Venezuela y el juego de la gallina

 

¿Para qué quiero ver la última temporada de Juego de Tronos? Si la historia de lucha por el poder más interesante se encuentra aquí, en Venezuela. Y es que mientras se escriben estas palabras, la escalada de tensión política y diplomática crece en relación al tema Venezuela. La intransigencia de las partes hace que una solución al conflicto se vea muy lejana. Y esa falta de ganas de sentarse a negociar se enmarca muy bien dentro de la teoría de juegos, en especial del «juego de la gallina».

Los nostálgicos quizás recuerden este juego en la película «Rebelde sin Causa», donde dos jóvenes dirigen sus respectivos autos hacia el precipicio (En otras versiones son autos dirigiéndose hacia el contrario). Para demostrar su valentía, el perdedor o la gallina será el primero que salte del auto para salvarse. Cada jugador tiene como objetivo ganar, y por lo tanto confían en la racionalidad del otro, para que sea quien salte primero. Así, aparentemente, gana el que esté más loco, el menos racional. Y de no rendirse ninguno, el escenario sería catastrófico para ambos: ambos ganadores pero ambos muertos. La enseñanza obvia de esta historia es que es mejor retirarse sin importar las consecuencias.

A nivel de los Estados y actores políticos sucede de modo similar. En este conflicto político, ambas partes están jugando un papel autodestructivo, donde su intransigencia sólo empeora las cosas. Sin embargo, el principio subyacente de este juego es que representa un importante método de negociación. Se puede decir que es una estrategia en la que cada una de las partes retrasa hacer concesiones hasta que el final del período de negociación es inminente. La presión psicológica puede obligar a un negociador a ceder para evitar un resultado negativo. Puede tratarse de una táctica muy peligrosa, ya que si ninguna de las partes cede, se producirá una colisión.

La teoría de juegos no nos puede decir cómo terminará la versión venezolana de Juego de Tronos, pero si nos da la posibilidad de plantear 4 posibles escenarios:

Escenario 1: Ambas partes cooperan. Es el ideal para todo el mundo, no sólo para los bandos políticos, sino todos los venezolanos y la comunidad internacional también. Esto implica que ambas partes deben ceder para conseguir un compromiso. ¿Cómo? El gobierno debe ceder en algunos aspectos, siendo lo principal en la ayuda humanitaria. Pero la oposición también debería ceder, y aceptar que dicha ayuda pase por los controles sanitarios y de seguridad del gobierno venezolano, así como que la misma sea distribuida por los CLAP o algún organismo internacional de mutuo acuerdo, como la Cruz Roja Internacional o los órganos de Naciones Unidas.

Sobre el asunto de quien se mantiene en el trono de Miraflores, las cosas se complican más. Pueden plantearse dos opciones:

  1. A) Maduro acepta la realización de elecciones con nuevos miembros del CNE (preferible con apoyo técnico de Naciones Unidas), mientras que la oposición no sólo debe aceptar que el PSUV participe en esas elecciones, sino que la transición la haga un miembro del PSUV distinto a Maduro. Con la realización de elecciones, el chavismo se arriesga a perder el poder, mientras que la oposición no tiene nada que perder, por lo tanto, este es el escenario menos probable.
  2. B) Como parte del esquema de la cooperación, podría plantear un gobierno multipartidista, que tenga a Maduro como Jefe de Estado, pero representantes de la oposición en puestos económicos claves (principalmente el Banco Central de Venezuela), así como en otras instituciones públicas (CNE, Contraloría General, Defensoría del Pueblo, etc.), que permitan el cambio de modelo económico pero a la vez la misma política social del gobierno. Ello mejoraría la confianza en las finanzas del Estado, y por ende el resto de las variables económicas. Sería un ganar-ganar para todos. Sin embargo, hasta ahora, nuestros irracionales actores en su eterno juego de la gallina (tanto la oposición como gobierno temerían ser acusados de traidores por sus propios partidarios), nos indican que este es otro escenario poco probable.

Escenario 2: Guaidó gana, Maduro cede. Aquí lo importante es entender qué es «ceder» y qué es «ganar», pero más importante todavía, «cómo». Ganar para Guaidó implica la salida definitiva del Maduro del poder, así como del resto de su comité. La sola renuncia de Maduro no bastaría, porque aún el chavismo posee la mayor parte del control de las instituciones del Estado. Por ello es importante la presión diplomática, política, financiera y hasta militar que viene del exterior, todo con la clara intención de que el país resulte ingobernable para el Gobierno. Esto puede funcionar conforme pasen los meses, cuando el gobierno se vea asfixiado económicamente por la falta de acceso a dólares, y no pueda continuar sosteniendo el gasto público, en particular el pago de los sueldos de los empleados públicos, incluyendo los militares. Eventualmente, Maduro podría verse forzado a aceptar la ayuda humanitaria venga de donde venga, con tal de ganar gobernabilidad en el aspecto socio-económico. Los empleados públicos y militares podrían  empezar a ejercer presión para forzar algún tipo de cambio político, y más aún si Guaidó se muestra capaz de garantizar su seguridad, inclusive de aquellos que hayan cometido excesos en sus funciones. No basta proponer una amnistía o el compromiso de no “meter preso a nadie”, sino también garantizar la seguridad económica de poder sustentar a sus familias. Por ejemplo, bien podría Guaidó comprometerse a respetar a los empleados públicos y cargos militares una vez llegue al poder, lo que sería un mayor incentivo para las deserciones que la amnistía. Una vez que la situación se vuelva insostenible para el gobierno, se podría dar paso a la convocatoria de elecciones generales, bajo condiciones aceptables para los organismos internacionales y la comunidad internacional.

Escenario 3: Maduro gana, Guaidó cede. Ganar para el gobierno implica permanecer en el poder. Para ello, Maduro no la tiene fácil. Debe, en primer lugar, diversificar sus fuentes de financiamiento, el cual se vio muy afectado por las sanciones a PDVSA por parte de EE.UU. Ya para ello han empezado a aprovechar la exportación de otros commodities en lugar del petróleo, particularmente minerales extraídos del Arco Minero del Orinoco (Oro, coltán, diamantes, entre otros), así como han buscado otros compradores internacionales. De igual manera, está aprovechando las remesas de los venezolanos en el extranjero, haciéndolas más jugosas mediante la devaluación del bolívar. A lo interno deberá promover el aparato productivo nacional para no depender tanto de las importaciones. Seguramente se decida a promover un estricto control fiscal, lo que quiere decir que aumentará la recaudación de impuestos y controlará el gasto público. Por ello, muy probablemente, ya no veremos los aumentos de sueldos de manera bimensual como nos acostumbró el gobierno. Es decir, el gobierno empezará a tomar algunas medidas económicas que debió haber tomado hace tiempo, pero que no hizo porque el chavismo tiene su propio juego de la gallina: entre los chavistas moderados que plantean cambios en el modelo económico y chavistas extremistas que plantean continuar con el modelo socialista (Y hasta ahora, los moderados se impusieron aunque los llamen «gallinas», porque lo importante para ellos es permanecer en el poder). Maduro podría vencer este juego de desgaste si mueve bien sus fichas en el plano económico. Las deserciones que tanto busca la oposición, podrían no ocurrir de manera masiva, porque toda persona va a buscar tanto su seguridad económica como física, y hasta ahora la oposición no ha demostrado ser capaz de garantizarlas. En ese sentido, a Maduro sólo le basta demostrar que es el único capaz de garantizar efectivamente la seguridad de todos sus trabajadores, militares y seguidores. De ser así, con el tiempo, y teniendo en cuenta que Guaidó sólo dispone de un reconocimiento político de países pero no sostiene un control efectivo de las instituciones públicas, eventualmente los países de la región se verán en la necesidad de volver a establecer relaciones políticas con Maduro (porque hay temas urgentes en las que se requiere de la cooperación interinstitucional, por ejemplo, lucha contra el narcotráfico, apoyo a migrantes, relaciones comerciales, etc.), lo cual dejará la autoridad de Guaidó limitado a un título sin poder alguno.

Escenario 4: Ni Maduro cede, ni Guaidó cede. El peor escenario posible para todos, lo cual se traduce en que ambas partes mantienen sus posturas intransigentes. En el juego de la gallina esto implica la colisión de ambas partes, lo cual en este contexto puede implicar el uso de la violencia. Ello no necesariamente implica un conflicto armado, sino cualquier acción que altere la vida política, social y económica del país, por ejemplo, protestas violentas, golpe de Estado, represión por parte de las fuerzas de seguridad, encarcelamiento de líderes políticos, entre otros. En el caso de escalar a un conflicto armado, todo dependerá o no de la participación de EE.UU. en el conflicto. La oposición no ha contado, hasta la fecha en que se escriben estas palabras, con el apoyo de las fuerzas armadas venezolanas, lo que quiere decir que no tendría ninguna posibilidad en caso de conflicto armado. El tablero podría voltearse si EE.UU., la mayor potencia militar del mundo, decide intervenir a favor de la oposición. Aunque la retórica estadounidense no descarta una posible intervención militar, en los hechos esto sería poco probable, teniendo en cuenta que para ello se necesita la aprobación de un Congreso que ni siquiera ha querido financiar el muro de Trump. Eso podría cambiar si el Gobierno venezolano mete la pata y comete algún hecho que pudiera ser considerado grave, especialmente si es contra los intereses directos de EE.UU. El encarcelamiento de Guaidó, la realización de elecciones tempranas para la Asamblea Nacional o su disolución, ataques contra sedes diplomáticas de algún país u organismo internacional, serían algunas de esas acciones que podrían ser inaceptables para el Congreso de EE.UU. y que darían pie a una intervención. Muy seguramente, los más extremistas en la oposición esperan ansiosos que el Gobierno muerda el anzuelo y caiga en alguna de esas trampas, ello teniendo en cuenta que, en caso de conflicto armado, Maduro tiene todas las de perder frente a EE.UU.

Conclusión:

Es importante recordar la obra «El Príncipe» de Nicolás Maquiavelo, quien admiró la estrategia de César Borgia para mantenerse en el poder. Y es que, aprendiendo de los Borgia, Maquiavelo recomendaba una máxima expresada muy bien por Michael Corleone en El Padrino II: «Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos». En ese sentido, si eres el príncipe y quieres mantenerte el mayor tiempo posible en el poder, debes otorgar cargos, honores, títulos, dinero y poder, a quienes te adversan, porque así, aun siendo ellos tus enemigos, les será de interés mantenerte en el poder. Ese ha sido el error del chavismo en los últimos 20 años, y que nos ha llevado a la situación en la cual estamos. A la oposición le han ido cerrando espacios de acceso al poder y, quizás, si el gobierno hubiera dejado intacta a la Asamblea Nacional (sin declararla en desacato), si hubiera dejado la Defensoría del Pueblo a un opositor, o un par de miembros más del CNE, o quizás algún Ministerio, esta situación actual no habría ocurrido a los extremos que ha llegado. Lo mismo se puede decir de los 40 años anteriores: si los gobiernos anteriores hubiesen sido más inclusivos, el fenómeno político llamado «Chávez» no habría ocurrido.

Sea quien sea que gane el juego de la gallina, debe iniciar un gobierno plural, que incluya a todos los actores políticos. Maduro debe aceptar la posibilidad de incluir a la oposición si quiere ganar gobernabilidad; y Guaidó debe hacer lo mismo con el PSUV por exactamente la misma razón. Si algo demuestra la teoría de juegos -incluso matemáticamente- es que la cooperación da mayores beneficios que la competencia. Mientras tanto, nos mantenemos en los posibles escenarios 2 y 3.

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