Correa comprendió desde el principio de su mandato que la verdadera oposición la constituían los medios de comunicación
Ecuador: elecciones muy mediáticas

La Revolución Ciudadana del presidente ecuatoriano Rafael Correa le debe mucho a la palabra, tanto escrita como declamada por el propio interesado. Y las elecciones presidenciales que le dieron el triunfo el pasado 2 de abril a su sucesor, Lenin Boltaire (¿Voltaire?) Moreno, fueron igualmente un forcejeo mediático entre la mayor parte de los medios de propiedad privada, en la oposición, y los 43 canales de información que, desde su primera jura en 2006, creó el correísmo. Por su verbo los conoceréis.

Correa, consciente de que había destruido el sistema de partidos heredado de 1978, marcó el tono de su presidencia cuando declaró que aquello iba a ser «una lucha», junto a la evidencia de que la verdadera oposición la constituían los medios de comunicación. Para imponer su versión de país, desarrollado y asistencial para las necesidades de los no favorecidos, no contaba solo con la palabra sino con la domesticación de la palabra ajena, por medio de una ley de comunicación que proyectaba una sombra autoritaria sobre lo que se decía y escribía en el país. Y hoy una de las grandes incógnitas es cómo manejará ese instrumento el presidente Moreno, que tomará posesión el 24 de mayo.

Melifluo y complaciente, al menos en el uso de la palabra, el sucesor se ha ilustrado con perlas como: «Si no vives para servir, no sirves para vivir» o «Todo es motivo de felicidad, incluso los momentos ingratos son preámbulo de momentos gratos». Y siempre una de sus grandes constantes, el recurso a «la medicina del humor y de la risa, porque cuando está, el dolor no puede estar». Nada más lejos del abrasador estilo del aún jefe del Estado. El oponente de Moreno, el banquero del Opus, Guillermo Lasso, tiraba, en cambio, de argumentos más tradicionales como que «Ecuador vive en la dictadura de un partido político» y había que prepararse para «un escenario de fraude electoral», con lo que se curaba en salud anticipando la protesta sobre futuras irregularidades en la segunda vuelta, cuyos resultados, en cualquier caso, ha avalado la OEA. El líder conservador, no desdeñaba, sin embargo, el recurso al neologismo cuando preveía un «reperfilamiento de la deuda».

Ni uno ni otro se extendían sobre sus respectivos programas de los que hasta hoy poco se sabe, comportándose más como adversarios que como competidores. Pero en lo que hay consenso, no solo entre los críticos de la Administración, sino hasta mordiendo en los círculos del poder, es en que nada volverá a ser igual en Ecuador, tras el desplome de los precios del crudo. Como dice el analista Simón Pachano, ganara quien ganase, estaríamos ante un «cambio de época», en el que aunque el bolivarianismo estuviera de capa caída, no desaparecería el correísmocomo un gen instalado en la conciencia agradecida del ecuatoriano medio. Y eso se reflejaba en el tono de la segunda vuelta, cuando las encuestas no eran necesariamente favorables al candidato oficialista, en la que el apóstol de los buenos sentimientos acusaba a Lasso de «banquero corrupto y de doble moral».

César Ricaurte, director de Fundamedios, organización creada para defender la libertad de expresión, documenta en esa lucha por la palabra que ha habido en estos 10 años de correísmo «4000 agresiones a periodistas y sanciones a 600 medios». Y Pachano añade que «si ha terminado la revolución ciudadana, no así elcorreísmo como fenómeno caudillista, que seguirá presente por largo tiempo. Es probable que lo perpetúen las decenas de juicios que se instruirán desde momento en que no pueda controlar la Justicia, pero ahí estará».

La victoria del oficialismo debería permitir a Correa, como ha prometido, retirarse a sus cuarteles de invierno en Bélgica, de donde es su esposa, al menos el tiempo de un mandato para volver como el Deseado. Pero hoy sigue viva la presunción de en qué medida Moreno tendrá que gobernar con una sombra posada en el hombro. Y, con ello, la prensa de oposición en el país de los dos hemisferios.

Creditos: El País 

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