Periodismo en tiempos de fantasía y resistencia

Recuerdo que mientras estudiaba en la universidad escuchaba a varias personas cercanas decir que “quien estudia periodismo es porque es rico o flojo”. Tal comentario me despertaba pesadez en el cuerpo, y sin titubeos, me hacía vomitar mi respuesta: “Por rica no estudio comunicación social, seguramente lo hago por floja”.

Más allá de lo fracturada que se ha visto la libertad de expresión desde que el ex presidente fallecido Hugo Chávez llegó al poder, siempre ha existido un grupito –sin fundamentos, pero atrevidos- que se ha encargado de menospreciar el oficio del periodismo.

Durante mis cinco años de carrera, algunos personajes merodeaban a mi alrededor y afirmaban que “los periodistas se mueren de hambre”, incluso, habían unos más osados que insistían en que “esa profesión no tiene futuro en este país”.

Hoy desearía verlos por un huequito a todos, y admirar cómo los “que no tienen futuro en este país” están trabajando bien fuerte por mantenerlos informados, a toda costa, en medio de una gran nube de delincuencia, impunidad e injusticia, y sobre todo, con un Internet que parece algún karma viejo que no hemos pagado.

Sin menospreciar otras profesiones, creo que los periodistas se han ganado un importante papel en la sociedad, porque durante más de 100 días de protestas antigubernamentales, han dejado el corazón, las energías y el pensamiento en cada suceso, en cada herido, en cada asesinado, en cada hecho de represión, en cada detención, y en innumerables acontecimientos, que sin duda, han ocasionado un cambio drástico en sus vidas, porque ahora más que nunca están cerca de la noticia, y muchas veces, esa noticia es tan palpable, que llega a lesionarlo, a aprenderlos, a lastimarlos. A colapsarlos.     

Entre el país que quiero y el que estoy construyendo

Un número considerable de mis compatriotas piden ser reconocidos por el Gobierno, por los Poderes Públicos, por organismos internacionales, y por todo aquel que aún no haya entendido, luego de más de 7 millones y medio de votos en la Consulta Popular, que no estamos de acuerdo con la Constituyente, que deseamos un nuevo Presidente de la República, que pedimos a gritos un país seguro, con oportunidades como arroz picado y con una economía que nos permita comprar por varios meses, el pan de sánduche al mismo precio.

De esa suma de personas, hay un pequeño fragmento que exige respeto, verdad y sentido común, pero se enojan cuando un portal web sube una foto a sus redes sociales en la que se muestran 10 de 12 locales que no se unieron al paro cívico, y rápidamente, corren a denominar al medio “chavista”, “comprado por el Gobierno”, simplemente porque dice una verdad; que probablemente no es la que todos queremos leer o ver, pero es la que está sucediendo. Porque hay quienes trabajan en entes públicos y no se pueden arriesgar a perder su empleo, por lo menos no en un país como este. Porque hay quienes ven en la Asamblea Nacional Constituyente una forma de “conquistar la paz”, así sea a través de la demagogia que ejercen sus dirigentes, o porque simplemente aún siguen el legado de un comandante que no es galáctico, ni eterno, ni mesías y mucho menos libertador.

Cuando nosotros, los del lado apropiado de la historia solicitamos educación, tolerancia y respeto, debemos ser conscientes de que eso mismo debemos estar dispuestos a dar. Porque en la política, y en las sociedades, no hay medias tintas, hay negro o blanco, y no se puede andar por ahí, haciéndole caso omiso a lo que tanto predicamos.

En estos tiempos, es oportuno que actuemos desde el respeto y los valores, es imperativo que pongamos a andar la máquina del entendimiento –aunque hayan muchas cosas que ya no tengan sentido-, a veces es mejor fingir demencia o argumentar con fundamentos, antes de simplemente criticar o no hacer entender a la otra parte, con razones bien argumentadas, que esta guagua va en reversa, como diría Juan Luis Guerra.

Es tiempo de convertirnos en los ciudadanos que se merece Venezuela, dejando a un lado nuestros fanatismos ideológicos y nutriendo el poder de la empatía. Incluso, es tiempo de que nosotros mismos reportes la verdad, y no la que nos conviene, sino la que ocurre a nuestro alrededor. No hagamos eco de noticias no confirmadas, ni difundidas por medios de dudosa reputación. Comencemos desde el principio, hagámoslo bien, aprendamos a informar, a informarnos.

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