Cuerpos, que hasta desnudos, hacen política

Por O. Rendón Azuaje

@TalesOfOrian

 

 

 

Una nariz larga, por sí sola, carece de significado; pero si sobre esa nariz existe un cerebro, la historia es distinta.

Ser parte del devenir caraqueño, entrar en el trajín de las horas pico y en el somnoliento ocio vespertino; es participar en una especie de desfile de rostros saturados, cuerpos delgados, gordos, tatuados y rotos; ostentando las más diversas indumentarias y levantando las más distintas expresiones corporales. Esta pluralidad silenciosa de lo físico (como propiedad individual), forma parte de la marcianidad de las calles, como otro  tipo de política, de la que no se habla en las tribunas, la que parece fácil pero no lo es: la política de los cuerpos.

 

Pero, ¿Cómo funciona este juego de individualidades?, ¿Cómo su piel desnuda puede hacer política cuando se pone un pantalón? , y ¿Alguien más puede usarlo a usted para hacer política con sus lunares, con el reloj que se compró para navidad o con sus cicatrices más íntimas?

Para hacer política de lo físico (su envoltura de carne), basta con seguir la misma rutina que ha estado realizando todas las mañanas antes de salir a enfrentar el mundo: usar el perfume francés que le obsequiaron hace tres años, anudar la aparatosa corbata, embutirse en un jean, peinarse hacia la izquierda, despeinarse hacia la derecha; ¿un par de pulseras?, la camiseta de la banda que tanto le gusta; ocultar sus pechos, exhibirlos; sonreír demasiado, sonreír poco; caminar encorvado o caminar orgulloso. ¿Se hizo alguna cirugía plástica?, ¿un piercing, tal vez? El cuerpo se transforma en una intrincada red de significados que tienen sentido para usted y para el grupo; su indumentaria cotidiana es una bandera de convicciones personales, batallas perdidas; de presentes, de pasados. Esta práctica, (a veces ingenua), de la manifestación de las individualidades sobre el lienzo físico, – que se cuela marginada e irreconocible entre los grandes sucesos diarios de las urbes -, es en efecto, hacer política. 

 

“ Soy muy femenino, tan femenino como un niño chiquito. No como una niña, o  una mujer. Sino como un niño pequeño que juega con muñecas o  con el maquillaje de sus hermanas. Mi barba también es así, apunta para todos lados. Tengo las manos sucias como los niños. Cuando me enamoro, solo falta que me salgan corazones por ojos.  Así que sin querer, no puedo mentir: mi cuerpo, mi todo yo, es transparente. Tan transparente que incluso cuando estoy fingiendo, me estoy delatando. No hay  filtros; los filtros resultan ser solo ventanas abiertas – me dijo Félix, un joven caricaturista mexicano como respuesta a la pregunta del ¿Quién eres y cómo lo expresas?”.

 

Según la teoría sociológica de Michel Foucault, el cuerpo de un individuo no es autónomo en sí mismo, sus movimientos ya no son independientes; existe algo más que lo condiciona a ser: El poder; que en un principio se escurre dentro de la ropa, condiciona el género, el sexo, el pensar, el decir y el hacer. El poder nace entonces en el núcleo de todo humano, porque es él quien lo ejerce y es él quien lo padece. El cuerpo de uno, termina dominando la autonomía del otro: El hombre que le cede el asiento a la mujer, la madre que prohíbe a su hija llevar faldas cortas, el estrechar la mano del amigo para saludarlo, los abrazos, los besos robados. Esta relación de una persona con las demás  termina edificando los pilares morales una sociedad, sus leyes, las cotidianidades más simples, las expresiones artísticas, formas de ver el mundo y el deber ser.

 

«El cuerpo está también directamente inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos» – (Foucault, Vigilar y Castigar).

 

En este sentido, los cuerpos también pueden ser usados para la rebelión y empoderamiento de las individualidades, las comunidades o grupos: el orgullo gordo, el nihilismo del género, las diversidades físicas que levantan sus diferencias como emblema, el uso de la vagina como elemento de la lucha femenina, el drag queen, el experimento corporal de la filósofa B. Preciado al aplicarse dosis de testosterona sintética, y el post-porno.  El desnudo, que también encuentra su lugar en esta red de significados convencionales: vergüenza, fealdad, placer, perversión, bajeza;  tiene como entusiastas a los que se desvisten para otorgar nuevos significados al cuerpo descubierto. Estas formas de política son algunos de los ejemplos sobre los discursos contemporáneos que se hacen desde la piel y cuyas ideas han tenido impacto en las sociedades donde se desarrollan.

 

Es así como volvemos al relato de la ciudad, a la Caracas ruda, cuyas calles están tapizadas de panfletos que anuncian las consignas de los partidos, a sus plazas repletas ebrios predicando sobre Dios y a los locales de comida rápida; lugares que aglutinan personas, personas que aglutinan principios, ideas, dolores, y luchas internas que se convierten en expresiones corporales: cabezas medio rapadas, bailarinas semi-desnudas y hombres cruzando las piernas. Personas que son política, a la fuerza, aunque no lo sepan. 

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