Economía para la gente
¿Esperanza?… ¡Sí hay!

Sin duda la situación actual es terrible. Sufrimos todos de una implacable escasez de los bienes más básicos para vivir, inflación desbordada, desempleo, pobreza, y más calamidades; todas producidas por un modelo económico que sólo iba a generar esto. Un modelo caracterizado por intervención del gobierno en la economía: irrespeto a la propiedad privada, desestímulo a la empresarialidad, pretensión inalcanzable de un estado-empresario, déficits fiscales cubiertos con inflación, impuestos elevados, irrespeto al estado de derecho, inseguridad jurídica, controles de precios (de bienes y servicios, de cambio, tasas de interés, salarios), desestímulo a la competencia, monopolios, y medidas proteccionistas. Y como reflejo de este arreglo (o desarreglo) institucional: se invirtieron los valores, se da un permanente irrespeto a la dignidad humana y a la vida, no hay libertad económica, no se valora el trabajo, ni el mérito ni el esfuerzo.

Reflexionar sobre cómo llegamos a esta situación económica, es un imperativo moral. Debemos aprender la dura lección para no repetir errores y lograr una sana relación Estado-sociedad, que garantice la prosperidad económica, el bienestar del ciudadano de a pie, y que al final sea garante de la democracia y de las libertades políticas y civiles. Se trata de lograr una institucionalidad que promueva, incentive, el bienestar económico para todos: la empresarialidad, la productividad y el empleo sustentable y de calidad.

Una relación Estado-sociedad en la que, sobre todo la sociedad, se entienda que la producción es anterior a la distribución, en el sentido que si no se produce, no hay nada que distribuir. Por lo tanto debemos enfocarnos en ser productivos y competitivos, para que la “torta” crezca. Cuando la torta es de un tamaño fijo, si unos quieren tener más porción, necesariamente deben quitarles a otros; entonces es preferible que la torta sea cada vez mayor, y que todos tengamos más.

Parece imposible ver esperanza en toda esta terrible situación; en tanta oscuridad. La fe es una creencia que no está sustentada en pruebas; es la seguridad producto de una promesa hecha en algún grado. La esperanza es creer que el mañana es mejor, pero partiendo de una realidad. No es de manera ilusoria.

Pero sí hay señales para tener esperanza hoy en Venezuela, en medio de tan terribles e inéditas circunstancias. En las universidades quizá es más fácil ver estas señales, en la interacción con los jóvenes alumnos.

Con ajustes básicos en la economía, este país despega: con respeto a la propiedad privada, con facilitar que la gente monte empresas (tarifas e impuestos sencillos y bajos, procedimientos sencillos), una moneda estable y Estado de Derecho, se liberarán las fuerzas creadoras de la gente, la innovación y el emprendimiento.

Con un gobierno y Estado respetando y cumpliendo el Principio de Subsidiariedad, tendremos un gobierno proveedor únicamente de bienes públicos, por lo tanto reducido y poco interventor en la economía.

Así Venezuela despega rápido. No nos llevaría generaciones lograrlo, como algunos podrían pensar. Y no estoy siendo iluso ni pecando de excesivo optimismo.

Por ejemplo, y para tomar sólo un indicador económico que es muy importante, sino el más: la experiencia latinoamericana en hiperinflación; la historia temible de las hiperinflaciones de Brasil, Argentina, Perú, y Bolivia. En nuestro caso sentimos terrorífica la escalada de precios, y nuestra inflación actual es de cinco dígitos medios; la situación de esos tiempos en esos países vecinos fue terrible como la nuestra. En esos casos se llegaron a sufrir niveles astronómicos de inflación hasta de 4 dígitos altos, y en menos de un año pasaron a inflaciones de dos y hasta de un dígito. Es decir, cuando un pueblo decide hacer las cosas que se deben, se logran los objetivos: no se trata de milagros económicos, ni de fórmulas mágicas; todo tiene su explicación y razón de ser, así también la prosperidad económica y el bienestar de los pueblos. Y en nuestro país no sería ni será distinto: cuando decidamos poner freno a la hiperinflación, en cuestión de menos de un año tendremos tasas de inflación de un dígito.

Este país, Venezuela, tiene tanto potencial que hay muchas personas y empresas, foráneas y nacionales, grandes y pequeños, esperando que se den los cambios necesarios en esa institucionalidad, para invertir y generar empleo.

Y se ve en tanta gente emprendiendo: en negocios y con fines sociales. Las empresas que han sobrellevado el vendaval es otra señal de esperanza: ellas han estado haciendo músculos para que cuando el entorno cambie y sea favorable, despegar.

Hay un popular cliché: en las crisis hay oportunidades. Y es cierto. La mala calidad de servicios y productos, o las empresas cerradas o idas, dejan espacios para que otros entren. La escasez de tantas cosas, hasta los problemas eléctricos, son espacios y oportunidades para el emprendimiento y la innovación.

Todos los días se ve gente con muchas buenas ideas, y muchos que están haciendo cosas: chocolate para exportar, en tecnología, en educación, en salud y turismo, en servicios de diversa índole, entre otros tantos.

Las mismas universidades autónomas y privadas son un ejemplo de aguante, creatividad, tesón y amor a Venezuela y su gente. En ellas se respira emprendimiento; se respira esperanza, porque generaciones enteras allí se forman en valores humanos, en lo bueno, en lo sano, en lo correcto. Los jóvenes formándose, preparándose para tiempos mejores; los profesores formando y formándose, investigando y publicando cosas.

Algo que un buen amigo reflexionando sobre estos temas me advertía: con el desastre de la guerra en Italia, fueron muchos los que se fueron de su tierra (vinieron por ejemplo a Venezuela), a desarrollarse en otras latitudes. Eso, por ejemplo, fue el origen de tantos y tantos restaurantes italianos dispersos por el mundo. Dicho de otra forma, la guerra propició que el mundo entero conociera la comida y parte de la cultura italiana. Y esos mismos italianos en el exilio ayudaron luego a levantar a su país de origen. Lo mismo le ocurrirá a Venezuela. Ha habido un gran éxodo de talento del mejor, y lo lamentamos mucho, pero eso también ha hecho que seamos más conocidos en el mundo entero, y que el mundo vea y sepa lo que ocurre en Venezuela. Luego esos mismos talentos desde el exilio, serán gran ayuda para nuestra recuperación económica.

Otra señal importantísima de esperanza: el empuje, el optimismo, el esfuerzo de nuestros jóvenes; el querer hacer cada vez mejor las cosas, con excelencia; indica que en Venezuela, en su economía, que es la economía y el bienestar de todos nosotros, esperanza ¡sí hay!

Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

Rafael Avila
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