A propósito del mes que se fue

El pasado mes de junio fue el mes de la celebración del orgullo LGBT. El cual genera una marea de comentarios en mis redes sociales y me hace analizar…
Si con la misma intensidad con la cual critican lo que cada quien hace con sus genitales en la intimidad criticaran el maltrato animal, la pobreza mundial, la explotación infantil, la pedofilia, la drogadicción, la orfandad, la guerra o el hambre, probablemente serían todos más productivos.
Pero ¡Oh no! Es mejor ir por las parejas homosexuales y decirles que se «les acepta» y «se les tolera» pero eso sí, no se casen ni adopten niños. Mueran en soledad y aislamiento trabajando como máquinas. Es lo que merecen.
Meter a todo el mundo en un mismo saco también se ha hecho divertido; mezclar la homosexualidad con pedofilia y zoofilia, por ejemplo.
Cada vez que una loca le pinta las uñas a un niño pequeño en un preescolar porque dice que «no hay géneros» entonces meten a todos los homosexuales en el mismo saco. Diciendo que pertenecen a una agenda illuminati de la desviación y cuyo objetivo es la merma de la población mundial.
Lo que no vemos es que los extremistas están en todas las religiones y estilos de vida. No solo en el ámbito de los homosexuales, transexuales o feministas. También hay conductas extremas y bien reprochables en los heterosexuales, gobernantes, en los doctores, en los curas y en los panaderos. De hecho, en cualquier lugar, pero mejor cáiganle encima a la comunidad LGBT cada vez que salga a la luz alguno de estos lunáticos extremos.
Eso sí, cuando 5 tipos violen a una mujer en la fiesta de toros de España y salgan libres, olvídenlo rápidamente… (por cierto, son heterosexuales).
Sugiero ir a Africa, a India, es más, aquí mismo en Venezuela, y ver cuántos niños están en total abandono, y luego volverme a echar el cuento de la merma de la población.
De hecho, ahora que lo pienso, quizás sí hay una agenda… la del odio. La de mantenernos divididos por problemas que no existen realmente, y hacernos ciegos a los que sí nos van a terminar de aniquilar eventualmente: la obsolescencia programada, la codicia desmedida, la explotación indiscriminada del ambiente, la guerra, el abandono infantil, la violencia, el hambre, los suicidios por acoso, los niños con armas en las escuelas, el calentamiento global…
Mejor sigamos discutiendo sobre los que en su habitación y en mutuo acuerdo deciden cojer de forma distinta.
Paola Sandoval
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