Editorial #387 – ¿Hasta cuándo?

Nada ha cambiado en Venezuela, aún así tengamos “alcaldes” escogidos al son de la dictadura. El país se derrumba y las vísperas de un colapso cantado por muchos ya son palpables en el día a día: apagones constantes, sistemas en línea caídos, transporte paralizado, falta de efectivo, escasez generalizada, hiperinflación indetenible y, así, un sinfín de golpes de realidad que le recuerdan a los venezolanos que no importa cuántas “elecciones haya” bajo el manto del régimen, el país no cambiará para mejor.

Creer que lo que ocurrió ayer fue una elección y, peor aún, que quienes se postularon a esa farsa van a poder “gobernar” localmente, no sólo es seguir jugando con la expectativa de una ciudadanía que, cada vez más, desconfía de los liderazgos que alguna vez le representaron, precisamente por preferir una ruta que, con un discurso de mentira, obvió la verdad más dura: el voto en Venezuela no vale nada, sino también es garantía de humillación para quienes por “defender” espacios, tendrán que agachar la cabeza a una fraudulenta “constituyente”. Es, además, sonreírle al perverso juego de un grupito que hasta hace nada se sabía perdido y hoy respira tranquilo porque le dieron oxígeno.

El país está demandando coherencia y dignidad. Ambas cosas, tan difíciles de encontrar, son el único escudo que podrá conducir a Venezuela a un cambio político, sin distracciones ni falsos diálogos o elecciones de mentira. Aún así, algunos, por “defender” espacios, siguen cediéndole espacio a la derrota moral y al juego de un régimen que, sin piedad alguna, no tiene temor de seguir conduciéndonos a la miseria.

No es hora de seguir culpando a la gente de las malas decisiones de una oposición de cogollos que lo único que pareciera hacer es no oponerse a nada. Esa misma oposición prefirió no ser una amenaza creíble que hiciera retroceder al régimen, para convertirse en el rostro complaciente de un fraude y de un sistema que, de no ser cambiado cuanto antes, irá acabando con los venezolanos, uno a uno.

Notablemente, dirán que lo ocurrido el 10D fue culpa de la abstención, pero nunca de los dirigentes. Dirán que fue culpa de la gente, pero nunca de quienes prefirieron, incluso, aceptar que la “anc” no es un punto de discusión en República Dominicana, antes que exigir su disolución. Siempre será culpa de otros, de los que no confían y de los que dijeron “ya basta”, pero nunca de los que llevaron al país a este sendero y este punto.

Los venezolanos saben que su vida no mejorará bajo este esquema. Saben que sus problemas locales seguirán allí, tocándoles la puerta, junto al hambre y la incertidumbre. Si no hay cambio de régimen, no hay cambio de nada, así hoy haya nuevas caras adjudicadas a una farsa que le lava la cara al régimen.

Hoy, Venezuela sigue siendo la misma y, la verdad, es que merecemos algo mucho mejor. Cuando entendamos definitivamente que el sistema –por completo- debe cambiar, será cuando el país se enrumbe definitivamente hacia la libertad. Para ello, necesitamos políticos lúcidos, convencidos de la urgencia y de la ética de la lucha, que asuman responsabilidades y que vean en la gente, más que votos, ciudadanos a los que hay que devolverles la esperanza, las ganas de vivir y, sobre todo, la confianza.

Venezuela sigue siendo la misma, ¿hasta cuándo?

Pedro Urruchurtu
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