Debemos sacar fuerzas de flaqueza
Editorial #357 – Hoy más que nunca

No es solo la crisis política la que ha llegado a un nivel sin precedente en la historia del país. En paralelo, la crisis económica y social sigue siendo motivo de espanto. La nación con la inflación más alta del mundo, niveles de escasez de alimentos y medicinas de un país en guerra, los índices de inseguridad que hacen de Caracas una de las ciudades más peligrosas del planeta, ahora también presenta informes de salud que son trágicos.

Tras casi dos años de ausencia de datos, el Ministerio de Salud publicó recientemente los boletines epidemiológicos semanales de 2016. En estos, se dan las cifras acumuladas de 2016 y se comparan con las de 2015. Se registra un aumento del 30% en mortalidad infantil y de un 66% en mortalidad materna. De acuerdo con estas mismas cifras oficiales, el año pasado murieron en Venezuela 11.466 niños menores de un año, lo que implica un aumento de 30% en comparación con lo ocurrido en 2015, cuando esta cifra se ubicó en 8.812. A estos números se suman los reportes de un preocupante incremento en los casos de difteria y malaria.

Inmediatamente después de la publicación de estos informes, Maduro destituyó a la ministra del área, Antonieta Caporale. Decir la verdad en un gobierno como el chavista es un pecado imperdonable. La solución es siempre la misma: censurar la realidad, como si con eso dejará de serlo. Como si con no publicar lo que la gente vive y siente cada día, la mentira pudiera ser eterna. No se dan cuenta que los venezolanos abrieron los ojos para no cerrarlos más y es por eso que, desde hace casi 50 días, están en las calles exigiendo un mejor futuro.

Son tan fuertes las historias que nos dejan los días de lucha en Venezuela que contener las lágrimas es casi un acto imposible. Las imágenes nos muestran jóvenes con toda la vida por delante que mueren o son heridos víctimas de la represión, cuando su único delito es querer un país libre. Abuelos que apenas pueden caminar, pero que resisten con dignidad la arremetida de las fuerzas policiales. Mujeres, hombres, jóvenes y hasta niños en pie de lucha, algunos que no conocen lo que es vivir en democracia, pero que están dispuestos a dar la vida por ella.

Los ciudadanos están en la calle porque tienen hambre, pero también porque tienen sed de libertad, que solo podrá saciarse cuando logren vencer la batalla más importante de sus vidas. De la que depende si sus hijos, y quizá los hijos de sus hijos, podrán o no crecer libres.

Los venezolanos ahora son más venezolanos que nunca. Muchos se han reconciliado con los valores fundamentales que permitieron construir una sociedad libre, líder y solidaria. Esos valores que en los últimos años estaban perdidos, porque el miedo se había apoderado de ellos, pero no pudo acabarlos. Hoy, tatuados en el pecho orgulloso de millones de personas, son su mejor escudo.

Para que nunca más una próxima generación tenga que vivir lo que hoy vive la nuestra, debemos sacar fuerzas de flaqueza y luchar hasta vencer.

Hoy como nunca. Hoy más que nunca.

Miguel Velarde
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