*Recopilación de artículos especiales, basados en la experiencia y observación de artistas que transitan por Tribus Café Cultural
De si fuése posible otro Círculo de Bellas Artes: Escritores

Sobre qué debe hablar la columna de un café, como debe escribir la columna de un café la persona encargada de colocar sus dedos sobre las teclas, hacia dónde brinca el corazón del escritor cuyo destino se realiza a puerta cerrada de sí mismo, por qué caminos se transita cuando al alma se desborda y no hay cómo socorrerla. Sobre qué debe hablar la columna de un café. ¿De recetas?, ¿de las personas sentadas en las mesas?, ¿de las personas detrás de la barra? o, simplemente, ¿de lo que se viene entre las manos cuando se toma café?, suponiendo que dicho café recoge y clasifica la semana entera. Y cuando hay personas detrás de la pantalla, que leen los artículos, que sienten, que viven, que transitan semanas, ¿sobre qué debe hablar la columna de un café?

¿Debe el escritor sentirse como sí mismo o debe sentirse alguien más? y ¿alguien que quisiera alcanzar a ser o alguien que ya está siendo en otra parte? Es de preguntarse si alguien se lo pregunta, así, así, cotidiano, sin pena alguna, “quién está detrás de las palabras”. Qué forma tiene, qué le gusta, qué le disgusta, si será agradable o un pesado, qué cosas se pregunta, a qué lugares habrá podido ir en los últimos días o si se enfermó, si es que ya lo sabe todo o si de vez en cuando se vuelve a plantear, por ejemplo, sobre qué debe hablar la columna de un café. En Venezuela.

Y es en las cortas risillas al final de pequeñas frases donde se le encuentra, y en los sueños que teje con tela de araña cuando nadie le ve, y en la más acertada incomprensión de quienes aseguran comprenderles; he allí la morfología de los hacedores de una obra que muchos han ido queriendo dejar en el olvido (las letras). Se les encuentra en el debate del universo demencial que llevan por dentro, en la frustración por los obstáculos que les impiden dejar de ser cobardes, en el borde de la decisión final antes de comenzar a materializar los pensamientos, si decir lo que se piensa ante todo o pensar en el otro primero, si se será capaz de sostener todas y cada una de las palabras que se escriben. Por otro lado, el lector se preguntará qué libros lee un escritor, o si leerá todo el tiempo, si será posible -así como sería de indignante- que el escritor pueda caer en largos valles de debilidad para el hábito de la lectura, se preguntará de qué se inspira un escritor y si son en verdad las palabras su refugio, su único refugio y cómo es que se refugia en ellas. En cambio, otro escritor se preguntará cómo le hace un escritor para inspirarse de nuevo, para no caer en lo trivial, para marcar la diferencia con escritos sin igual en el espacio y tiempo, otro escritor se preguntará también dos cosas, cómo traer el peso perdido de la emoción sobre una labor que debería ser emocionante, cuando se escribe en Venezuela y cómo llegamos a conocerle -al otro escritor-, conocerle de sentarnos en una mesa a pasar las tardes, hablando de lo posible y lo imposible y cómo a veces no tienen diferencia. De si es más divertido irse del país o quedarse y organizarnos para tratar de ser héroes, como lo hicieron en el 28, de replantearnos el significado de vivir y el propósito de existir solo porque hacerlo sin propósito es muy deprimente, de organizarnos y sumarnos, en la clandestinidad de ser necesario, como lo vimos en algunas buenas cinematografías, para desarrollar la efectiva resistencia y el cambio, de qué hacer cuando todo se está rindiendo, de qué nos diferencia de lo común -preguntas incomprensibles para lo común.

¿Sobre qué debe hablar la columna de este café? Bueno, no debe hablar de cosas tristes ni malas, ni siquiera en los días tristes y malos, debe hablar de esperanza en el plano de lo factible, sin mentir, incluso en los momentos de mayor incredulidad, debe hablar con certidumbre y renovación, para no espantar al lector. Pero debe expresar lo que lleva dentro, su propia certeza, para no trabajar desde el sinsentido, para saberse en realidad merecedor de llamarse escritor. En Venezuela, debemos hablar lo imposible aún posible -¿o es al revés?-, de localizarnos, juntarnos, transformarnos, enseñarnos, apoyarnos y morirnos juntos si es que hay que morir, pero regresar, porque hay que volver a unir el círculo. Debemos gritarlo, que estamos aquí, o allá, para hallarnos, al fin y al cabo, somos mejor en equipo que dispersos. Que sea el café, entonces, nuestra plataforma para el primer paso, que sea el guayoyo nuestra oportunidad.

(Palabras de un escritor)

Barbara Uzcategui
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