El estancamiento del seis

El pueblo venezolano despierta tras un nuevo amanecer. Mientras el país entero se prepara para salir de sus casas a la vez que el Sol se coloca en el horizonte y otorga sus primeros destellos matutinos, recuerdos de tiempos de esperanza emergen. Nueve años han pasado desde que los partidos opositores al gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez decidieron unirse bajo una misma consigna y le dieron nacimiento a la Mesa de la Unidad Democrática.

Una madre prepara los desayunos para sus hijos a las 5:30 AM mientras abre la nevera parcialmente vacía y piensa en cómo administrar los pocos ingredientes que tiene, recuerda el 2012, cuando la coalición opositora retaba por primera vez al presidente Chávez en un país en donde la polarización aún estaba presente. Las primeras oportunidades reales de derribar al chavismo quedaron sepultadas con la derrota de Henrique Capriles Radonski, pero aún se respiraba un aire de optimismo de cara al futuro.

Un universitario afronta el vaivén de uno de los trenes del Metro de Caracas pasadas las 7:00 AM y experimenta el festival de olores y sensaciones provocadas por el exceso de personas que abordan el mismo vagón. Al escuchar música y resguardar sus posesiones de un posible hurto, reflexiona sobre aquel abril del 2013, cuando se presentó la revancha electoral entre el representante de la Mesa de la Unidad ante el heredero de un recién fallecido Chávez, Nicolás Maduro. Su primera vez ‘mojando el dedito’ con la idea de un mejor mañana y una victoria segura, terminó por derrumbarlo al escuchar a la rectora del Consejo Nacional Electoral decretar al hijo simbólico del “Comandante Eterno” como nuevo presidente de la República. Otro fracaso se había gestado en el seno opositor.

Al rincón de una mugrosa y fétida celda en donde sofoca el calor del mediodía, un preso político piensa en sus compañeros heridos, encarcelados y fallecidos a causa de las ‘guarimbas’. Se cuestiona si realmente valió la pena apostar su vida y ceder su libertad a cambio de un ideal de cambio, si hizo lo correcto al escuchar a los líderes políticos que aún no han conseguido que él y sus compañeros sean liberados. Anhela salir, pero quiere ver una Venezuela mejor a la que dejó cuando fue apresado. Sabe que fuera de las celdas poco ha cambiado, que su lucha no generó nada positivo, y que sus líderes mantienen una lucha que no saben concretamente cómo ganar.

En un abasto, uno de sus dueños permanece solo frente a la caja, se pregunta por qué nadie entra al local a las 1:00 PM y se responde a sí mismo que es a causa de un sistema económico desarticulado. Cuando deja de sacar cuentas en su cabeza para determinar la fórmula mágica que lo salve de bajar la santamaría de forma permanente, recuerda aquel anuncio que vio en el televisor al cierre del 2014, que indicaba la selección de Jesús “Chúo” Torreabla como nuevo Secretario general de la MUD. No tenía una idea clara de qué significaba este cambio, pero los medios le vendieron un prometedor discurso cuando la crisis económica empezaba a hacer verdadera mella en el bolsillo de los venezolanos. A más de dos años de aquel anuncio, se pregunta qué cambio generó Chúo.

Alrededor de las 3:00 PM, se forma una enorme cola con más de 50 personas en una panadería. Entre los hambrientos trabajadores y estudiantes que culminaron sus actividades temprano, se encuentra una maestra preocupada porque no quiere que con sus hijos pase lo mismo que con decenas de alumnos en su colegio, que no colocan ningún alimento en sus pupitres a la hora del recreo. Resignada, piensa en la euforia que tuvo cuando la MUD ganó las elecciones parlamentarias del icónico ‘6D’. Aún no comprende cómo aquella promesa de cambio, de un mejor futuro para sus niños, se desvanecería como el resto de los discursos de los representantes del parlamento, cada vez más repetitivos y menos creíbles.

Llega el ocaso y los rezagados que no pudieron hacer las colas en los automercados desde temprano para adquirir los productos básicos porque debían trabajar, tratan de alcanzar un milagro al hacer las colas vespertinas. Con la idea en mente de que ya los populares ‘bachaqueros’ han arrasado con todo, un obrero mantiene en su cabeza la duda de qué habrá pasado con el referéndum revocatorio del que tanto habló la MUD hasta hace apenas un semestre. Recuerda cuando el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, prometió sacar a Maduro de Miraflores en seis meses y con frustración piensa en todas las oportunidades desperdiciadas, en un diálogo que nunca prosperó. Su fe en “La manito” expiró.

Llega la noche y el país entero disputa una complicada partida de dominó, el juego se trancó y el seis ha sido nuevamente la pieza clave. El 6 de diciembre, día que generó un mar de sentimientos positivos, quedó en el olvido. Los seis meses en los que Allup prometió el cambio político, se duplicaron hace rato, y los seis años del mandato de Maduro, parecieran estar destinados a cumplirse en su totalidad.

No obstante, cuando la luna llena se visualiza en el firmamento, una nueva luz llena al pueblo de esperanza. Un joven se asoma en la ventana de su cuarto y le echa un vistazo a la calle. Asustado, observa manifestantes enfrentando cuerpos policiales y escucha el eco de docenas de las ollas de sus vecinos resonando con desespero. No sabe bien lo que pasa, pero sabe que algo grande está por ocurrir, lo presiente. Y sus papás están seguros de ello, desde el momento en el que Luisa Ortega Díaz decretó el hilo de la ruptura constitucional a manos del TSJ y todos los organismos internacionales abrieron una puerta con un letrero que decreta: el momento es ahora.

La media noche se acerca, y la carrera por el cambio antes del nuevo amanecer se hace cada vez más vertiginosa. El objetivo ahora parece más claro que nunca, se busca otro estancamiento, pero esta vez el del oficialismo y los seis años que esperan cumplir bajo la autocracia de Maduro.

El pueblo reaccionó, no es momento para dormir. Petare, La Vega, Puente de Hierro, Los Teques, El Paraíso, Ruiz Pineda… El país está más despierto que nunca y lucha con pasión por lo que cree. Mientras que Nicolás y su comitiva solo esperan que la pesadilla se acabe, mientras se ocultan en sus sábanas y tratan de ignorar la realidad, huyen de ella, como el presidente huyó de San Félix ante la “avalancha de amor” que solo expresaba el odio contenido de un país furibundo.

El país cuenta, sufriendo de insomnio, los minutos que faltan para que amanezca. A la espera de un mañana más optimista, de un horizonte más claro, de una posibilidad más concreta, de un cambio próximo, de un motivo para seguir adelante y definitivamente, a la espera de que el estancamiento esta vez se produzca del lado del oficialismo.

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