¿Víctimas de la guerra o víctimas de la corrupción?

Hace aproximadamente una semana atrás el señor Nicolás Maduro, anunció en cadena nacional la activación de un plan para la protección de las víctimas de la guerra económica que sostiene el imperio norteamericano en contra de Venezuela. Y es que el gobierno de Maduro sostiene desde casi su llegada al poder que Venezuela atraviesa por una guerra económica producto del bloqueo y sanciones provenientes de los Estados Unidos de Norteamérica.

Sobre lo anterior, es importante definir el concepto de guerra. El Diccionario de la Real Academia Española la define como la: “Lucha armada prolongada entre dos o más naciones durante la cual se producen diversas batallas”. Siendo de este modo, y apegado a la definición, no estaríamos en guerra en Venezuela, puesto que no hay una lucha armada con ninguna nación de este continente u algún otro.     

Sin embargo, demos el beneficio de la duda, de ser el caso que Venezuela está inmersa en una guerra no convencional dirigida a la destrucción de la economía nacional, lastimosamente hay que decirlo, estamos perdiendo la guerra.  

Los venezolanos estamos bastante claros en cuáles son los orígenes de la profunda y terrible crisis por la cual atravesamos. Y es que ese comienzo no es producto de una guerra económica, tampoco lo es de sanciones emitidas por potencias extranjeras, ni mucho menos de algún bloqueo internacional. ¡No nada de eso!

Quizás el gobierno nacional pueda engañar a los más incrédulos con esos argumentos, también a los verdaderos socialistas que creen en la justicia social por sobre todas las cosas, pero al pueblo de a pie, el que sale todos los días a trabajar, a luchar, a buscar el pan para comer; el pueblo que ve que su sueldo no alcanza para adquirir sino tan solo dos o tres productos de la canasta básica; el pueblo que ve como muchos funcionarios después de ser personas con escasos recursos económicos hoy en día ostentan fortunas monumentales; el sabio pueblo que debe emigrar para poder ejercer su profesión u oficio con dignidad en otras tierras; el pueblo lleno de niños y ancianos que sufre por escasez de medicinas; el pueblo con las mayor reservas petroleras que debe hacer colas de 6 y 7 horas para surtir su vehículo de gasolina; el pueblo que padece de cortes eléctricos de hasta 6 horas diarias; a ese pueblo no lo engañan argumentos ni cuentos de guerras económicas, ataques cibernéticos y electromagnéticos, ni tampoco historias de francotiradores apostados en la represa del Gurí, ni cuanto caricaturesco cuento que nos puedan contar a través de cadena nacional.

Ese pueblo, valiente y aguerrido que ha resistido con heroísmo la más aguda crisis económica que haya podido sufrir país alguno en el mundo, está absolutamente claro y conciente que los orígenes de la crisis, escasez, migración, deterioro de los servicios públicos, y cuánto mal azote a esta tierra, es producto de la galopante corrupción que ha habido durante la llamada Quinta República.

Han salido a la luz pública muchas denuncias de hechos de corrupción, y sólo algunas de ellas han sido tramitadas por los tribunales penales, sin embargo, ninguno de los grandes beneficiarios de la corrupción ha sido investigado ni mucho menos imputado; los grandes casos que sacudieron a Latinoamérica como lo fueron “Odebrecht” o los “Papeles de Panamá”, aquí solo fueron visto como historias que no tenían nada que ver con nosotros, situaciones que no afectan nuestro entorno social, político o económico, nunca se indagó ni se profundizó en esos asuntos, ni en muchos otros más.

La corrupción política y judicial se ha convertido en un terrible mal, en ese cáncer social que carcome las bases de la familia y de la misma sociedad. La corrupción en Venezuela se ha enraizado incluso en los mismos ciudadanos, con gran dolor debo afirmar que los venezolanos nos hemos canibalizado, la solidaridad aún existe pero cada vez va en disminución, hemos seguido un muy mal ejemplo, el ejemplo que la Quinta República nos dio, hemos seguido el ejemplo de la corrupción, y la ambición se ha apoderado del corazón de los más nobles. Y lo peor de todo, es que la existencia de una ley penal que sancione a la corrupción por sí misma no es suficiente, debe haber investigaciones, debe haber personas sancionadas por esos hechos, en conclusión debe erradicarse de una vez por toda la impunidad. Quizás en una nueva Venezuela el sueño de vivir en un país con bajos índices de corrupción deje der ser una utopía para convertirse en una realidad.                  

Por todo lo anteriormente expresado es que me preguntó: los venezolanos somos ¿víctimas de la guerra o víctimas de la corrupción? Cada quien que saque su conclusión.

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Guayoyo en Letras