La diáspora venezolana, una crisis regional

Diariamente familias enteras huyen buscando refugio en naciones vecinas. Colombia vive una crisis que comienza a ser atendida con ayuda de la OIM y la ONU. Brasil también ha anunciado medidas que buscan palear la emergencia social en el fronterizo estado de Roraima. ¿Está preparada la región para la ola de refugiados venezolanos?

Muchos de quienes emigramos de Venezuela en los últimos años, hemos venido denunciando sistemáticamente una crisis regional producto del éxodo de cientos de miles de personas que huyen de la crisis económica. El colapso ha ocasionado una desbandada de venezolanos que era impensable hace apenas un lustro.

La destrucción del aparato productivo, la escasez de productos básicos, el hambre, la falta de medicamentos e insumos para atender a los enfermos y el ambiente hiperinflacionario que pulverizó al bolívar, expulsa diariamente a familias enteras que corren buscando refugio en naciones vecinas. Refugio. Los venezolanos que huyen no son inmigrantes ordinarios que cruzan la frontera persiguiendo nuevos horizontes. No. O por lo menos no en el sentido optimista de esa frase. El caos los impulsa a correr, cruzar trochas y caminos de tierra, ríos y quebradas, selvas y bravas mareas caribeñas, abandonando todo. Con la promesa de nada. Obligados espiritual y materialmente a iniciar de cero sus vidas, donde quiera que lleguen, si es que llegan. Cientos han muerto en el camino.

Pongamos en contexto el tema. A principios de siglo con el ascenso del chavismo al poder, una diversidad de empresarios, emprendedores y profesionales venezolanos abandonaron el país buscando un sitio más agradable para sus proyectos. Luego de la reelección de Hugo Chávez en 2006 se inició un proceso de migración ascendente hacia Estados Unidos y Europa como principales destinos. Posterior a 2011, esta línea se incrementó notoriamente y a partir de 2013 comenzó a registrar números sorprendentes. A mediados de 2017 se hablaba de más de 2.500.000 venezolanos en el exterior. En enero de 2018 hay investigadores con información, extraoficial claro, que elevan ese número a más de 3.000.000. Aproximadamente 37.000 cruzan diariamente la frontera con Colombia, y buena parte no regresa.

Colombia, el principal vecino, ha expresado que no quiere llegar a considerar a los venezolanos como “refugiados” por el contexto diplomático que esto pudiera derivar. Sin embargo, el hermano país abrió el primer “Centro de Atención Transitoria” para venezolanos, un albergue gestionado por la Cancillería, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Alcaldía de Villa del Rosario (Norte de Santander). Los 2219 kilómetros de frontera están repletos de caminos que dan un abanico de oportunidades al contrabando y al tráfico de personas, como ya se ha visto en la frontera con el estado de Roraima en Brasil y también en las islas del Caribe que rodean a Venezuela. El éxodo no se detiene.

El presidente Juan Manuel Santos anunció el 8 de febrero[1] una serie de medidas para intensificar los controles migratorios, reforzar la seguridad en la frontera con más de 3000 agentes (“Operación Esparta”) y crear centros de asistencia para atender las necesidades más urgentes de los recién llegados especialmente de niños y niñas. En esa misma línea, el presidente Michel Temer, firmó una medida provisional que articula el trabajo del Ejecutivo, Legislativo y Judicial para abordar la “emergencia social” decretada por el estado de Roraima[2]. Datos oficiales confirman que en 2017 al menos 50 mil venezolanos entraron a Brasil por Roraima y solo en enero de 2018 se registraron 10 mil más.

La crisis venezolana puede arrastrar a Colombia, un país con una economía más diversificada y pujante, con similitudes culturales e históricas, pero con marcadas diferencias institucionales. No son países iguales. Es verdad que en la década de los ochenta y noventa millones de colombianos migraron a Venezuela huyendo del conflicto con las FARC, el ELN y los grupos paramilitares. Pero también es cierto que eso no sucedió en un par de años, como sí está pasando en el caso venezolano. Otro dato relevante es que más de cuatro millones de colombianos-venezolanos aún viven en Venezuela y pueden estar deseando regresar, como muchos lo han hecho. ¿Dónde hospedar tantas personas? ¿Dónde emplear tanto recurso humano? ¿De dónde saldrá el servicio de salud y la asistencia social, educativa y de servicios básicos? Colombia es un país que ha avanzado mucho y todos los indicadores así lo demuestran, pero tiene retos como cualquier otro. En la actualidad su economía enfrenta una desaceleración. El desafío de tener a un Estado fallido como vecino puede colapsar a la República de Colombia y convertirse en un ciclón que impacte fuertemente a todo el vecindario. Las ciudades y pueblos del Roraima brasileño también lo viven. Aparte, se han evidenciado brotes xenofóbicos en Panamá, Perú, Ecuador y República Dominicana.

No obstante, en la región quedan gobiernos que no han reconocido públicamente la crisis migratoria producida por el colapso venezolano, aun cuando en sus territorios el número de ciudadanos venezolanos recién llegados se ha disparado superando cualquier pico histórico: Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Uruguay, República Dominicana y Ecuador.

Comparemos con un caso fresco en la memoria del mundo: la Guerra Civil Siria es uno de los eventos con mayor número de desplazados en la historia reciente. Aproximadamente 6000 sirios escaparon diariamente de su país. Desde 2011 hasta la actualidad, más de 5 millones de personas huyeron, ocasionando una tremenda crisis de refugiados para la Unión Europea, un bloque de 28 países donde están varias de las economías más desarrolladas del mundo. ¿Qué razones hay para que la masa de venezolanos que escapan de una guerra no declarada, pero igual de sangrienta, no generen una crisis igual o peor en América Latina? ¿Está preparada la región? ¿Qué acciones se están tomando para abordar esa situación? Colombia se apegó a la ONU… ¿y el resto? ¿Quién habla de este tema?

Queremos que este terrible episodio termine transformándose en una oportunidad para que Colombia, Brasil y los vecinos territoriales y del Caribe, puedan añadir mano de obra de todos los pelos al desarrollo de sus economías, salvando a los venezolanos y salvando a la región. ¿Es posible que el liderazgo político latinoamericano se lo plantee?

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