Educación: herramienta para transformar

El siglo XXI, es el escenario perfecto para que la educación cumpla con una misión que va mucho más allá de la mera transmisión de información y conocimiento, ya no solo se hace énfasis en el aspecto cognoscitivo sino que para cumplir su misión de formar personas íntegras, críticas, participativas, activas, de reflexión constante, deberá incorporar a sus bases los cuatro pilares de la educación, citados por Delors (1994): aprender a conocer,  que le permitirá al individuo adquirir destrezas y habilidades para fijar conocimientos e informaciones, aprender a hacer,  aprender a convivir.

Estos dos pilares le sirven a la persona para participar e interactuar con otras en su entorno, en su comunidad, en su sociedad y finalmente, aprender a ser, y es lo que le permite mostrarse como un sujeto con debilidades, fortalezas, habilidades, destrezas, virtudes que lo convertirán en un ser apto para mostrar y usar al máximo ese gran potencial que todos los seres humanos tienen.

La transformación universitaria es una necesidad urgente, que debe  asumir varios cambios y retos  dentro de un mundo a menudo más cambiante y dinámico.  De acuerdo con lo que plantea García (2002), los cambios y retos tienen relación con la forma cómo se aborda el conocimiento, en el aspecto que  éste debe verse a través de la inter y transdisciplinariedad, y ya no puede verse  el conocimiento como algo objetivo, certero, cuantificable, sino como algo cualitativo y contextualizado.  Esos cambios también tienen que ver con la forma cómo se abordan los mismos. La tarea de la educación en este nuevo milenio, no es solamente producir conocimientos, sino ofrecer las herramientas necesarias a cada ser humano para que logre su transformación interior. De nada sirve la producción de conocimientos si no logramos humanizarnos y sensibilizarnos ante situaciones que cada día son más evidentes en el mundo entero, y donde afloran la intolerancia, el no reconocimiento del otro, el autoritarismo, la falta de solidaridad hacia el otro. Dejando de lado la alteridad, la otredad, la mismicidad.  Tal como lo afirma  Ikeda (1998), “la educación  es el vehículo que permite al ser humano crecer y desarrollarse, y en consecuencia permitirá que cada persona pueda reflexionar sobre sus propias acciones y transformarse a sí mismo”,  (p.15) y este cambio o transformación es lo que permitirá que los desplazamientos en cada sociedad se logren, se materialicen. Un proceso educativo de esta naturaleza necesita de cambios y transformaciones para producir conocimientos y desarrollar capacidades, para adaptarse a diferentes situaciones, inmersos siempre en un constante aprendizaje.

 

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