Chávez y el culto a la personalidad

Desde su estadía en la cárcel luego del frustrado golpe del estado de 1992, la imagen de Chávez comenzó a ser mitificada por parte de algunos grupos y figuras vinculadas a los medios de comunicación que venían desde hace tiempo atizando una campaña de desprestigio al régimen democrático controlado por los partidos AD y COPEI.

Aquello fue alimentando cierta añoranza por la figura de un «hombre fuerte», capaz de acabar con la  «sinvergüenzura» en que se había convertido Venezuela. Las referencias a viejos dictadores como Gómez y de modo particular al general Pérez Jiménez, eran un lugar común en la conversa política de los venezolanos de a pie.

La liberación de Chávez a finales de marzo de 1994, más que una noticia del día, fue todo un show mediático orquestado de forma directa o indirecta por esos mismos que dieron vida al frankenstein político creado en los laboratorios de opinión política. Titulares de prensa  nada cándidos como «salió el hombre que salvará al país», o «la esperanza está en la calle», son reflejos del claro propósito de magnificar la figura de Chávez en el espectro político.

Pese al discurso abstencionista y antisistema que Chávez empleó entre 1994 y 1997, éste finalmente fue convencido de «tomar el camino democrático» para alcanzar el poder. Una vez posesionado de la Presidencia de la República, Chávez concentró su atención en acrecentar su poder personal, por medio de la intimidación y la confrontación para generar la ruptura del equilibrio de poderes. En fin se hizo del ropaje democrático para gobernar a su antojo.

Chávez propició un alto grado de personalización de la política en franca contradicción con la democracia protagónica y participativa de la que tanto alardeaba. Cada una de las elecciones celebradas a partir de 1999, con motivo del «proceso constituyente», fueron trastocadas en comicios plebiscitarios en donde Chávez era el principal, sino único protagonista. Los venezolanos debían escoger entre Chávez o contra Chávez. Todo lo demás era accesorio.

El resultado concreto de la Constituyente de 1999 fue la redacción de una Constitución a la medida de los dictámenes del presidente Chávez. Sus asesores de imagen y propaganda no dudaron en apelar a los viejos pero efectivos principios goebbelianos para ensalzar la figura mesiánica de Chávez. Aun cuando sus técnicas y procedimientos no llegaron a ser publicados por Joseph Goebbels, ministro de propaganda del III Reich, estos fueron recogidos en once principios por varios especialistas en comunicación.

En adelante su poder no conocería límites en la esfera nacional, pues él era el líder, el caudillo y a fin de cuentas «el pueblo y la patria hecha carne».

Durante la hegemonía chavista, se reforzó como nunca la idea del providencialismo y mesianismo arraigado en el imaginario colectivo. Todo ello calzaba perfectamente con los mecanismos clientelares y paternalistas creados alrededor del Estado venezolano dueño de la renta petrolera a lo largo del siglo XX.  Ahora no serían los partidos políticos los administradores de tal privilegio, sino el voluntarismo de un hombre que llegó a considerarse «condenado a gobernar hasta que Dios quisiera».

La propaganda oficial del chavismo puso en marcha una avasallante campaña mediática para divulgar toda gama de mensajes falsos con el objetivo de manipular la credibilidad de la población e incidir en su voluntad.  En esa labor, ha estado de manifiesto otro principio goebbeliano, consistente en la trasposición de responsabilidades, es decir, crear una realidad paralela y cargar sobre la oposición los errores propios del mal gobierno chavista.

Pero lo cierto es que Chávez embotado en su halo de invencibilidad y egocentrismo, se dedicó a arremeter contra todo aquel que lo contrariara, incluso hasta condenar a los infiernos» a todo el que atreviese a contrariar sus decisiones. Su verbo encendido estigmatizó a sus contrarios con los epítetos más escabrosos posibles, hasta rallar en lo escatológico.

El debate político en tiempos de Chávez quedó reducido a una simpleza maniquea: el bien contra el mal. Donde por supuesto, él se apropió como excelente ejemplo de los «falsos profetas» anunciados en el apocalipsis bíblico, de principios sublimes que ante la mirada de una población temerosa de volver al pasado y perder las migajas que recibía, optaba por abrazar la causa de la revolución.

Ese fue el verdadero Hugo Chávez, un pendenciero, un resentido, un farsante que alcanzó el poder para terminar de llevar al país al foso de la más terrible crisis que hayamos vivido los venezolanos en toda nuestra historia. Su mal ejemplo, repercutió en el incremento de la violencia, los delitos contra las personas y sus propiedades. Y peor aún, sentó las bases para convertir a Venezuela, tal como lo afirmara Aníbal Romero, en una sociedad fallida.

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