La caída del chavismo depende de la MUD

Cuando el 13 de abril del 2002 bajó sobre Miraflores el helicóptero con Hugo Chávez de vuelta al poder, mi abuelo miraba el televisor en la sala del apartamento en donde vivíamos, con su rostro dominado por una rabia silente, una frustración que su ceño se negó a esconder. No pasaron 5 minutos en donde el difunto comandante sonreía, cuando apagó el aparato y dijo: “Ahora lo que viene es dictadura, no quedará democracia, no quedará libertad, no quedara patria, no quedara nada”. El tiempo le ha dado la razón a mi abuelo.

Es que pocos se dieron cuenta que detrás del discurso de Hugo Chávez, no solo se encontraba un plan socialista, sino uno dictatorial, tiránico, totalitario, que se entretejía en las palabras de ese hombre, en el que encarnaron los resentimientos silenciados de un país que había soportado muchas decepciones, que sentía que a ellos el Estado les debía algo. No podemos negar que en Venezuela había dos países que pronto se iban a enfrentar. Los abandonados y los privilegiados, los de las urbanizaciones y los habitantes de los barrios.  El comandante muerto supo cómo capitalizar esa lucha que crujía en los adentros de la nación.

La lucha de clases es la pieza fundamental del discurso marxista. Cuando es utilizado por un demagogo, un hombre que se convierta en el espejo idealizado de una población, es una base que debe ser mantenida por quien la usa para su poder. El poder no radica en la violencia, sino en la capacidad de influenciar a otros, sea con dinero o por medio de un sueño. El hombre nuevo, la revolución o cualquier ideal utópico, que los sacerdotes del totalitarismo inventen para sus fines tiránicos.

Cuando el discurso marxista se agota y además la figura carismática desaparece, la violencia de los totalitarios surge inevitablemente. Aristóteles lo describió casi como una profecía hace siglos. El filósofo griego creía que la aristocracia (gobierno de los mejores) era el mejor sistema político, que al pasar el tiempo y al morir las personas, se degrada en la monarquía; está a su vez, por presión de personas que acumulan poder por medio del dinero, se convierte en una oligarquía. Luego, ante la voluntad de una población que ya no soporta la desigualdad, el sistema imperante se transforma en democracia, sin embargo, como este sistema puede caer en el desorden, la sociedad se resquebraja hasta que es imposible gobernar. Por eso llega el demagogo, en quien se concentran las esperanzas y la seguridad de todos, hasta que el carisma (capacidad de reflejar los deseos de otros en uno mismo) se agota. En ese momento, la tiranía hace su entrada.

Ahora que bajan los cerros, ahora que las consecuencias políticas se convierten en locales comerciales saqueados y personas muriendo abaleadas por grupos armados ilegales, ahora que pobres y ricos, jóvenes y viejos, exigen cambio de inmediato, el poder del chavismo está tambaleando; pero no va a caer hasta que quienes tienen hoy influencia política en las mayorías, no dirijan sus fuerzas a combatir con determinación las balas y las bombas de una dictadura moribunda. O la MUD se dirige hacia donde la voluntad histórica nos impulsa, o termina siendo el ultimo sostén del chavismo en Miraflores.

Jorge Flores Riofrio
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