Venezuela es el más claro ejemplo de que las tragedias no tienen fondo
Editorial #509 – Siempre se puede estar peor

Nunca hemos sido fanáticos de los cacerolazos. Ni siquiera en los momentos más críticos en los que parecía que en Venezuela estábamos a horas de terminar con la tragedia chavista, nos parecían oportunos.  En realidad, en más de una ocasión demostraron ser hasta contraproducentes. Hoy es todavía peor, porque los cacerolazos en Venezuela han perdido ese sonido de protesta, y suenan más como un lamento. 

Esta última semana, al caer la noche, las cacerolas volvieron a retumbar en diferentes rincones del país. Es tan grave la crisis de los venezolanos que ni siquiera se sabe con exactitud los motivos. 

Quizá fueron por la falta de agua, que hace la crisis de la pandemia de Covid-19 aún más compleja, o los permanentes cortes de electricidad, que se han vuelto algo normal en algunos Estados y, ahora, hasta en algunas zonas de Caracas. Es posible también que los cacerolazos hayan sido por la permanente violencia, que se ha “normalizado” de tal manera en el país que aunque los índices de homicidios siguen siendo de los más altos del mundo, ya ni son noticia.

Sin embargo, lo más probable es que esta vez el reclamo de la mayoría haya sido debido a la falta de gasolina, que tiene al país más paralizado que la pandemia. Son muchos los que aseguran que el verdadero motivo para la extensión de una de las cuarentenas más largas del mundo, se deba más a la escasez de este producto que a motivos sanitarios.  

No es extraño que esta última variable sea una de las que más preocupe al régimen chavista. Ellos saben que pueden mantener a la gente sin agua, sin electricidad, sin comida y sin medicamentos, pero la falta de gasolina podría acelerar el colapso de su sistema. 

Es por eso que apostaron, con todos los riesgos que esto implicaba, a la llegada de cinco buques iraníes llenos de gasolina, que pasaron muy cerca de los barcos militares estadounidenses que patrullan las aguas del Caribe. 

A pesar de las especulaciones acerca de que podrían ser interceptados, llegaron a puerto venezolano sin problema. En realidad, el más interesado en crear una «épica» con la llegada de los estos buques siempre fue el régimen chavista y el error que algunos cometen es caer en la trampa de su narrativa que, dicho sea de paso, buscarán profundizar ahora con la salida de DirecTV del país y la apropiación de todas sus intalaciones. 

Es todavía muy temprano para saber cuál será el impacto y la reacción que esto tenga en los venezolanos, tomando en cuenta que la señal de esta empresa cubría prácticamente el 50% del mercado en el país y una gran parte de las zonas más populares. Serán muchos los venezolanos que al perder el acceso a este servicio ya no tengan uno de los pocos escapes a su trágica realidad y queden a merced de los canales locales de propaganda chavista. Por eso, no debe sorprender que para muchos, perder la señal de DirecTV sea más doloroso que no encontrar medicinas, alimentos o gasolina. Es una desgracia tras otra. 

Lo cual pone a Venezuela como el más claro ejemplo de que las tragedias no tienen fondo.

Por muy mal que estemos, siempre se puede estar peor.

Miguel Velarde
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