos, la corrupción la vemos desde ese “pana” que te saca fácil el pasaporte por un módico precio hasta esa “amiga” que trabaja en un banco y te ayudo a sacar la tarjeta de crédito en poco tiempo, ¿queremos que las calles sean mis limpias? entonces hagamos jornadas de limpiezas comunitarias, mantengamos nuestros espacios, no lancemos la basura en el suelo, no dejemos el vaso en la butaca del cine o la bandeja en la mesa de la feria del Centro Comercial, ¿saben lo mucho que podemos cambiar nuestra cotidianidad con pequeños actos?

Estamos complemente conscientes de que Venezuela es un caos pero ¿qué hacemos para por lo menos protegernos de tormenta?, es nuestro momento de tomar conciencia, de pensar seriamente en organizarnos y buscar la manera de ser mejores ciudadanos.

Recuerda que de nada vale quejarse, las quejas nos enferman, nos llenan de odio y agotan nuestras mentes, acciones voluntarias por más pequeñas que sean son las que nos ayudarán a resistir, de nada vale alimentar el incendio con palabras vacías sin acciones productivas.

Para cambiar al mundo debes cambiarte a ti mismo, sé el cambio que deseas ver en el mundo.

Ana Daniela Valero
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