El pan nuestro de cada día

El pan y la pobreza han  caminado siempre agarrados de la mano por los imaginarios del planeta. Los Miserables de Víctor Hugo, buscaban desesperadamente el pan por las calles de París. Los Mártires de Fermín Toro, cenaban únicamente con pan y agua, Heidi, era alimentada por su abuelo con pan y leche de cabra. Es decir, el pan es el alimento salvador del pobre  y en Venezuela, es el acompañante de cualquier comida.  Confeccionado con harina de trigo o de maíz,  en  ambos casos, el concepto es el mismo: el alimento que nos sostiene.

No hay ningún motivador,  desde  religioso hasta  peenelista que no compare una vida  digna con el pan, porque éste, es la metaforización del bienestar  y la biblia lo reafirma en cada uno de sus libros. Pero lo más destacado es el padre nuestro: danos hoy nuestro pan de cada día.

En los años 50, muchos Joao llegaron huyendo de la miseria que dejó la guerra en Europa e instalaron sus panaderías en Venezuela, especialmente en Caracas, y ratificaron la cultura del pan. Luego, los gochos,  expertos también en panadería, perfeccionaron esa cultura con sus  camaleones, bocadillos,  quesadillas,  etc.,

Pero ¿qué ha pasado en los últimos tiempos? Ha pasado que el pan se ha puesto cuesta arriba e inalcanzable. Las panaderías hacen un esfuerzo por conseguir la harina, y cuando la tienen, racionan la venta del pan. Interminables colas en las calles de Venezuela para comprar un mendrugo, es decir, una canilla o un campesino, que era el pan de los pobres hace unos 20 años.

Ya era muy duro  para los panaderos sostener un precio regulado, y fueron subiéndolo  paulatinamente,  pero para los consumidores era peor, pues la inflación y la precariedad de los salarios alcanzaba solo para unos pocos panes mensuales.  

Ahora la orden es acabar con las panaderías para frenar el alza de los precios, y  expropiarlas para dárselas a los CLAP, medida descabellada y paleolítica obviamente, que minimiza el esfuerzo y la inversión de esos panaderos enviándolos a la basura; más desempleo, más miseria, más hambre. Los bandidos autorizados, entran a los establecimientos y toman el local a lo Juan Charrasqueao, pistola en mano y  cuchillo en pecho. El amedrentamiento es sistemático e incisivo: si no vendes al precio que te digo, te robo y tengo permiso desde arriba para robarte.

Por qué no dicen que el control de cambio es uno de las medidas más corrosivas que ha tenido el país y que justo una de las consecuencias es el alto costo de la harina aunado a todo lo que implica la producción del pan: personal, gas, electricidad, bolsas, papel, etc.

Por qué no le explican a la gente que  si no hay siembra de trigo y producción de harina no hay pan. Por qué no hablan sobre lo difícil que es mantener un precio por debajo del valor que realmente tiene un producto. Por qué cada día, desde el poder se quiere inutilizar e invalidar la inteligencia del venezolano. Por qué no se le explica a la población que la expropiación de panaderías obedece al plan macabro de control del poder a través de la miseria y el hambre.

Es muy difícil la convivencia con la injusticia, la impunidad y el abuso.  Las panaderías expropiadas, a pocos días de este desafuero, ya lucen como edificios de postguerra; paredes sucias, puertas cerradas, carteles escritos a mano con los  horarios para la venta del pan “socialista”,  no se come pan los fines de semana, sólo de lunes a viernes en horario de oficina, también se ven  consignas patrioteras y dibujos mal hechos de próceres de la Independencia.

La gente murmura,  protesta, luego se resigna. Otros caminan agachados, en silencio, pensando que su único sustento ahora ha desaparecido. Los últimos días del mes son los más difíciles;  poco dinero, poca comida en la despensa, nada de pan. Los depredadores  empistolados,  exhiben carteles con las palabras Amor y Paz  y ríen  porque saben que harán su agosto en marzo.

La promesa de que acabarían con los pobres ha sido cumplida. Miles de venezolanos mueren a diario por desnutrición o falta de medicinas y los más pobres son los más vulnerables,  los miserables, los mártires, ellos  ponen sus cuerpos para inmolarlos ante la revolución.  La vida se lleva poco a poco pero también se mengua.  Sólo queda pensar en el futuro y construirlo desde ahora con coraje y determinación,   porque como decía Víctor Hugo: El futuro tiene muchos nombres: para los débiles: es lo inalcanzable. Para los temerosos: lo desconocido. Para los valientes: es la oportunidad.

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