¿Hasta cuándo una oposición para la ficción?

Una constante en la literatura distópica, es la tiranía fundamentada en la idea de la estabilidad, en donde la seguridad es la condición por la que es sacrificada la libertad, aunque esa seguridad, parecida a la que ofrecen las mafias a los negocios en un barrio, sea asfixiante y dependa del capricho de quienes acaparan el poder. En la ficción, las personas se sujetan a las organizaciones enajenantes, luego que a la sociedad se le ha moldeado sus pensamientos, hasta convertirlos en esclavos ideológicos, cuya capacidad para soñar con mejores condiciones, se diluyeron en lo profundo de sus almas, silentes y estructuradas a la cárcel que trasciende los años, y los condena para siempre en un círculo interminable, en donde ninguna generación se escapa. Parece que Venezuela está enmarcada en el círculo infinito, que siempre vuelve al mismo punto y mantiene a la sociedad, apresada a un sistema que parece destinado a jamás extinguirse.

Pensar en la opresión como un asunto fundamentado únicamente en la violencia, es concebir el poder limitadamente. El poder real,  es la capacidad de influir en las personas, sin que estas se sientan amenazadas o inseguras con quien ejerce ese poder. Un poder basado en el miedo hacia quien lo utiliza, es frágil, tarde o temprano; sí las condiciones lo permiten, el influenciado se rebela en búsqueda de mayor bienestar y libertad. Por eso los regímenes totalitarios de las dos grandes novelas distópicas de la historia del siglo XX “Un mundo Feliz” y “1984” no se afianzan en la represión (aunque la ejercen) sino en una reorganización social. La primera por medio de la ingeniería genética; la segunda a través manipulación histórica y la dominación lingüística; teniendo en común ambas prácticas, el éxito para influir en las voluntades, sin que las personas sientan miedo del sistema y de quienes les dirigen.

Por ahora la tecnología genética  no le permite a algún líder totalitario, controlar las voluntades desde el ADN, pero sí se puede reescribir el pasado, para dominar el presente, así como atrapar a los habitantes de un país, en un cárcel muchísimo más sólida que una hecha de bloque y acero. Se les puede encerrar en una prisión dialéctica, una mazmorra lingüística, dentro de la super estructura que muy bien describió Karl Marx. El chavismo como variante marxista, parecido en muchos aspectos al estalinismo (la máxima expresión totalitaria del comunismo) está en un intento de rediseñar esas estructuras, por medio de un neolenguaje (idioma diseñado por el gran partido de la novela “1984”) para moldear el pensamiento de los venezolanos (los que queden en el país) y trascender en la próxima generación, para mantenerse en Miraflores pese a la situación caótica. Frases como “saboteo económico”; “la derecha parasitaria” o la ya gastada “esos escuálidos” son un ejemplo de esto.

La campaña para reescribir la historia, colocando a Hugo Chávez como un salvador y describiendo el periodo democrático de la 4ta República, como una etapa llena de miserias, es algo que se viene trabajando desde el momento, en que con la mano en la Carta Magna de 1961, el comandante muerto la llamó “Esta moribunda constitución”, así que no es una novedad, el intento chavista de instaurar esa forma de dominación, sin embargo, lo preocupante de la situación actual, es que varios líderes de la oposición, han entrado en el juego lingüístico del chavismo.

George Orwell, en su ya citada novela, describió el doblepensar, la manipulación dialéctica del régimen del ingsoc (ideología del partido de la obra Orweliana), en donde verdades aparentes y contradictorias, son parte del mismo discurso, lo que crea en la mente de quien lo escucha, un limbo lingüístico, que lo mantiene en un statu quo, inmovilizado, incapacitado para pensar, ya que el razonamiento necesita del lenguaje para desarrollar ideas, que están enmarcadas por los límites de los signos y símbolos que conoce. En otras palabras, el pensamiento llega hasta donde el lenguaje le permite, así que cuando las palabras y símbolos codifican conceptos huecos, imágenes contradictorias y confusas, el pensamiento sobre la realidad, caerá en un abismo que mantendrá a quien piensa por medio de ese lenguaje contradictorio, en un vacío abismal, en donde habitan las voluntades autómatas que necesita el totalitarismo para existir.

Por eso es tan preocupante, que la oposición venezolana muestre contradicciones semejantes al doblepensar. ¿Es el Gobierno de Nicolás Maduro una dictadura? Respuesta de la oposición: Sí lo es, debemos mantenernos en  las calles, protestando, pero es necesario permanecer en los caminos democráticos y dialogar; otra forma de lucha es un radicalismo. ¿La constitución ha sido violada y las leyes malversada para la opresión? Respuesta de la oposición: Sí, debemos permanecer en la denuncia y la negación de esas injusticias, pero debemos realizar acciones por medio de los mecanismos legales, puesto que hay que ajustarse a ellas si somos demócratas y no radicales. ¿El chavismo es culpable del desastre económico? Respuesta de la oposición: Sí, esto es causado por un modelo vencido, pero debemos comprometernos en contra del sabotaje económico. La MUD, pareciera ser parte del juego opresivo, ayudando a mantener a la población en un vacío, dentro de la estructura falaz del chavismo.

Es necesaria otra oposición, con un planteamiento cónsono y serio, lejana al doblepensar, que le llame tiranía a este Gobierno (o sino que no diga nada), a esta dictadura vulgar y que plantee, acciones conforme a la realidad dictatorial que atraviesa el país, sin pretender mantener a las personas silentes, subyugadas, en nombre de una paz que causa muertes en las calles. Sí las cosas siguen así, sí a quienes acusan a cierto líderes de la oposición, de ser colaboracionista, al estilo del Gobierno de Vichy en la Francia ocupada de la segunda Guerra Mundial, se les califique de radicales y separatistas, y se predique la pasividad como único camino para la libertad; en un momento de nuestro futuro reciente, se narrara acerca de esta generación, casi como Orwell lo hizo sobre el protagonista de su famosa obra: “Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.”

Jorge Flores Riofrio
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