La experiencia gastronómica, o «No solo de pan vive el hombre…»

Cada vez cobra más fuerza la disciplina denominada Neurogastronomía, y es que cada día más nos damos cuenta que la experiencia humana es holística y no se encuentra parcelada de manera tajante, como una vez pensaron los griegos. Y es que eso de ser cuerpo, mente y espíritu ya no se trata de aspectos distintos del hombre, y que en realidad son partes de un todo en cual se retroalimentan constantemente.

Así, la experiencia de comer la entendemos no simplemente como un acto de sobrevivencia. Hoy comer significa además placer, celebración, socialización. De hecho, cuando queremos celebrar algún acontecimiento en nuestras vidas, lo primero que pensamos es en “salir a comer”. Luego, el comensal busca no solo buena comida, sino también que ese momento sea de verdad placentero. Y es que, según nos explica la Neurogastronomía, nuestro estado de ánimo influye significativamente en nuestro modo de percibir la realidad, incluyendo el sentido del gusto, por lo que si nos sentimos agradados, un plato puede parecernos más apetitoso que si estamos de mal humor; es allí donde puntos como atención, decoración y organización, pueden ser los grandes aliados o los peores enemigos de un local gastronómico.

Ahora bien, amigos dueños de restaurantes, ¿dónde comienza todo eso?.
La experiencia de comer en algún lugar fuera de casa, no comienza cuando nos atiende amablemente el mesero o cuando nos colocan el exquisito plato en la mesa, ¡no!; comienza incluso el tipo de comida o local que queremos visitar; sigue cuando llegamos y el parquero o el portero nos atiende cordialmente o de mal humor, así comienza a construirse un proceso perceptivo positivo o negativo, que puede terminar en convertir a su cliente en la mejor valla publicitaria andante o en el peor y más vengativo de sus detractores. Esa experiencia continua luego dentro del local: cómo están dispuestas las mesas; qué sensación producen, de orden o anarquía; la iluminación: tanta que encandila o tan poca que adormece; la acústica: los sonidos se ahogan o escuchamos hasta los chismes que se cuentan en la cocina; el estimulo a los sentidos: hay una explosión de imágenes en un mar de televisores acompañados de un sistema musical que no se complementan, o todo forma parte de una atmosfera determinada; el lugar esta limpio: cómo se ve, cómo huele, hay un buen sistema de extracción de olores y de humo de la cocina, o da la sensación de que todos allí salen oliendo a cochino frito; ¡los baños!: ¿cómo están los baños?  Los baños son a un local comercial, lo que los modales son a una persona… Si usted recién comienza a salir con alguien bellísimo, que parece recortado de una revista de moda, pero sus modales son terribles, ¡huya!, o acepte desde ya que cuando le tengan confianza de seguro le espantarán!… Definitivamente, nunca entenderé esos locales en los que al entrar a sus baños te transportan a un negocio de carretera, como si estuvieses de viaje, rumbo a “La Masacre de Texas”.

Y así, necesitaríamos más líneas para ahondar en los diferentes aspectos que componen la buena restauración; pero para finalizar, lo más importante para quienes invierten en este negocio es conocer ¡La venganza del cliente!.

Esta demostrado estadísticamente que de cada 100 comensales mal atendidos, 90 no regresarán, cada uno de esos noventa se lo contarán a 9 personas en promedio, para un total de 810 personas escuchando malos comentarios acerca de su local; luego, de esas 810 personas, 13 se lo contarán en promedio a 20 personas más, para sumar 260 personas hablando de la mala experiencia que tuvo alguien que conoce, sobre haber ido a su restaurante. Son cifras como para pensárselas… así que, si usted tiene un restaurante, párese y vaya ahora mismo a los baños a revisar si están limpios!

Lester Davila
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