Las crisis profundas son el terreno más fértil para que aventureros aprovechen la vulnerabilidad para llegar al poder y luego no soltarlo
Editorial #507 – La pandemia y la libertad

Es un error creer que estamos cerca del final de la pandemia. No solo en relación a lo sanitario, aspecto en el que nada indica que estemos cerca de encontrar una vacuna o, por lo menos, un tratamiento efectivo para el Covid-19. También nos queda un largo y difícil camino en otros aspectos. 

Es evidente que lo peor está por venir, y será una mezcla de tormenta económica y política. Las consecuencias de la enfermedad (el virus) y del remedio (las prolongadas y estrictas cuarentenas) serán devastadoras para los sectores productivos, empresariales y comerciales de nuestros países y, por ende, tendrán también efectos destructores en el empleo y el salario de los trabajadores. En pocas palabras, el coronavirus se transformará inevitablemente en hambre. 

Como si esto no fuera suficiente, también existe otra gran amenaza que se cierne sobre nuestras naciones: la pérdida da la libertad. Aunque a algunos les parezca apresurado plantear estas advertencias cuando ni siquiera hemos logrado controlar al virus, es indispensable hacerlo ahora porque después será tarde. Es en medio de la pandemia que tenemos que pensar en los retos que nos presentará la pospandemia.

Las fuerzas autoritarias, populistas y socialistas del mundo -desde China y Rusia, hasta Cuba y Venezuela- que desde hace mucho socavan nuestras libertades, ven una gran oportunidad para consolidarse en la pandemia. Primero, porque encontraron en ésta una gran excusa para ejercer mayor control y coartar los pocos derechos que le quedan a la gente. 

Segundo, porque tendrán también una buena excusa en el virus para justificar las debacles económicas que ellos habían ocasionado. Lamentablemente, a esa realidad hoy se suma el impacto negativo de tener la economía global prácticamente paralizada desde hace casi 60 días, por lo cual la mayoría de los países justificará una mayor intervención del Estado y más controles sobre la economía. 

Y, tercero, porque intentarán alargar las cuarentenas lo más posible, para mantener a la gente en medio de una incertidumbre que oculte otros problemas, como la pobreza, la inflación y la escasez, bajo un “liderazgo firme y único” que siga logrando su principal objetivo: eternizarse en el poder. 

Los países que aún no han caído en las garras del totalitarismo, no deben bajar la guardia. Las crisis más profundas e inesperadas como ésta son el terreno más fértil para aventureros que aprovechan la vulnerabilidad económica, social y hasta emocional de la gente para llegar al poder y luego no soltarlo. Ejemplos sobran en la historia reciente. 

Comprensiblemente, en las últimas semanas toda nuestra atención se centró en la salud y luego en la economía, pero ha llegado también el momento de pensar en la libertad.

Miguel Velarde
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