Economía para la gente
La política es la Libertad (III)

En el artículo anterior, a manera de ilustración, y de una larga lista, destacamos tres hitos de nuestra historia político-económica: la estatización del Banco Central (1974), la consolidación de la estatización de la industria petrolera (1976) y la sustitución de importaciones por la misma época; como ejemplos de lo que ha venido ocurriendo en el país desde los años sesenta del siglo XX: un Estado que ha ido quitando el poder económico de las manos de sus naturales dueños y gerentes, la sociedad civil.

Luego, comenzamos a argumentar de lo necesario y provechoso que es para la sociedad, entender y aplicar la Dignidad y la libertad como principios guía de las políticas públicas. En esta entrega continuamos con esta argumentación.

Una vez que el Estado emprende la ruta de ser interventor y empresario, es difícil detenerlo. Y si nos creemos la hipótesis planteada más arriba, como sociedad iremos perdiendo las libertades económicas, aceleradamente, hasta perder incluso las libertades civiles y políticas.

Esta ruta podríamos esquematizarla de la siguiente manera:

  • El Estado ve una supuesta «falla de mercado» (generalmente son fallas inducidas por el mismo Estado)
  • En aras del bien público el Estado se ve, con su «mente maestra», llamado moralmente a intervenir y llevar a la sociedad a «mejores» niveles de bienestar.
  • El Estado aplica la receta: controles de precios, restricciones a la competencia (monopolios y concesiones), y se hace empresario.
  • Crece el tamaño del Estado y consecuentemente el gasto público.
  • Pero esto hay que financiarlo: más impuestos, más deuda, más monetización del déficit (más inflación)
  • Pero esto tiene consecuencias: escasez, inflación, desempleo, pobreza, delincuencia. servicios ineficientes. corrupción, conflictividad social, pérdida de libertad, tiranía.

Una vez que el Estado comienza, es difícil detenerlo… él, a fin de cuentas el estamento político, por sí solo tiene pocos incentivos para detenerse en ese avance, porque siempre podrá justificar su intervención: ve una «falla», interviene, contraría el sano principio de subsidiariedad, produce malos resultados… y en lugar de reconocer que el error estuvo en el primer control, decide controlar más; lo que se conoce como «la huida hacia adelante». Pretende resolver errores con más errores, y lógicamente no se resuelve el problema, más bien empeora.

Entonces se empiezan a ver programas del Estado para «resolver» los problemas de la sociedad, cada vez una lista más extensa: ¿escasez de alimentos? se crea un organismo, una burocracia y unas medidas de intervención y control para ello… ¿encarecimiento de la vida? se crea otro organismo, una burocracia y unas medidas de intervención y control para ello… ¿escasez de divisas? se crea otro organismo, una burocracia y unas medidas de intervención y control para ello… ¿pobreza? ¿inseguridad? ¿malos servicios públicos? se crea otro organismo, una burocracia y unas medidas de intervención y control para ello… ¿No funcionan estas pretendidas «soluciones»? se crea ahora un súper-organismo, una súper-burocracia y unas medidas de súper-intervención y súper-control para ello… es decir, se crea el control del control anterior que no funcionó… Pero el detalle está en que lógicamente no iba a funcionar.

¿Y qué medidas o políticas sí funcionarían? pues aquellas alineadas a la Dignidad Humana y a su inmanente Libertad. Toda política pública debe estar alineada a la Dignidad Humana. La política, el sistema de gobierno (por ejemplo, la democracia), y el sistema económico, están para servir a la persona y su dignidad; no al revés: la persona sirviendo a la economía o a la política.

Bueno amigos, por razones de espacio detengámonos en este punto, por los momentos. Continuaremos argumentando que la política necesaria es la Libertad y el respeto a la Dignidad humana, en el próximo artículo.

Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

Rafael Avila
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