La dictadura son más que nueves letras

La palabra dictadura siempre causó revuelo en los tiempos de mi niñez. Recuerdo escuchar a mis abuelos, padres, y maestros hablar con ira al mencionar esas nueve letras. Mi abuelo Felipe Toledo, quien fue comunista hasta el día de su muerte, mencionaba lo difícil que había sido para su generación el luchar contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Persecuciones, allanamientos, torturas no solo a los disidentes políticos (como muchas veces se nos ha dicho) sino a todo aquel que pensara distinto.

En la escuela, los maestros de historia de Venezuela dedicaban meses de cada ano escolar a ensenarnos los horrores de la dictadura y lo difícil que fue consolidar la democracia en el país. Por si fuera poco, han sido infinitos la cantidad de libros publicados contando los horrores que vivió la población en general durante las dictaduras en Venezuela, en especial la dictadura militarista de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958).

La historia que se lee en libros no es la misma que se vive en carne y hueso. Como muestra de ello, el caso del profesor Isaac López, querido y respetado amigo por quien hoy quiero alzar la voz. Nadie más autorizado para contarnos esta historia que el propio Isaac, quien es destacadísimo historiador de mi Alma Mater (La Universidad de Los Andes) y además paisano, porque ambos venimos de la misma tierra llamada Paraguaná.

Isaac López quien reside en la ciudad de Mérida, se encontraba en Paraguaná haciendo una investigación para su trabajo doctoral de tesis, y luego de haber estado por más de 40 días sin servicio de electricidad ni agua, decide como cualquier ciudadano lo haría, salir al frente de su casa con una olla a cacerolear para manifestar su inconformidad con la ausencia de servicios públicos en la región.

La falta de agua y de electricidad por más de un mes ni siquiera causó molestias en las autoridades de la región, pero una olla sonando clack, clack, clack parece haberlos alarmados al punto que enviaron una comisión policial, lo montaron en una camioneta y así comenzó el proceso Kafkiano que aun luego de cuatro días lo mantiene tras las rejas. No hubo siquiera una explicación de su detención, acto seguido le propinaron una golpiza, lo metieron en una celda, lo trasladaron a otra, estuvo los 3 primeros días durmiendo en el piso sin colchoneta, al cuarto día le permitieron una colchoneta que llevó un familiar. Quienes lo detuvieron, levantaron un acta donde se afirma que fue encontrado con bidones de gasolina y que había quemado la alcaldía de Pueblo Nuevo.

La más burda arbitrariedad policial empezó con su detención y continua en el diferimiento de las audiencias judiciales de un día a otro para mantenerlo detenido. El día lunes probablemente se de la audiencia, donde el juez decidirá si hay razones para continuar con su detención o si por el contrario lo libera. Yo quisiera llamar la atención del Colegio de Abogados del Estado Falcon, del Foro Penal Venezolano, de la comunidad en general a que colaboren de la forma que puedan en este caso.

Sobre todo quisiera llamar la atención del juez que tendrá en sus manos esta decisión. Es muy probable que tanto el fiscal que lleva el caso como el juez que decidirá, recibieron alguna llamada de arriba, anunciándoles cómo van a acusar y cómo decidirán. Quisiera no olvidaran que ese poder de decidir es un poder momentáneo, los cargos públicos vienen y van, si tienen alguna duda de ello, vean a su alrededor y hacia arriba y busquen cuántos de esos magistrados que algún día los llamaron siguen en sus sillas y cuántos de ellos ya no están. Esos mismos servicios públicos que perturbaron a Isaac seguramente no serán del agrado de ustedes mismos.

Esta dictadura esta fuera de control, de todos, aunque especialmente de ustedes depende, que la justicia vuelva a brillar en este y muchos casos, y se le ponga un punto final a este capítulo oscuro de nuestra historia, cuyos autores, cómplices y consecuencias serán indudablemente conocidas por las generaciones de venezolanos que verán el exabrupto de considerar a un historiador, cuya única arma ha sido una olla sonando, una amenaza para la sociedad.

Víctor Bolívar
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