De la libertad deportiva

Captura de pantalla: Harold Lloyd y Babe Ruth en el film «Speedy» (1928).

Significativo, la Asociación de Escritores de Béisbol de América, a quien le corresponde la designación, ha reconocido al venezolano Ronald Acuña, como el Novato del Año en la Liga Nacional que, está demás decir, pertenece a un circuito abiertamente competitivo.  Llegamos al vértigo de solo imaginar la premiación en nuestros tiempos escolares, cuando decíamos imitar a nuestros héroes deportivos en las faenas espontáneas que hacía de cada terreno despejado, un motivo para emplear nuestros guantes y bates, con una pelota siempre “enteipada”, sin preocuparnos por un sorpresivo asalto.

Acertó el “scout” que observó y reclutó al joven beisbolista, cuyo talento, vocación y disciplina, lo condujeron a la estelaridad de su primera campaña en a liga.  La dictadura está moviéndose para manipular al premiado, tal como ha hecho con los Maglio Ordoñez que le han servido hasta como urgidos bateadores electorales y nada más.

Precisamente, nos entristece que los niños de ahora, no puedan acceder a los implementos deportivos, como los de antes. Hasta perfilamos una industria nacional, destacando una empresa de nombre aborigen, que compitió muy bien con las marcas importadas, abaratando los costos, sin desmedro de la calidad de sus productos.

Eran muy conocidos y numerosos los nombres ligados al mundo deportivo, fuesen jugadores, empresarios, managers, recoge-bates, locutores, comentaristas, fundamentalmente radiales en un espectro variado, con diales también especializados. Por no citar las páginas deportivas de una prensa calzada por firmas prestigiosas que, igualmente, polemizaban en torno a las estadísticas, los hechos históricos, las promesas realizadas y frustradas, dejando todos  – es necesario recalcarlo – el público testimonio de una intachable conducta personal que los hacía – sencillamente –  confiables.

Ahora, es difícil ver la pelota de goma que convertía cada rincón de la ciudad, en un diamante imaginario de grandes proezas, y, menos, a muchachos que anden por la calle con algún implemento para jugar, así como ninguno es capaz de cruzar una calle con un violín o una guitarra, al menos, despreocupadamente, repasando mentalmente sus clases. Puede decirse, no hay libertad deportiva y, apenas, administrada hábilmente la intención, no tardará el día en que se acabe la práctica profesional y Acuña sea sinónimo de un apátrida enriquecido y despreciable.

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