Solos no podemos
Editorial #456 – La pizza

Todavía estamos tratando de comprender lo que ocurrió la semana pasada. Esta vez, el martes, la crisis en la que ya nos hemos acostumbrado a vivir en Venezuela, nos despertó de madrugada.

En esta ocasión, dos variables nos hicieron pensar que las cosas sí podían ser diferentes y muchos incluso llegaron a soñar con que esa noche Maduro ya no iba a estar ni en el poder ni en el país.

Lo primero fue el hecho de ver, acompañando al presidente (E) Juan Guaidó en la calle, a Leopoldo López, el preso político más importante de la región y quizá incluso del mundo. Fue una imagen impactante no solo por el hecho de verlo libre después de más de cinco años de injusta prisión, sino también porque no se fugó, sino que fue liberado por sus propios captores por orden e indulto de Guaidó.

La segunda variable de importancia ese día fue ver a militares del lado de la gente y enfrentándose al régimen. En todas las multitudinarias marchas que se dieron en el país desde hace años, lo normal era ver a funcionarios militares reprimiendo, persiguiendo, apresando y hasta asesinando a gente desarmada e indefensa. Esta vez, aunque fueron pocos y no fue suficiente, si fue diferente.

Ahora, también hay que ser muy honestos en el análisis: el resultado fue un fracaso. Nada distinto al quiebre de las mafias que aún usurpan el poder puede ser considerado un triunfo, ni siquiera un avance. Los verdaderos motivos seguramente los conoceremos con el paso del tiempo.

Lo que llama la atención es la ingenuidad tanto local como extranjera. Todavía parece que algunos se empeñan a creer que un quiebre interno en las peores fuerzas del mal que han secuestrado al país es posible y que eso nos llevará a la libertad por la que tanto luchamos desde hace años.

Eso no va a ocurrir. En el escenario más probable, porque nunca se va a dar. A Venezuela la tiene secuestrada una neo-dictadura que es un monstruo de varias cabezas, internas y externas, por lo que la decisión final no la toma Maduro. A nivel local, son varios como Cabello, Padrino, Moreno y otros los que gobiernan sus propios territorios, mientras que a nivel internacional, cubanos, rusos, chinos y otros también son actores más importantes que el propio Maduro.

Pero, incluso en el caso de que lo de la semana pasada hubiera sido un éxito, ¿de verdad podemos creer que una transición que tenga como condición, para la salida da Maduro, la participación de otros actores tan perversos como él, va a sacar al país de la tragedia en la que se encuentra? ¿No será que nuestra desesperación por ver irse a Maduro del poder nos puede llevar a entregárselo a quien no debemos?

En todo caso, ante la realidad, podemos concluir que si hasta hace algunos días todas las opciones estaban sobre la mesa, hoy una de ellas dejó de estarlo. Cada día que pasa es más evidente que a pesar de haberlo dado todo, solos no podemos.

La comunidad internacional debe comprender que mientras más se alargue el problema en Venezuela, mayor es el riesgo para la estabilidad y la democracia del continente.

Y Guaidó, como presidente (E) de todos los venezolanos que hoy mueren en la miseria y el hambre, debe escuchar el clamor de la gente y solicitar con toda claridad la cooperación del mundo.

Hace algunos días el presidente (E) dijo que solicitarla no era tan fácil como pedir una pizza.

Hoy es evidente que, por muy difícil que sea pedirla, peor escenario es el que tenemos por delante si nos quedamos solos.

Miguel Velarde
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