Los ‘think tanks’, frente a la post-verdad

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¿Quiere conocer a un enemigo más de Donald Trump, los amigos del brexit y los populismos de derecha extrema o extrema derecha que amenazan las democracias europeas en las elecciones previstas en 2017? Se lo presento encantado: los think tanks(TT) o, en español, los centros de pensamiento.

Muchas veces definidos como «universidades sin estudiantes», los TT han servido en los últimos años para promover el análisis de la realidad y la elaboración de propuestas para afrontarla desde lo público y lo privado en prácticamente todos los campos que puedan imaginarse: la globalización, las relaciones internacionales, la democracia, la crisis económica, el estado del bienestar, la desigualdad, el cambio climático…

Declaradamente o no, gobiernos, parlamentarios, empresarios, dirigentes empresariales, periodistas o académicos se han nutrido del esfuerzo de los TT por pensar y proponer en tiempo real, con mayor o menor acierto, pero siempre desde el compromiso con el uso de la razón y la honestidad intelectual.

Atención que hablo de los TT, no de otras cosas que se les parecen pero no lo son: me refiero a los centros de pensamiento que examinan los hechos para llegar a conclusiones, no que parten de las conclusiones para distorsionar o incluso inventar los hechos que las justifiquen. Estos últimos no son TT, sino instrumentos de la «postverdad». Busque y los encontrará más cerca de lo que imagina.

Si queremos contraponer al populismo el pensamiento independiente -en la acepción profunda que heredamos de la Ilustración-, apoyar a los think tank es una buena opción pública y privada.

Así que es más que previsible que los líderes de la «postverdad» consideren que los TT resultan bastante incómodos para su proyecto político, tanto al menos como los periodistas que les interpelan en las ruedas de prensa o como las universidades empeñadas en seguir investigando científicamente.

Primero, porque no se pliegan al eslogan, sino que se empeñan tozudamente en ir más allá de los 140 caracteres. Segundo, porque representan la pluralidad intelectual sin la que una democracia no puede vivir. Tercero, porque pueden poner contra las cuerdas sus decisiones y sus ensoñaciones.

Afortunadamente, los TT (que tienen mucho que aprender y mejorar, desde luego) están en condiciones de resistir el ataque y hacerlo desde presupuestos compartidos. La «internacional» de think tanks generada a partir del Índice Global que elabora anualmente desde hace una década la Universidad de Pensilvania es, en ese sentido una herramienta muy útil, con sus encuentros globales y regionales.

Si queremos contraponer al populismo el pensamiento independiente -en la acepción profunda que heredamos de la Ilustración-, apoyar a los TT es una buena opción pública y privada. También en España, en la que buenos y experimentados TT como CIDOB, Elcano y la Fundación Alternativas -entre los mejores del mundo y de Europa según el Índice de Pensilvania 2016, que ha estudiado casi 7.000 centros de pensamiento- ponen su granito de arena para que seamos siendo lo que somos: democracias.

FUENTE ORIGINAL: EL HUFFINGTON POST 

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