Jorge Luis Chacín y el apagón

Cuando estaba pequeña mi hermano guió mis gustos musicales, literarios y deportivos, es lo que se supone que hacen los hermanos mayores, te llevan desde Eddie Santiago hasta Soda Stereo. De ahí que me guste tanto la variedad musical, ame el fútbol y mi mayor placer -después de la escritura- sea leer. Lo único que no logró fue volverse fanática de Los Leones del Caracas porque “no hay quién le gane al Magallanes” (si lo leíste cantando eres de los míos).

En nuestras clases de cultura musical siempre estuvo presente una banda ícono de Venezuela, un grupo que desde hace décadas ha logrado mover fibras en el colectivo nacional, por la combinación de instrumentos que caracterizan a este género, tanto que “Guaco es Guaco” justo por eso, por su autenticidad.

Por eso tengo un cariño especial hacia Jorge Luis Chacín, porque las canciones más representativas para mí de esta agrupación son de su autoría. “No la juzgue”, “Si usted la viera”, “Como es tan bella” y “¿Cómo será?”, son cuatro canciones que, sin duda alguna, escucho desde mi primera infancia.

Chacín no solo ha escrito para Guaco, sino para un gentío, es uno de los cantautores venezolanos con mayor reconocimiento en el mundo de la música latina y cómo no iba a serlo si sus letras son amor, cada canción es un viaje que te convence que de verdad ese sentir “dulce y bonito” que sueñas, termina siendo realidad y con sabor a “guayaba con un toque de canela”.

El sábado 9 de marzo se presentó en el Club Chocolate en Santiago de Chile con su Tour “Toy Contento”. El novio de mi mejor amiga y yo esperábamos con ansías este día, él le ha dedicado muchas de sus canciones a mi amiga, y yo cada vez que las escucho pienso en el hombre que dibuja sonrisas en mi rostro. Los cuatro fuimos esa noche, aún cuando nuestro país estaba a oscuras.

A oscuras. Habían pasado más de 24 horas desde que Venezuela (en más de 18 estados) estaba sin suministro eléctrico. A oscuras, estaba el país y nuestras familias, esas que dejamos en busca de un poco de tranquilidad y garantías sociales. A oscuras, así estamos muchos de los venezolanos que vivimos en el extranjero.

Es difícil explicar este sentimiento que tenemos los expatriados. Tenemos que hacer nuestra vida lejos de ese lugar que alguna vez fue nuestro hogar, asumir la decisión con gallardía, tratar de disfrutar los momentos de felicidad que nos llegan mientras sabemos que nuestra familia está a oscuras, sufriendo las villanías de un narco régimen que demuestra no tener límites.

No pude compartir mi felicidad por las redes sociales, sentía culpa, indignación, no era correcto. Personas morían a consecuencia de un apagón nacional, el miedo comenzó a apoderarse de todos: los que siguen allá y los que están por acá. La comunicación se dificultó y se comenzó a poner a prueba, una vez más, nuestra fe.

Es difícil construir tu vida cuando el proceso de duelo sigue tan abierto. Venezuela es ese familiar que vive en agonía y que su salvación o su muerte se escapan de tus manos. Ser inmigrante venezolano es vivir en la constante lucha de sentimientos antagónicos, en los que una acción tan sencilla como ir al concierto de uno de tus artistas preferidos puede no causar felicidad sino culpa.

Eso fue lo que nos pasó a muchos ese sábado, mientras Jorge Luis Chancín nos llevó de viaje a esa Venezuela que con tanta nostalgia recordamos.

Quise compartir mi felicidad con mi hermano pero él vive en Maturín, en el estado Monagas, una de las localidades que sufrió la desconexión completa por más de 100 horas. ¡Hasta eso nos quitó el chavismo! La oportunidad de coincidir en un recuerdo con alguien que amas. Después de todo lo que ha pasado aún no le digo a mi hermano que fui a ver a ese artista que él me enseñó, me parece injusto alardear sobre mi noche perfecta mientras él lamenta las pérdidas de su negocio.

Ese sábado mi felicidad tuvo un apagón, de momentos me quedaba callada y quieta, luego volvía a bailar. Estaba con el hombre de mis sueños escuchando la música de mis amores, reconfirmando que las cosas buenas pasan y que el amor “dulce y bonito” llega mientras mi país, mi Venezuela, mi familia se enfrentaba a la oscuridad más escabrosa de nuestra historia contemporánea.

Así vivimos los que estamos afuera, maniatados, infelizmente felices, angustiados y en zozobra, luchando con los juicios de aquellos que creen que es más fácil estar aquí. Esa noche mi vida estuvo dividida entre Jorge Luis Chacín y el apagón. Pero, a pesar de eso, sigo convencida que no hay oscuridad que logre apagar con nuestra luz, con la esperanza de que un día se cumplirá “El Sueño de Simón”… un día ya no habrá nada que temer.

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