Hablemos de café

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Desde que somos muy pequeños los venezolanos sabemos, cuándo un café es bueno. Está dentro de nuestra gnosis identificarlo. A pesar de las malas políticas que agobian al productor cafetalero, la cultura y el amor al café vive en la población venezolana quién trabaja para que nunca le falte el sabor de su fruto.

En la casa de un venezolano abunda el aroma a café cada mañana, antes de salir al ruedo de la rutina. Así como, en las apaciguadas tardes, al son de la brisa y el lejano cantar de los pájaros. Su sutil aroma nos lleva, de vuelta, a momentos del ayer. Un venezolano no olvida su primera taza de café. No olvida la magia de probar aquella bebida «prohibida», para muchos en nuestra etapa de infancia, porque «el café es para la gente grande» pero, que nos alcahueteaban suavizándolo como «guarapo» para acompañar el pan dulce de la merienda o, nutriéndola aún más, con leche, para el desayuno. Aquella bebida que, luego de tener la «edad», nos enamoraba de las tardes, o nos deleitaba cuando lo disfrutábamos, en compañía de nuestros amigos, inspirando nuestras conversas…

Hoy, los venezolanos esperamos desde nuestros fogones, el día que  Venezuela reconquiste aquel espacio de reconocimiento nacional y mundial que nos ha brindado la calidad de nuestro café, mientras la generación joven surfea la ola para reposicionar a nuestro país a su nicho de «Excelente café… Excelente Taza». Nuestra generación orgullosa y emprendedora, se inclina a estudiar ese mágico mundo que define su excelencia en términos de calidad, composición organoléptica, su clasificación desde la cosecha hasta la degustación,  para la coronación del desafío.

Café… semilla noble y cargada de las energías mas puras de la tierra, esperamos el día que seas tratada con el honor que mereces para que nos deleites con tu inigualable nobleza.

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